Crónicas de verano: lo que pasa en mi piscina

Disfruto del privilegio de vivir en una comunidad con piscina, sí, en esta mierda de mundo en crisis soy una privilegiada, y no por la piscina, sino por tener trabajo, techo y esas cosas que te hacen la vida un poco más fácil.

Cada verano intento bajar a la piscina cuando no hay casi nadie (misantropía veraniega) pero los fines de semana se hace difícil, así que tengo que convivir por un corto espacio de tiempo con un microcosmos que, no sé por qué extraña razón, creo que es un reflejo del mundo exterior. Yo vivo en una burbuja feminista, mis amistades de Facebook (casi 1500) van casi todas en mi onda, estamos contra la violencia, el patriarcado, el capitalismo neoliberal, a favor de la diversidad, de los derechos de las mujeres,… nos cuestionamos el sistema, apoyamos la libertad, la igualdad, la justicia,… en fin, el paraíso. Fuera de la virtualidad, mis redes sociales de apoyo van también en esa línea, conversamos, debatimos, disfrutamos de los pequeños placeres cotidianos como un atardecer o una cerveza con camarones; boicoteamos Mujeres y hombres y viceversa (MHYV) y somos fans de “El Intermedio” o “El Objetivo”, en definitiva, somos de esa gente comprometida con su realidad social y que quiere cambiar el mundo. Sin embargo, creo que somos minoría, una minúscula minoría.

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Reflexionando…

Mañana 24 de mayo se augura un día histórico para la democracia; nuevos partidos emergentes concurren a las urnas prometiendo un cambio necesario y urgente. La izquierda, más fragmentada que nunca, y la derecha, tocada y ¿hundida? por una corrupción incesante que hace sentir vergüenza ajena acerca de la gestión de lo público en nuestro país. Sigue leyendo Reflexionando…

Divagaciones previas a un primero de mayo

Tengo un autocompromiso de escribir un post al mes en este blog, pero mis últimos acontecimientos vitales (inicio de docencia universitaria) hacen que el tiempo disponible sea cada vez menor y los acontecimientos susceptibles de generar reflexiones cada vez mayores.

En estas últimas semanas la actualidad ha venido marcada por “Ratas”, piche, falta de ética e incompetencia gubernamental, vamos, lo habitual. Sigue leyendo Divagaciones previas a un primero de mayo

¿Formación en género sin perspectiva de género?

No pensaba escribir sobre esto, pero finalmente me voy a lanzar a hacer una reflexión sobre una formación a la que asistí la pasada semana en una Universidad de Verano. Cuando una asiste a una Universidad espera que los contenidos de la formación recibida tengan un nivel alto, bastante alto. Si yo me inscribo en un curso impartido por cualquier mindundi sin acreditación no voy a exigir calidad (de hecho, no me apuntaría), pero si pago 70 € y lo organiza la Universidad sí creo tener derecho a recibir una formación acorde a mis expectativas (que sí, son altas, pero entiendo que al centro productor de conocimiento por excelencia, la Universidad, hay que exigirle bastante).

No voy a identificar el curso pero sí ciertos elementos de su contenido o de las reflexiones que allí se dieron y que como feminista cuestiono. Si yo asisto a un curso sobre género, lo mínimo que espero es que sus docentes tengan una amplia formación en género (la mayor parte la tenían, pero hubo excepciones significativas) y no que me expliquen el complejo de Edipo. Las teorías psicoanalíticas han aportado una visión interesante sobre la construcción de la subjetividad humana y las identidades así como sobre la importancia de lo inconsciente en la vida de las personas, especialmente cuando tales teorías han pasado por una relectura feminista de las mismas (Juliet Mitchell, Julia Kristeva y todas las teóricas de la diferencia, Nancy Chodorow, Mabel Burin,… que, por cierto, no fueron citadas por la ponente que se explayó con el complejo de Edipo.) Mantener la ortodoxia freudiana en el siglo XXI para mí no tiene mucho sentido, y utilizar el complejo de Edipo a la hora de explicar la construcción de las identidades femeninas es algo que, en la actualidad, además de estar desfasado, está sobradamente cuestionado. Si en la triangulación madre – padre – hija, yo pregunto dónde quedan las parejas lesbianas o gays no se me puede responder que:

a)      Bueno, en esas parejas también habrá alguien que esté más tiempo con el/la peque, le dé el biberón, cree más vínculos,… (¡roles de género tradicionales!)…

b)      Cuando a mí se me ponen los pelos como escarpias y digo que hay parejas corresponsables, me dicen que eso es un fenómeno nuevo…

c)       Y cuando yo digo que gays y lesbianas han existido de toda la vida y que sigo sin ver cómo encajan en el complejo de Edipo de las narices, me dicen que… “claro, es que yo no he trabajado eso y de lo que no sé, no puedo contestar”, algo que me parece muy ético (no hablar de lo que no se sabe, cosa que en este país hace muy poca gente), pero insuficiente para un curso universitario.

