El texto que sigue a continuación fue escrito el 2 de abril, reconozco que en un momento de bastante cabreo. No pensaba publicarlo, pero qué diablos!, no voy a condicionar mi propia «creatividad». Desde la Asociación Contramarea que tengo la dicha y el honor de presidir, trasladamos nuestro malestar por lo que van a leer a continuación al Consejero de Igualdad del Cabildo Insular de Tenerife (eso sí, de forma más fina y más técnica). Hoy nos llegó la respuesta en el estilo ese, políticamente correcto, de: estudiaremos su solicitud pero igual no podemos hacer mucho al respecto, así que, como lo poco que nos queda es el «derecho al pataleo», en estos días de aniversario de indignaciones varias, yo voy a sumar una más. Que la disfruten!:
Hace años, muchos años, creía que ser feminista era lo mejor que le podía pasar a una en la vida; tomar conciencia de las desigualdades entre mujeres y hombres y luchar para erradicarlas se me antojaba el mejor quehacer del mundo, una labor que intentaba impregnara cualquier ámbito en el que desarrollaba mi trabajo. Una labor que hacía, y hago, porque me lo creo, porque lo siento y porque me sale de las entrañas, además de tener formación especializada, y mucha, para ello.
Sin embargo, el pasado 2 de abril descubrí en el Boletín Oficial de la Provincia de Santa Cruz de Tenerife que para que consideren a una persona “experta” en género e igualdad de oportunidades tiene que formar parte de una “lista”, que el Cabildo Insular ya se encargará de acreditar su “expertía” si cumple con sus requisitos, los suyos, claro. Yo siempre pensé que quien acreditaba la formación era la Universidad y luego, el reciclaje profesional se acreditaba con un currículum más o menos amplio, que podía ser engrosado por una multiplicidad de cursos, jornadas, congresos, seminarios,… impartidos por entidades públicas o privadas que tuvieran personal cualificado con algo interesante que decir en materias concretas.
También pensaba que las listas se hacían por varios motivos, entre otros: para acceder a un concurso-oposición (no es el caso), para etiquetar a personas indeseables (“listas negras”), o para etiquetar a gente “deseable”, para decir: esta es de mi cuerda y la que no esté en la lista, no, quienes no estén en la lista son las/os parias del sistema. El Cabildo de Tenerife parece haber optado por esta última opción, y cual lista de Schindler en la Alemania nazi, ha decidido crear su propia “lista”. El problema es que la de Schindler salvó vidas y esta no parece que vaya a salvar a nadie, bueno, sí, salvará a las/os que entren en la lista, el resto sucumbirá a la “inexpertía”.
Entiendo que el “loable” motivo que inspira la, llamémosla, “lista violeta”, es garantizar la calidad de las intervenciones en materia de igualdad. Y una, que para algunas cosas es un poco torpe (especialmente para entender como justos y ponderados los criterios del Cabildo), se pregunta, ¿garantizará la calidad de una intervención una persona que tenga 240 horas de formación en materia de género pero no tenga titulación universitaria ni sepa cómo intervenir con grupos ni se haya puesto delante de ninguno para dar siquiera una triste charla? Porque un pequeño detalle que no consta en las bases del Cabildo es la titulación universitaria requerida. Da igual que seas ingeniera, geógrafa, bióloga molecular o mecánica, si tienes formación en género; todo el mundo sabe que las historiadoras aprenden mucho de dinámica de grupos en su carrera, que las ingenieras industriales son expertísimas en estilos de comunicación, asertividad,… ¿Quién se dejaría practicar una intervención quirúrgica a corazón abierto por alguien que no sea profesional de la cirugía cardiovascular? Pues aquí parece que para trabajar en igualdad hay que ser de profesión “feminista”, da igual el resto de formación que tengas.
