Sobre el síndrome de la impostora

Durante este mes de junio, he escuchado/leído a varias mujeres a las que admiro referirse al síndrome de la impostora, a esa sensación de no ser lo suficientemente buena para estar ocupando una determinada posición, a cuestionar su propia valía,… Curiosamente jamás se lo he escuchado nombrar a ningún hombre que conozco… Ellos lo tienen claro, están donde quieren estar por sus méritos, por supuesto, ¿alguien lo duda? Pues sí, lo dudamos muchas. 

Para esta breve reflexión que quiero hacer vaya por delante que no soy experta en el dichoso “síndrome” (qué manía de patologizarlo todo), pero sí he leído que los déficits en la autoestima de las mujeres tiene mucho que ver con esa percepción de sentir que no es nuestro lugar, que no estamos lo suficientemente preparadas, que seguro que alguien lo hará mejor,… Pero, ¿por qué las mujeres tenemos esos déficits? ¿Por qué nos construimos colectivamente como carenciadas? ¿Idiosincrasia femenina? Pues no, desigualdades estructurales, machismo y patriarcado.

Resulta agotador estar demostrando doblemente que valemos cuando las estructuras sociales sexistas no favorecen para nada nuestra promoción profesional; la eterna vinculación a los cuidados de las mujeres nos dificulta dedicar tiempo a estancias internacionales, publicaciones, preparación de ponencias, congresos,… si no tenemos una red de soporte que realice determinadas tareas por nosotras, si estamos solas con nuestro yo y las circunstancias, difícilmente vamos a poder estar al 100% en el ascenso laboral, y eso nos genera frustración y malestar, claro, pero no es un problema individual, es un problema colectivo. Por tanto, no necesitamos un abordaje individual con una o un coach (ahora que están tan de moda) que nos diga ¡nena, tú vales mucho! (que diría Carmen Maura), ya sabemos que valemos, el problema es tener las oportunidades para demostrarlo. Mientras ellos se apoyan en una red de cuidados domésticos y afectivos sostenida por mujeres, muchas de nosotras no tenemos red, y saltar al vacío sin red es un suicidio seguro. Luego nos dirán que no llegamos… naturalmente que no llegamos, me gustaría ver la trayectoria de un ayudante doctor en una universidad pública asumiendo una crianza de dos peques de 2 y 5 años al 100%, además del cuidado de su padre dependiente, a ver cuántas estancias y publicaciones le da tiempo en medio de papillas, cambio de pañales y puesta de lavadoras (por decir algunas de las numerosas tareas de intendencia doméstica).

El problema entonces no es que seamos impostoras, el problema es la desigual e injusta división sexual del trabajo; el problema es una estructura que, por mucha campaña de conciliación de la vida personal, familiar y laboral, no cuenta con suficientes recursos públicos de apoyo para favorecer la promoción de las mujeres; el problema, crucial, es poner el acento en unas carreras profesionales estresantes y meteóricas, en lugar de reconocer con el mismo valor la dedicación a la crianza y los cuidados, y el problema, también, es que estas últimas se sigan atribuyendo, prácticamente en exclusiva, a las mujeres.

En conclusión, querida, no eres tú, es él; es el morro masculino que, aunque no se entere de nada y sea un analfabeto funcional, opina y se lanza a todo, contando con la validación social (es lo que tiene la masculinidad hegemónica) mientras que a nosotras se nos cuestiona doblemente. Mi consejo: echarle ovarios, además de contar con redes sóricas de apoyo entre nosotras, eso es fundamental; yo puedo ser brillante, pero si nadie me reconoce, poco tendré que hacer. De ahí que el apoyo mutuo entre mujeres y la práctica de la sororidad nos pueda conducir al éxito, y si no a un éxito en los contextos masculinizados, al menos a la satisfacción personal de sabernos poseedoras de una sabiduría que nadie nos puede arrebatar.

Termino este post la noche mágica de San Juan y lo dedico a una de las mujeres gallegas que lo ha inspirado. L. va por ti, y la canción, para todas…

 

6 comentarios sobre “Sobre el síndrome de la impostora”

  1. Muchas gracias compañera por visibilizar esta realidad que vivimos las mujeres y por realizar estos aportes y compartirlos. Se puede decir más alto, pero no más claro.

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