Segunda “anécdota” del curso que duraba cinco días, al cuarto, y después de tres días mordiéndome la lengua ante la afirmación de que las relaciones de pareja son complementarias (heteropatriarcalmente hablando), pregunté qué significaba eso de la complementariedad porque no acababa de entenderlo; maticé que si yo quería un complemento me compraba un foulard y no me buscaba una pareja y que desde el feminismo se había trabajado mucho para considerar a las personas como seres completas, sin necesidad de “medias naranjas”, y entendíamos que las relaciones de pareja debían configurarse desde la horizontalidad y la igualdad, no desde la complementariedad. Respuesta desde el curso:

a)      “Hombres y mujeres somos complementarios biológicamente, si no, no podríamos tener hijos/as” (yo, al borde de un síncope, vuelvo a insistir en lesbianas y gays, quedé un poco machacona, sí, pero la invisibilidad LGBTI me tocó las narices, y también insistí en que se podían tener criaturas sin necesidad de un coito heterosexual, y además, aunque copulemos ello no quiere decir que seamos complementarios)

b)      Ante mi discrepancia se afirma algo así: “las teorías que rechazan la complementariedad son teorías totalitarias, y los totalitarismos son peligrosos y pueden generar patologías psicológicas importantes”. Ser una persona completa parece que no es muy “cool”.

Conclusión: ¡soy totalitaria y patológica!, así que tras 70 € de matrícula y ni una puñetera carpeta con folios para tomar notas (tuve que protestar a la organización para que me dieran una), he hecho una formación sobre género que no me ha servido para nada salvo para:

a)      Conocer compañeras muy interesantes en el curso, gracias especiales a Mélida por hacérmelo más soportable!

b)      Disfrutar durante una semana del sur de la isla, del jacuzzi del hotel y del buffet libre (algo es algo!)

c)       Ver películas que podría haber visto en Ia red (sí, una sesión del curso se dedicó a ver una película completa y otra a ver fragmentos casi completos). Está bien utilizar recursos audiovisuales, no digo que no, yo lo hago, el cine y la música aportan elementos de análisis importantes, pero cuando dispones de 20 horas lectivas y te dicen que no vas a poder aprender todos los contenidos y no te pueden explicar con detalle debido al escaso tiempo, invertir 4 horas en cine y no en el modelo que se suponía que el curso nos iba a transmitir me parece una organización del tiempo, cuando menos, curiosa. (En mi caso, los recursos audiovisuales los utilizo en cursos de más de 100 horas cuando hay suficiente tiempo para explicar contenidos al detalle).

d)      Aprender que no debo volver a hacer un curso sin rastrear previamente hasta el último dato de sus ponentes y comprobar su sólida formación en género (y reitero que varias la tenían, cierto, pero se “colaron” planteamientos preocupantes).

Puede que alguien piense que soy muy exigente pero me suele hacer ilusión aprender algo nuevo cuando voy a un curso; en este caso, las reflexiones entre las alumnas fue, tal vez, lo más interesante.

Operación Évole II (Carta abierta a Jordi Évole)

