Tras dos meses sin escribir ni una sola línea en el blog (he estado escribiendo muchas líneas de otros temas, pero no aquí), retomo este espacio saturada de acontecimientos que han tenido lugar en este tiempo de silencio bloguero. Y lo hago apresuradamente porque mi vida sigue un ritmo frenético que, según mis amigas, acabará por pasarme factura (a lo que yo me resisto de forma denodada). En estos meses hemos seguido batallando contra la contrarreforma de Fachardón subiéndonos al «Tren de la Libertad» («Tranvía» en Tenerife), registrando nuestros cuerpos como símbolo de resistencia ante las injerencias de otros en nuestros úteros y en nuestra capacidad de decidir y nos han excomulgado ipso facto por colaborar con el aborto. Mientras, Rajoy dice que España se va recuperando de la crisis de forma apoteósica, olvidando la pobreza infantil, los recortes de los derechos de ciudadanía y los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. También hemos asistido ojipláticas a la eliminación de la «justicia universal» de forma exprés, comprobando que nuestro gobierno sigue primando sus intereses económicos frente a los Derechos Humanos.
Y en todo ese fragor, se produjo el aniversario del 23F y la polémica emisión en La Sexta del programa de Jordi Évole «Operación Palace», que incendió las redes sociales y generó las batallas dialécticas más polarizadas entre quienes pensamos que el mockumentary era una ingeniosa y entrenida hipótesis sobre lo que podía haber sucedido (con aspectos tan disparatados como el hambre de Fraga y la división de la izquierda a consecuencia de que Carrillo no se tumbara en su asiento) y quienes se sintieron estafados y decepcionados con Évole. Me llamó poderosamente la atención el revuelo que se armó a consecuencia de la emisión del falso documental, y sin entrar en cuestiones de ética periodística que sí pondrían algunos matices a la operación ideada por el conductor de «Salvados», lo cierto es que para mí su emisión vino a confirmar varias cosas:
1) Vivimos en una sociedad de gran analfabetismo mediático en la que la «presión de grupo» sigue siendo determinante a la hora de conformar estados de opinión. Personajes públicos del periodismo, la política, el arte,… creyeron a pies juntillas que Garci había dirigido el 23F y orientaron los «tuits» de numerosas personas al feroz rechazo hacia la «broma» de Évole. Afortunadamente, en esta «sociedad líquida» que diría Bauman, todo es efímero y la bronca duró poco. Habrá que ver a partir de ahora cómo van las audiencias de «Salvados» (aunque hay que recordar que «Operación Palace» no era «Salvados»).
2) Hemos vivido una transición penosa, con heridas aún no cerradas (y que los gobiernos conservadores se empeñan en dejar abiertas y en las cunetas), y pese a que han transcurrido 33 años del frustrado golpe de Estado de Tejero and company, parece que en este país hay temas que siguen siendo intocables… y ocultos (no olvidemos que los archivos del 23F siguen clasificados).
3) Y tercera cosa, hasta mi idolatrado Iñaki Gabilondo tiene un precio, y mi también idolatrada «Sexta», entra en el juego de las audiencias como la más asquerosa Tele5. Pero pese a esa cruel comprobación, casi prefiero que entren en el juego de Évole a que llamen «tía payasa» a Cecilia Malström, Comisaria de Asuntos de Interior europea, como hace el misógino de Jiménez Los Santos, por citar alguna de sus recientes «perlas» radiofónicas. Es paradójico que mientras se rasgan las vestiduras con Évole, impresentables del TDT-party sigan soltando machistadas a diario y no pase absolutamente nada.
Y así, mientras se hablaba hasta la saciedad de lo incorrecto o lo ingenioso que era Évole, no se hablaba de recortes, no se hablaba de las nuevas víctimas mortales de la violencia machista, no se hablaba del aborto, de los desahucios que se siguen produciendo, del exilio forzado de nuestras/os profesionales más brillantes,… y la gente no se indignaba y tomaba las calles para protestar contra un gobierno mucho más impresentable que Évole. La «Operación Palace» se convirtió en «Operación Anestesia», debatamos sobre asuntos intrascendentes que de lo importante ya se ocupa el gobierno de joderlo (vaya! mi primer taco de este post, no hay manera, soy incapaz de escribir de forma elegante).
Y todavía lamentando las pérdidas de Dunia Ayaso, Silvia Tubert o Ana Mª Moix, el 8 de marzo se acerca especialmente combativo. Nuestra salud sexual y el derecho a decidir libremente sobre nuestro cuerpo y maternidad está en juego y dado que voy a estar perdida del mundo bloguero (y del mundo en general) esta semana carnavalera coincidente con el 8, aprovecho para desear a mis lectoras y lectores una reivindicativa jornada. Que se mantenga el espíritu de lucha, porque como dijo la diputada de Amaiur, Onintza Embeita, «en mi coño y en mi moño, mando yo» (creo que fue la primera vez que esa acepción de coño se escuchó en el Congreso, jajajajaja, algo está cambiando!)