El 25 de mayo la ciudadanía está llamada a las urnas para decidir quién va a regir los destinos de la Unión Europea los próximos años. Si ya hay desencanto y desafección política en nuestros entornos más cercanos, por Europa no les quiero ni contar! A “Europa” todavía la sentimos lejana, sin embargo, muchas de sus decisiones marcan las políticas de sus Estados miembros. Sus Directivas (entre otras disposiciones) son de obligado cumplimiento y de Europa hemos obtenido fondos millonarios que han permitido el desarrollo de programas de inserción sociolaboral o el desarrollo de infraestructuras que han beneficiado a muchos territorios españoles, por tanto, no nos tendríamos que sentir tan desvinculadxs de Europa. Sin embargo, últimamente no paro de escuchar a amigxs y colegas que el 25 de mayo no irán a votar porque, atención a las razones…
– Prefiero irme a la playa o a tomar unas cañas
– ¿Para qué si todos los partidos son iguales? Una panda de ladrones y estafadores
– Nos van a gobernar los de siempre
– El sistema requiere un cambio profundo, así estaremos siendo cómplices del sistema
– Y bla, bla, bla en la línea de lo antedicho
Curiosamente, a quienes más he oído decir que no van a votar son chicos, hombres que en su momento se caracterizaron por ser de “izquierdas” o que en estos momentos se consideran tan, tan, tan de izquierdas que se han salido del mapa de lo “chachiprogres” que son. Hombres privilegiados que, en general, salvo excepciones dictatoriales, han disfrutado siempre del derecho al voto, cosa que no hemos disfrutado las mujeres y quizás por eso nosotras, o al menos yo, lo valoremos más.
Creo que efectivamente nuestro sistema necesita un cambio profundo, una transformación radical que haga que las democracias sean realmente participativas y no sólo representativas, que el poder esté en manos de la ciudadanía y no del capital, que la riqueza se redistribuya, que los servicios públicos funcionen bien, que no se recorten nuestros derechos y se privaticen bienes esenciales para la supervivencia,… Sí, el sistema necesita un vuelco, y probablemente participar en unas elecciones no sea la mejor manera de cambiar el sistema, pero es una de ellas. Hay quien dice “si no vota nadie lxs políticxs tendrían un mensaje claro, no nos representan”, pero ¡por favor! ¡eso no va a suceder! siempre votará alguien, sobre todo la derecha, cuya disciplina de voto es férrea y muy poco “movible”. La actual izquierda en cambio es un ente disperso, fragmentado e incoherente en muchos casos que no está logrando atraer el voto desencantado y que se ocupa más en enzarzarse en luchas internas que en ofrecer una imagen de unidad y alternativa real a los gobiernos conservadores. Así las cosas, tenemos que el voto ausente de la izquierda = beneficio para la derecha. En estos momentos el abanico electoral es tan amplio que hay formaciones políticas que pueden representar los intereses de casi cualquier persona. No votar me parece una opción cobarde y peligrosa, porque las cosas no se cambian “tertuliando” en programas de radio o televisión o en la barra de un bar, las cosas se cambian desde el activismo, la participación social pero también desde la legitimidad democrática que dan las urnas. ¿Qué pasaría si toda esa gente desencantada que dice que no va a votar, prácticamente la mitad del electorado, votara a formaciones de izquierdas? Para exigir que nuestrxs representantes cumplan nuestras demandas, previamente deberíamos elegirlos ¿no? Me hace gracia que gente que no ha votado en la vida se llena la boca reclamando en los bares pero las urnas parece que les generan urticaria.
Creo en la coherencia y en la democracia, y para construir un nuevo modelo de sociedad, para echar a esos/as auténticxs antisistema (que diría Wyoming) que son quienes realmente se están cargando nuestros sistema de bienestar, para eso, hay que votar. Luego no nos podremos quejar de que nos vuelva a gobernar la derecha, tendremos lo que habremos creado, un monstruo!
Como mujer y como feminista no puedo desperdiciar mi voto porque no me guste el sistema, entre las opciones que se presentan estoy segura de encontrar a alguna que me represente más que otras, y tengo claro que el empeño de Clara Campoamor tiene que servir para algo, no para que hoy, más de 80 años después, desperdiciemos la lucha de las sufragistas que nos precedieron tiradas en la playa. Quizás quienes han disfrutado de históricos privilegios no lo puedan entender, pero al menos las mujeres deberíamos estar en otra onda.
Este 25 de mayo nos jugamos mucho, nos jugamos la orientación de las políticas comunitarias en materia económica y social, y no olvidemos el impacto que las actuales han tenido en nuestro país, si queremos transformarlas, las urnas nos dan una oportunidad para ello. Eso no es obstáculo para que sigamos trabajando desde otros frentes por subvertir el orden hegemónico capitalista y patriarcal, pero mientras no se produzca una revolución en el sistema, el que tenemos, y que no queremos, lo podemos ir cambiando también con nuestro voto.