Otro punto gracioso en los criterios es el número de horas que se piden: 240, ni una más ni una menos, bueno, más sí, menos como que no cuela. Y es curioso que el Cabildo Insular que quiere ofrecer una base de datos de personas cualificadas no tenga en cuenta los criterios de la Federación Estatal de Asociaciones Profesionales de Agentes de Igualdad de Oportunidades (FEPAIO) que ha consensuado que las horas mínimas para acreditarse como Agente de Igualdad sean 275 horas. Ah! pero claro, qué despiste, el Cabildo no pretende crear una base de Agentes, pretende crear una “base de Expertas/os” (que como todo el mundo sabe es una nueva profesión con futuro). El problema es que el único Curso Superior en Género e Igualdad de Oportunidades de 240 horas lo impartió el Cabildo hace ¡¡¡8 años!!! Ah, se siente, si no lo hiciste te fastidias, siempre podrás pagar la “friolera” que cuesta un Máster Universitario, ah! que no tienes dinero para un Máster, pues te jodes y empiezas a contar horas en “cursos”, (sic) realizados por organismos oficiales (no valen Congresos, Jornadas, Encuentros, Seminarios,… ni vale que los hayan organizado las “parias” de una Asociación feminista – que ya se sabe que de “oficiales” tenemos poco), ah! que no llegas tampoco a las 240 horas, oh!, no puedes entrar en la “lista violeta”. Y ¡ojito! que la formación tiene que ser fundamentalmente presencial, que si es online, “ésta no podrá ser superior al 30% del cómputo total” (sic). Que te has matado haciendo formación online porque tienes que conciliar vida personal, familiar y laboral, ah! se siente, el Cabildo de Tenerife cree que la formación online no tiene “pedigrí” feminista suficiente. No sé qué opinará la UNED o la Fundación Isonomía (por poner un ejemplo) al respecto, pero les preguntaré. El Cabildo se carga de un plumazo la libertad de elección de las personas para decidir cómo formarse, con qué entidad formarse y cuándo formarse. Tampoco diferencian entre la formación a distancia, online, semipresencial,… esos pequeños matices se los saltan las bases… la única formación desestimable es la online.
Sin embargo, no deja de resultar curioso que las Administraciones Públicas estén apostando por la formación online para su personal (ej. la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias) y que otra Administración Pública le reste validez a este tipo de formación. ¿Será una manera de excluir a quienes opten por formarse de otra manera? Ains! qué mal pensada soy… bueno, hay un refrán que dice, piensa mal y acertarás.
Bueno, tranquilidad, que si no tienes formación, no importa, si puedes acreditar dos años de experiencia laboral en temas de igualdad, tu acceso a la lista está garantizado (eso sí, si presentas prácticamente hasta el color de las bragas de quien te ha contratado – ampliar la información en las bases –). Si eres autónoma o tienes mil horas de voluntaria que no puedes acreditar, ah! se siente, tampoco estarás en “la lista” (¡qué paradoja!, el propio Cabildo promueve voluntariado en violencia de género, a ver cómo se lo acreditan a quienes lo hagan). Que no tienes formación, ni has trabajado en esto, no desesperes, que si impartes docencia, investigas o publicas en estos temas, lo tienes fácil (huy!, me olvidaba que eso es para una pequeña élite vinculada a los Institutos de Estudios de las Mujeres y/o Departamentos Universitarios varios). Y cuidado con impartir otras materias que no sean específicas sobre igualdad incorporando transversalmente la perspectiva de género, que igual ya no cuela. En resumen, que no sé por qué extraña razón, algunas pensamos que la “lista violeta” ya ha nacido con nombre y apellidos propios y que la Administración está practicando un feminismo de la exclusión muy peculiar.
Frente a estas bases, no deja de resultar paradójico que el propio Cabildo Insular utilice a personas sin formación universitaria y con bastantes menos horas de 240 en formación en igualdad para formar a su personal técnico en violencia de género. ¡Qué gracia!, ¿no? Resulta que sin haber pasado por la Universidad, sin 240 horas de formación en igualdad se imparte formación a técnicas que llevan años currando estos temas. A lo mejor es que el formador del que hablo es hombre y está más legitimado, y que las que tenemos formación pero somos mujeres, y disidentes del “pensamiento único”, somos unas mindundis excluidas.
Así pues, quien esté en la “lista violeta” será guay, será la leche, la hostia en verso, y quienes no estén, unas/os totufas/os del género a quienes el sacrosanto Cabildo no acreditará ninguna expertía. Independientemente del ataque frontal que suponen estas bases a la libertad y a la equidad, y de las medidas que se puedan adoptar desde determinadas organizaciones al respecto, esta que está aquí ya avisa que no va a formar parte de ninguna lista. ¡Y a ver quién tiene bemoles de cuestionar mis conocimientos (adjunto currículum por si alguien tiene ganas de contar horas, yo no tengo tiempo).
Será que la crisis cada vez deja menos hueco de mercado y algunas avispadas han pensado en dar un par de culazos pa’colocarse en mejor posición de salida, oiga, no vaya a ser que vayan a llamar a alguien para dar una charla a un grupo de mujeres, pongamos en Santiago del Teide, por ejemplo, y vaya a acudir una advenediza que tenga menos de 240 horas de formación en género. Conozco un número muy significativo de mujeres que jamás podrán acreditar nada de lo que se pide en las bases, y cuya experiencia vital y visión feminista de la vida le daría diez mil vueltas a cualquier cría recién salida de la Universidad con su Máster bajo el brazo, pero sin ninguna habilidad para enfrentarse a grupos de mujeres, de jóvenes o de niñas y niños. Conozco mujeres que en horas de lectura de textos feministas les darían otras diez mil vueltas a toda la comisión completa que vaya a acreditar a la “lista violeta”. Conozco mujeres, en definitiva, muy sabias que nunca van a formar parte de esa lista. Unas porque haremos insumisión a la lista, como una servidora, otras porque el “gueto” feminista se ha encargado de impedírselo.
