Hace una semana recibo la llamada de un colega (trabajador social) porque estaba un poco alucinado de la respuesta de los Servicios Sociales municipales ante un caso. Fue el siguiente: una niña de 10/11 años, en un taller sobre igualdad de género en el cole, escribe en un ejercicio que su padre le pega a su madre y no quiere que eso siga pasando. La directora del cole comenta el caso en una reunión con los Servicios Sociales municipales y con el trabajador social de Educación (mi colega); respuesta de Servicios Sociales: «Vamos a citar al padre y a la madre y ya vemos»! Afortunadamente, mi colega pudo parar el desastre y se va a seguir el protocolo adecuado: 1º entrevista a la niña para recabar más datos, 2º entrevista a su madre para valorar la situación y 3º en función de la información recabada, actuar en consecuencia.
Fruto de la indignación de esa mala práctica y de pensar que todavía queden profesionales del Trabajo Social que se planteen sentar a víctima y verdugo a una misma mesa, surgió la propuesta de elaborar un Decálogo para la intervención social ante las violencias machistas desde la Comisión de Género y Políticas de Igualdad del Colegio Oficial de Trabajo Social de S/C de Tenerife. Creo que, afortunadamente, es una minoría la que conserva esos planteamientos (o al menos eso quiero creer) pero con que un/a solo/a profesional del Trabajo Social actúe así le puede destrozar la vida a una mujer.
Aprovechando este 25 de noviembre, comparto desde este blog el Decálogo elaborado:
“Decálogo para la intervención social ante la violencia machista”:
1) CREER A LA VÍCTIMA. La acogida inicial para una mujer que ha sufrido violencia es fundamental; evitar los juicios de valor, el cuestionamiento de su comportamiento o minimizar o justificar las agresiones.
2) Identificarnos. La mujer debe saber en todo momento con quién habla y tener una forma de contacto con la/el profesional tras la entrevista social.
3) Entrevistar a la víctima, no al agresor. Cuando se detecta un caso de violencia machista (sea del tipo que sea) no se puede plantear el abordaje como una “intervención familiar”, no se puede llamar a la misma mesa a víctima y verdugo. El protocolo a seguir pasa por atender primero a la agredida, las actuaciones que se deriven de esa primera escucha activa y técnica a la mujer considerarán lo que ella decida, con una adecuada valoración del riesgo y un asesoramiento técnico con perspectiva de género. Y muy importante, no centrarse en la última agresión sino en todo el proceso de violencia que haya sufrido la mujer.
4) Proporcionar a las mujeres información objetiva. No vender “milagros”, el sistema a veces falla; la denuncia no es la panacea aunque sea necesaria y eficaz en la mayor parte de casos, pero las mujeres tienen que conocer lo que conlleva un proceso de ruptura de la violencia, los riesgos y los apoyos humanos, económicos, sociales,… reales con los que podrá contar. No se trata de trasmitir pesimismo a las mujeres sino acompañamiento, apoyo y empatía realista.
5) Valorar adecuadamente el riesgo y derivar a los recursos especializados. La intervención interdisciplinar es fundamental para valorar a qué nivel de riesgo se enfrenta la víctima ya que minimizarlo puede incrementar el peligro. Vincular a las mujeres con recursos especializados en violencia de género es el primer paso para superarla.
6) Enfatizar que la violencia es inaceptable. Apoyar a la mujer para que no se sienta culpable ni responsable por el maltrato y resaltar lo importante que resultaría para su bienestar romper con la violencia. Proporcionar información breve sobre la dinámica del maltrato y sus consecuencias y reconocer y valorar sus estrategias de afrontamiento ante la violencia.
7) Uso correcto de la terminología. Evitar en las entrevistas términos como “violencia familiar” o “intrafamiliar”, ya que eso supone atribuir la misma responsabilidad tanto a uno como a otra por la escalada de la violencia. Hablar de machismo, violencia,… nada de “relaciones tóxicas” o “conflictos de pareja”. Los conflictos existen y se pueden resolver, la violencia es un ejercicio de poder y control que puede llegar a acabar con la vida de una mujer.
8) Ayudar a realizar una proyección de futuro. Facilitar que la mujer elabore un “Plan de Seguridad”, explorando posibles soluciones y eligiendo la mejor decisión posible.
9) Jamás proponer la Mediación Familiar en casos de violencia machista. No se puede mediar entre dos personas que no están en la misma situación de igualdad. La propia Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, en su artículo 44.5 la desestima.
10) Respeto a los procesos. Acompañamiento en todo el proceso de recuperación hasta la plena autonomía es vital, sin imposiciones, sin fiscalizar y sin tratar a las mujeres como “menores de edad”. Ellas son dueñas de su vida y libres para tomar las decisiones que afecten a su vida.
Excelente María.A ver si cambian ese tipo de malas práxis. Cuanto daño ha hecho el modelo sistémico a la intervención con mujeres que sufren violencia de género. Un abrazo.
Gracias Karina! Totalmente de acuerdo! Un abrazo muy fuerte!