Qué estrés de día! Hoy se celebra la Diada catalana, en plena batalla lingüística, que una se pregunta, ¿qué manía tienen los fachas con querer homogeneizar a todo el mundo? El castellano ya está bastante afianzado, no se va a perder nuestro idioma porque en Cataluña hablen más en catalán que en castellano. También hoy se recuerda a las 20.000 víctimas del terremoto de Japón de hace seis meses. Pero la conmemoración «estrella», el 11-S que atrae todas las miradas, es el décimo aniversario del atentado contra las Torres Gemelas (y más, pero parece que el avión del Pentágono o el 93 de United pasaron más desapercibidos). Hoy toda la prensa nos interpela preguntándonos qué hacíamos ese día, yo ni me acuerdo, pero vamos, que tampoco me acuerdo de lo que hice ayer, con mi memoria de pez, no es extraño. Pero sí soy consciente de las consecuencias que han tenido los atentados. Si hubieran sucedido en Bangladesh, en Tayikistán o en Tombuctú, hubieran pasado sin pena ni gloria, aunque se hubiera masacrado a toda la población, pero Al Qaeda golpeó los Estados Unidos de América, y eso resultó imperdonable. Siempre ha habido clases, y un muerto estadounidense vale más que uno (o una) somalí, por ejemplo. Así que, durante unos años, los yankis nos tuvieron saliendo a la calle, día sí y día también, para gritar: ¡Guerra no, guerra no, guerra no! aunque el trío de las Azores (con Ansar de aliado) nos hiciera puñetero caso. Porque qué mejor respuesta a los atentados que una guerra, ya se sabe que la violencia hay que combatirla con más violencia, es lo más básico que te enseñan en 1º de Derechos Humanos, y qué mejor salida al arsenal armamentístico acumulado desde la Guerra Fría que ir a matar «terroristas» islámicos (bueno, y población civil a mansalva, pero eso eran daños colaterales sin importancia).
El 11-S dio paso a un nuevo orden mundial, un sistema belicista, imperialista, absolutamente patriarcal y conservador que trajo consigo la mayor crisis económica que mi antedicha memoria de pez recuerda. El mundo ha vivido con miedo durante una década, la extremas medidas de seguridad (¿?) aeroportuaria, por ejemplo, no impidieron el trágico atentado que sufrimos en España otro día 11, el 11 de marzo de 2004. Sin embargo, la paranoia contra todo lo que sonara árabe aumentó, la islamofobia se disparó y prácticamente toda persona con un atuendo no occidental se consideraba un/a terrorista en ciernes.
Y así vamos pasando los aniversarios, en un mundo cada vez más convulso, en manos de tiburones financieros, con mayores pérdidas de democracia, con el desmantelamiento de los Estados de Bienestar,… porque lo que importa ya no son las personas, son las grandes multinacionales.
Y mientras fijamos la vista en los haces de luz que parten de la zona cero del World Trade Center, nos olvidamos de otro aniversario que ocurrió también un 11 de septiembre de hace 38 años, en 1973, en un país no tan «poderoso» como EE.UU., en Chile, pero que supuso un auténtico mazazo a la democracia: el golpe militar contra Salvador Allende. Pero claro, Chile no es EE. UU. (afortunadamente) y la gente tiene poca memoria histórica. Y si en este mundo hay algo que merece la pena conservar es la memoria. Quizás sea lo único que impida que volvamos a cometer los mismos errores.