El 28 de abril elegimos. Y no son unas elecciones cualquiera. Nunca antes en la historia de la democracia en España la ultraderecha se había visto tan bien posicionada en unos comicios. Hasta la fecha eran grupos residuales, minoritarios, una panda de nostálgicos franquistas que se vinculaban a grupúsculos falangistas y similares. Ahora se está produciendo un cambio sustancial aunque nada novedoso respecto al resto de países de nuestro entorno; yo, ingenua de mí, creí que nuestro país se salvaría del auge fascista que recorre Europa, pero no, ha llegado. Si la llegada es para quedarse dependerá de nosotras/os.
El 28 de abril tenemos la capacidad de elegir qué modelo de país queremos y no me vengáis a decir que todxs son iguales. No, no son iguales, hay diferencias sustanciales entre el fascismo y la socialdemocracia, por ejemplo.
El 29 de abril quiero despertarme en un país que todavía respete los derechos humanos y las libertades fundamentales, quiero un modelo de país que se construya sobre el diálogo y no sobre la confrontación y la mentira (no he visto campaña política más sucia que la que se está produciendo ahora mismo), un país que incluya, que respete la diversidad, incluso cuando ideológicamente estemos en las antípodas, pero que no tolere el odio, la discriminación o la desigualdad. Me viene a la cabeza aquella frase de Pedro Zerolo que decía: «En su modelo de sociedad no quepo yo, en el mío sí cabe usted». Un modelo en el que nuestros/as gobernantes tengan auténtica vocación de servicio público.
En mi modelo de país caben las personas que no dañan, las personas respetuosas y bientratantes, pero no quiero un país gobernado por quienes restringen derechos en lugar de ampliarlos o por quienes desmantelarán el sistema público de bienestar. Para ello, el 28 de abril elegimos entre dos modelos contrapuestos: fascismo o democracia.
Yo elegiré una opción progresista, que no pacte con el fascismo. Elegiré una opción que apueste por prevenir y erradicar cualquier forma de violencia, especialmente la violencia machista, pero también la violencia contra la infancia y otras. Elegiré una opción que defienda lo público, especialmente los sistemas de Servicios Sociales, Educación y Sanidad como garantes de bienestar y calidad de vida de la población; que mantenga leyes que garantizan derechos subjetivos para las personas dependientes, que valore los cuidados y la importancia de la corresponsabilidad en los mismos. Elegiré una opción que reconozca el derecho de las mujeres a decidir libremente sobre nuestras vidas, sobre nuestro cuerpo, sobre nuestros derechos sexuales, que no permita que se retroceda ni un paso en los derechos alcanzados. Elegiré una opción que garantice la libertad de amar sea cual sea la orientación sexual, que reafirme su compromiso con el matrimonio igualitario, con las familias diversas,… Elegiré una opción que apueste por la inclusión educativa, que atienda las necesidades específicas de apoyo educativo, que cree nuevos recursos públicos para ello, que apueste por la innovación, por la investigación científica, que recupere el talento exiliado en tiempos de crisis y que no provoque nuevos exilios. Elegiré una opción que regule el mercado inmobiliario, que pinche la burbuja del alquiler, que evite los desahucios, la pobreza y el precariado; que apueste por el empleo estable y de calidad, por la diversificación de opciones laborales, por la redistribución de la riqueza y por parar la sangría de corrupción que asola este país. Elegiré una opción que no rechace al diferente, que acoja a las personas migrantes y no permita que sigan muriendo en el mar, que gestione los procesos migratorios respetando los derechos humanos. Elegiré una opción que se comprometa con el futuro del planeta, que frene el cambio climático y la destrucción de nuestra tierra y nuestros mares,… Elegiré dentro de lo malo, lo menos malo, porque ninguna opción me satisface plenamente, es cierto, porque todas se desenvuelven en un modelo neoliberal en lo económico aunque sí hay diferencias clave en el abordaje de los derechos sociales.
En estas elecciones nos jugamos el futuro, nos jugamos qué modelo de país queremos: un país para la convivencia o un país para la confrontación, donde la disidencia no sea respetada. Yo quiero un país que no torture animales, que no solucione los problemas de inseguridad con armas, que no denoste el feminismo, que no dé alas a las manadas, que los violentos no tengan sensación de impunidad con una justicia patriarcal, que no convierta mi trabajo en una “caza de brujas”,…
Por ese país iré a votar el 28 de abril, por las que no pudieron ver su sueño hecho realidad (se dice que de las más de 60 mujeres firmantes de la Declaración de Seneca Falls en 1848 sólo una pudo ejercer el derecho al voto, las demás murieron esperando…), por las que nos permitieron ejercer ese derecho en la actualidad y por las que lo deberán seguir ejerciendo en el futuro. Sé que esta no es la forma más perfecta de democracia, hay que seguir mejorando el sistema, el país y el planeta, pero como mujer, feminista y progresista, el próximo 28 elegiré un modelo de país diferente. Y tú ¿qué eliges?