Cuando se publicaron las bases coincidí con la presidenta de una Asociación de Mujeres (cuyo nombre no daré para que no la estigmaticen por dirigirme la palabra) y le comenté si sabía algo de la lista, me respondió que mejor se dedicaran a hacer otras cosas más útiles y a dejar de perder el tiempo, algo con lo que coincido plenamente. Y es que resulta que desde que el feminismo se ha institucionalizado se ha perdido el contacto con la realidad. La burocracia nos devora y hasta para asistir a una charla de dos horas tienes que presentar una instancia en el Cabildo (eso sí, no vale por vía telemática, que ya sabemos que lo online gusta poco en el área de igualdad del Cabildo), que para ir a un curso de formación en género tienes que acreditar previamente formación en género (¡sí! en serio, no vayamos a formar a gente sin formación previa, no les vaya a gustar esto del género y tengamos más competencia).
No es normal que las áreas de igualdad de los Ayuntamientos tengan personal técnico mano sobre mano “porque no tengo recursos”, no es normal que se llame al área de igualdad de un municipio preguntando si están funcionando grupos de mujeres, talleres o algo que puedan hacer las mujeres del municipio y te digan que no hay nada, entonces ¿qué diablos se está haciendo por la igualdad? No es normal que se haga feminismo de 8:00 a 15:00 horas, que no se esté trabajando en la calle, que no se dinamicen los grupos de mujeres, que no se fomente el trabajo comunitario por la igualdad, no, no es normal. Y además de no ser normal, no es ético, no es ético que se gasten millones en pagarle a “expertas” planes de igualdad que no se ejecutan porque el dinero que tenemos nos lo gastamos en diagnosticar y planificar y ya no nos queda para ejecutar. No es profesional que los recursos humanos se escuden en la falta de medios, cuando un recurso humano bien preparado puede hacer virguerías en igualdad, que para hacer grupos sólo hacen falta personas y espacios, y hay muchos centros vacíos y muchas plazas sin okupar. No, no es normal, ni ético, pero además es muy triste. Es muy triste que las/os profesionales hayan dejado de “hacer la calle” para encerrarse en los despachos y las Administraciones Públicas se gasten los dineros en subcontratar servicios que podría hacer el personal técnico propio. Pero ya no vemos a la gente, no escuchamos sus demandas, sus necesidades, sus anhelos, sólo vemos papeles y nos olvidamos que tras los muros de nuestros despachos está la realidad. Y la realidad no entiende de “formación en género”, la realidad demanda empleo, medidas para conciliar la vida personal, familiar y laboral (eso sí, ¡que no sean online!, por favor!!! – léase con sentido irónico –), espacios de encuentro donde no se juzgue cuán feminista eres; demanda escuelas infantiles, acceso a puestos de poder, recursos para atender a la dependencia, políticas sanitarias que incluyan las necesidades de las mujeres, recursos para superar la violencia de género,… demanda, en definitiva, respuestas acordes con lo que se vive más allá de las puertas de un despacho.
De mi militancia feminista he aprendido muchas cosas, pero la principal es que el conocimiento se construye entre todas, pero todas, todas, todas. Que nadie puede arrogarse el derecho de sacar un “feministómetro” para decir que alguien vale si tiene 240 horas de formación, pero no vale si tiene 190. Y que el “pedigrí” feminista se mide de otras muchas formas que contabilizando horas de cursos y que la formación y la experiencia se alcanzan dándole oportunidades a la gente, no restándoselas.
Dentro de unos cuantos meses se cumplirá mi segundo mandato al frente de una Asociación feminista, “Contramarea”, y pasaré el testigo a compañeras más jóvenes que probablemente no alcancen 240 horas de formación (en “cursos”), pero que sí puedo garantizar que son feministas, expertas en género e igualdad y que no necesitan ninguna lista que las acredite.
Así que si alguien quiere llamarnos para trabajar por la igualdad, aunque no estemos en la lista del Cabildo, puede contar con nosotras (incluso, para según qué cosas, hasta gratis, ya lo hemos hecho, a ver cuántas “expertas” pueden decir lo mismo). Por nuestra parte, nosotras también seguiremos contando con todas, aunque no formen parte de “la lista”.