Últimamente tengo la sensación de que hemos fracasado como especie, que vamos abocados a la autodestrucción y que las voces que pretenden frenarla se enfrentan a tal entramado de poder que resulta totalmente imposible vencerlo. A la ciudadanía solo nos dejan la calle, los gritos, los cánticos, la lucha pacífica y feminista,… pero frente a la corrupción, la psicopatía de nuestros gobernantes y la inacción y pasividad cómplice de burócratas sin alma, a nuestro mundo no le queda mucha esperanza… ni tiempo.
La Cumbre del Clima ha fracasado estrepitosamente. Da igual que millones de personas en todo el planeta reclamen un giro radical a las políticas ambientales y un freno al capitalismo brutal que nos lleva a la autodestrucción, da igual, a ellOs, a los poderosos les da igual. Y los que no están en la parte de la Cumbre donde se toman las decisiones se dedican a insultar a una adolescente de casi 17 años que ha hecho más por el planeta en los últimos meses que quienes la insultan en toda su vida.
Da igual que urja un mundo sin fronteras donde ningún ser humano sea considerado “ilegal”, da igual que nuestras políticas migratorias estén conduciendo diariamente a la pérdida de vidas humanas en el mar, da igual…
Da igual que las mujeres y niñas/os seamos la población más violentada del planeta, da igual que la violencia sexual se halle desatada con la impunidad de muchos agresores; da igual que se dicten sentencias ejemplares para violadores en algunos países como el nuestro (Spain, one point), siempre saldrán los machirulos de turno a decir que la culpable es la víctima por ir provocando, siempre sembrarán la sospecha sobre las mujeres y no se pondrá el foco sobre los agresores.
Da igual que profesionales comprometidas/os nos esforcemos por promover la cultura del buentrato, por construir un mundo igualitario y sostenible, da igual, porque realmente no tenemos el control de la situación. Porque siempre habrá alguien muy por encima que se resista a los cambios, que prefiera el odio al amor, la intolerancia al respeto, la riqueza y el poder a la justicia social y los Derechos Humanos, y frente a eso no hay nada que hacer. Podemos llenarnos la boca con bonitas frases como “siempre nos queda la palabra”, “la educación lo cambiará todo”,… Pues no, la educación no ha cambiado demasiado en estas últimas décadas, las manadas han pasado por escuelas, los líderes que nos gobiernan también y las palabras han servido de poco. Hay algo más profundo que transformar: estructuras patriarcales de poder, mentalidades sexistas, clasistas, racistas e irrespetuosas con las diversidades. Y sobre todo, hay algo más profundo que generar: empatía, amor. Mientras eso no se trabaje de forma continua y vivencial no habrá cambio posible… El problema es que no nos queda tiempo.
El balance colectivo de este 2019 es frustrante, los avances son tan mínimos, y los retrocesos tan preocupantes (ej. auge del fascismo) que no sé si desear que en 2020 nos caiga ya el meteorito y nos libre de esta sinrazón. Mientras sigamos permitiendo un mundo construido en base a la explotación, opresión y violencia sobre buena parte de la humanidad, no podemos permitirnos el lujo de llamarnos humanos… Quizá en las humanas esté la alternativa…