Indignación y resistencia

En los últimos tiempos estamos asistiendo a un recorte en los derechos sociales sin precedentes… y no pasa nada. Mientras el Madrid-Barça es capaz de movilizar a millones de personas frente a una pantalla (más incluso que cuando el mundial), el desmantelamiento del Estado de Bienestar parece que sólo preocupa a los viejos nostálgicos de la Resistencia. Y eso es lo que ha hecho Stéphene Hessel, un ancianito de 93 años, que ha logrado mover con un puñado de páginas a la apática sociedad del siglo XXI. Afortunadamente ha escrito poco, porque si el libro hubiera hecho un sesudo análisis del sistema capitalista en más de 100 páginas, no se hubiera movido ni dios, pero en esta sociedad donde casi nadie lee, se ha hecho un esfuerzo por entender y divulgar los pensamientos de Hessel a una velocidad de vértigo y gracias, fundamentalmente, a las redes sociales. Y son estas redes las que intentan movilizar a la ciudadanía frente a la crisis, frente a la vulneración de derechos, frente a la tomadura de pelo de las multinacionales, que en una sociedad en crisis siguen ingresando beneficios millonarios para sus accionistas. El mercado ha fagocitado al Estado, estamos a merced del capitalismo más feroz al que le hacemos el juego sin preocuparnos de las consecuencias. Pese a los mails de reenviar que nos piden que boicoteemos esta o aquella empresa, nadie quiere perder su estatus dejando de consumir. Las tiendas de marca siguen estando repletas (vayan si no al Corte Inglés y fíjense en Tous, es alucinante que para comprar un oso horroroso haya que hacer cola y coger número, como en las oficinas de empleo, qué paradójico!) y las TV de plasma salen de las grandes superficies con una facilidad pasmosa (pero eso sí, hay crisis).

La crisis que estamos pagando la clase media, no los accionistas del BBVA o Endesa, o del Santander o Inditex, no, la estamos pagando quienes perdemos poder adquisitivo cada día, quienes tienen sus salarios o pensiones congeladas, quienes se desesperan por encontrar trabajo, quienes no saben cómo llegar a fin de mes, pero tienen TV de plasma. No, no sólo hay una crisis económica o financiera, hay una crisis ética, hay una crisis política, de ideas, de movilización,… Mientras nos dan pan y circo (leáse Madrid – Barça, por ej.) no saldremos a tomar las calles para protestar por el tipo de educación desmovilizadora que están recibiendo nuestros/as hijos/as, por la falta de equipamientos y recursos sociales, por la no aplicación de la Ley de Dependencia, por el recorte en políticas de igualdad, en prestaciones económicas para quienes nada tienen,…

Pero los poderosos se empeñan en insistir que este modelo es el válido, que el capitalismo funciona, que no se pueden hacer las cosas de otra manera,… Y una minoría (o quién sabe, tal vez somos mayoría), nos empeñamos en resistir, en indignarnos con ese señor de 93 años que ha logrado en unos meses despertar muchas conciencias dormidas. Y sí, hay que tomar las calles, hay que hacerse visible, hay que resistir pacíficamente a quienes se empeñan en dejarnos sin recursos, sin ilusión y sin identidad. Por eso, el 15 de mayo hay que manifestarse, por una ciudadanía incluyente, participativa y democrática. Por una gestión alternativa y diferente de lo público, para que no nos sigan tomando el pelo y para que sepan que existimos, que no somos una minoría silenciosa, que creemos que otro mundo es posible.

Y para quienes estén en Tenerife, también hay que salir a la calle el 12 de mayo, porque también otra educación pública es posible.

Y para quienes estén en cualquier parte de España (y parte del extranjero), también hay que manifestarse el 22 de mayo. Un voto puede cambiar muchas cosas, un voto que castigue la corrupción, las listas con imputados/as, la eternización en el poder, las tomaduras de pelo a la ciudadanía,… un voto útil que promueva cambios auténticos y que no sirva para tener más de lo mismo.

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