Como lo prometido es deuda, dije que cuando volviera de la Bajada de la Virgen de La Palma contaría algo de ello, así que allá va.
Hacía 10 años que no iba a ninguna Bajada (para quien no lo sepa, estas fiestas, típicas de la isla de La Palma, se celebran cada 5 años, de ahí lo de fiestas lustrales –> La Bajada for dummies) y la verdad es que cada lustro se superan con creces. Esta Bajada ha sido realmente preciosa salvo por la cobertura mediática de la «atinómica» (Televisión Autónomica Canaria, conocida popularmente por su enchufismo y su mal hacer periodístico) que debieron pensar que en el Minué lo más importante era el que tocaba la flauta. Pero bueno, vamos por partes (dijo un descuartizador, L dixit)…
Las fiestas de La Bajada suelen durar prácticamente dos meses ya que desde junio hay actos con este motivo y finalizan el 5 de agosto con la vuelta de la Virgen a su templo (por si hay alguien que todavía no lo ha deducido, la Bajada implica que la Virgen de Las Nieves baja de su templo enclavado en el monte, a unos kilómetros de la capital, a la ciudad y nos concede el honor de permanecer un par de semanitas largas en S/C de La Palma y luego vuelve a su iglesia hasta los próximos 5 años –> La Bajada for dummies).
Pero pese a todos los actos, los más importantes se concentran en dos semanas: las conocidas como «semana chica» y «semana grande» y no porque una sea más grande que otra, sino por la importancia de los actos que se celebran en cada una. Yo, como es lógico, llegué al comienzo de la Semana Grande porque para qué va una a perder el tiempo cuando todo el mundo va a La Palma a lo que va: a ver a los Enanos. Aún así, antes de los Enanos, hubo cosas realmente interesantes: el lunes 12 la Pandorga, un desfile nocturno de farolillos iluminados que simbólicamente alumbran el camino de la Virgen y que lo que supone es que los niños y niñas se entretengan portando las pandorgas y construyéndolas previamente para una corta vida (después del desfile acaban en el fuego). El martes 13, los Acróbatas, una expresión un tanto circense de acrobacias efectuadas por un grupo de niños/as y jóvenes muy ágiles. El miércoles 14, el Minué, un festival del siglo XVIII en el que jóvenes ataviados/as de época bailan emulando las fiestas cortesanas de dicho siglo. A mí particularmente me gusta mucho por el vestuario y la danza. Yo estuve viéndolo en el recinto de las fiestas y luego, con la intención de observar con más detalle el vestuario, me puse a verlo por la TVAC, claro que me entró tal mala leche que la apagué antes de finalizar y después de aprenderme de memoria hasta el último pelo de los que tocaban la flauta. Y es que «nuestra tele», la nuestra, la pública, debió considerar más interesante el coro que quienes danzaban, y que conste que no digo que el coro no tenga su importancia, pero en el reparto de planos los y las bailarines/as se vieron seriamente perjudicados. Y finalmente, el gran día, el 15, la Danza de los Enanos (ya linkeada más arriba). Los Enanos es magia, es ternura, es emoción para cualquier palmera/o que se precie. Es una de las actuaciones emblemáticas de La Bajada y hay que esperar 5 años para disfrutarla (con entradas agotadas para todas las funciones) y con actuaciones en la calle hasta más allá del amanecer. De hecho, bajo mi casa de La Palma bailaban tradicionalmente sobre las 7 de la mañana y este año llegaron a las 9 (por cierto, que para la próxima Bajada, alquilo el balcón a un módico precio, jejeje, porque todo lo más importante de las fiestas, incluida la Virgen, pasa por debajo). Y finalmente, el 16 de julio, el Carro Alegórico y Triunfal (que no fui a ver al Teatro porque me parece un poco rollo, pero del que disfruté en la calle en una versión para «pobres» que hicieron de forma gratuita). Y con esto y un bizcocho… finalizó la Semana Grande para mí porque me volví de La Palma antes de que bajara la Virgen perdiéndome otro acto tradicional de las Fiestas: el Diálogo entre el Castillo y la Nave.
Todo lo relatado fue aderezado por carrozas en su batalla de flores, desfiles de mascarones (o de Gigantes y Cabezudos popularmente en La Palma), conciertos y exposiciones de arte… muuuuuuuuuuchas exposiciones de arte. Porque La Palma en la Bajada es una eclosión de arte, descubrí auténticas joyas arquitectónicas rehabilitadas a dos pasos de mi casa y revisité las ya conocidas para comprobar de nuevo como cada Bajada La Palma viste sus mejores galas para recibir a visitantes y, cómo no, a la Virgen de Las Nieves, eje central, nos guste o no, de las fiestas.
Ah! me olvidaba, también visité la Feria de Artesanía y aproveché para hacer algo de turismo gastronómico, volviendo bien servida de queso de almendra y delicias varias de La Palma (la repostería de esta isla es absolutamente recomendable). Y después de dejarme una fortuna en camisetas, chapas, mecheros, delantales, imanes de nevera y figuritas (todo ello de enanos), me volví a mi casa con la añoranza de una próxima bajada en la que nos podamos volver a reunir todas las compañeras de la infancia (porque eso sí, cada dos pasos que dábamos por la calle había que pararse a saludar a antiguas conocidas).
Esta ha sido la Bajada del reencuentro, con las tradiciones y con la gente. A ver qué nos depara la próxima…