Querido Jordi, no podía imaginar que, después de hacer un post en este blog titulado “Operación Évole” a raíz de tu “Operación Palace”, pudiera coincidir contigo en el mismo espacio e incluso pudiera hacerte una pregunta incómoda. Pero sucedió. Ayer sábado 21 de junio, más de 500 personas, en lugar de disfrutar del solsticio de verano, nos dábamos cita en la sede de la Fundación Cajacanarias en Tenerife para escuchar a uno de los personajes del momento, a ti. Durante más de una hora y media, y de la mano de las preguntas de Juan Cruz, nos fuimos acercando al pensamiento y posicionamiento político y social del periodista que logró entrevistar a Arnaldo Otegi o a José Mujica, que visibiliza los escándalos de corrupción y denuncia los recortes, que puso de nuevo en el foco de atención mediática y social el accidente del metro de Valencia y que retrató la indecencia de Juan Cotino al no responder a tus preguntas. Nombres de hombres fueron desfilando durante la entrevista de Cruz. Ni una mujer relevante, bueno, miento, sí se habló de una mujer relevante, tu madre. Cuando Juan Cruz te preguntó si le habías enseñado el vídeo de “Operación Palace” a tu madre, enseguida respondiste que no, que a tu madre no, que para eso era mejor tu padre que era quien te había metido en el cuerpo el gusanillo del periodismo. Tu madre podía pasar una hora angustiada viendo la emisión del programa como el resto de los mortales de este país y pensando que nos habían engañado miserablemente con el 23F, no merecía tal deferencia. Ese comentario fue muy simbólico Jordi. Me hace cuestionarme la idea que tienes de las mujeres y me preocupa. Un tipo de izquierdas, comprometido socialmente, que durante todos los programas que ha hecho de “Salvados” no ha sido capaz de lograr una presencia paritaria de mujeres en sus reportajes y cuando ¿lo intenta?, el discurso de los otros tipos “chachi-progres” que aparecen monopoliza el tiempo disponible, el tiempo que también es de las mujeres.

De ahí mi pregunta incómoda, de ahí que en el momento de debate con el público impelida por la falta de tiempo sólo te pudiese decir que te iba a hacer una pregunta concisa porque yo también era periodista y sabía preguntar (sí, no como esa gente del público que en lugar de preguntar cuenta su vida). Así que, como introducción a la pregunta te dije que, dado que estamos en un contexto de “Construcción democrática” (nombre de la Asociación organizadora del evento que, paradójicamente, va en tu línea Jordi, en su Junta Directiva tienen 13 hombres y 3 mujeres, dando ejemplo “igualitario”), hay dos frases que me gustan especialmente, una «lo que no se nombra no existe» y otra, «no es democracia si no estamos nosotras»; desde el movimiento feminista se te echa en cara la invisibilidad de las mujeres en tus programas, así que ¿para cuándo un especial sobre violencia de género o sobre la reforma de la ley del aborto, para cuándo más visibilidad y protagonismo de las mujeres en tu programa? No sé si fue una percepción subjetiva mía, pero creí notar cierto rubor cuando escuchaste mi pregunta y los aplausos que brindó el público a la misma. Tu respuesta fue predecible, reconociste que tengo razón, que intentaste hacer algo sobre el aborto pero otro programa de la cadena se te adelantó (¡anda que no se hacen programas repetidos con distintos enfoques!) y que intentarías dar respuesta a mis demandas. Bueno, no es que me contentara pero algo es algo. La pregunta y la respuesta están grabadas por la organización (presupongo, porque dado que lo grabaron todo sólo faltaba que esta se borrara misteriosamente).

Al finalizar el acto me acerqué con la intención de precisar más algunas cosas, pero las hordas de “frikis” que querían una foto contigo lo hizo bastante complicado. Aun así, y señalando que yo no quería foto, te comenté que aparte de insivisibilizar a las mujeres, sí me parecía importante que hubieras abordado el tema de los recortes en Servicios Sociales, y que, como trabajadora social que también soy, además de periodista no ejerciente, te agradecía que hubieras entrevistado a compañerxs de profesión como Patrocinio Las Heras o José Manuel Ramírez, y ahí ya con tu respuesta llegó la decepción. Me dijiste: “¡pues haberlo dicho!” ¿Haberlo dicho? ¿HABERLO DICHO? Querido Jordi, como periodista sabes perfectamente que si tenemos un tiempo corto de preguntas no vamos precisamente a “dorarle la píldora” al entrevistado, vamos a “meterle el dedo en el ojo” de la forma más asertiva posible, claro está, pero vamos a preguntar lo incómodo, lo que no beneficie a él/ella pero sí sea de interés general. ¿Te imaginas que Juan Cotino fuese un repostero excelente y que tú en lugar de preguntarle por el accidente de metro le hubieras preguntando por lo bien que le salen las magdalenas? Sería surrealista, ¿no? Pues eso. Entiendo que poner en evidencia tu “misoginia interiorizada” (¿?) moleste, pero en eso consiste el periodismo, entre otras cosas, en evidenciar injusticias, y a mí me parece profundamente injusto que la mitad de la población esté (estemos) ausentes de un programa que se ha convertido en un referente del periodismo de investigación en este país, de un programa que sigo Jordi, no hablo de oídas, no me he perdido ni uno, y me he sentido decepcionada e infrarrepresentada. Cuando contabas lo de la furgoneta apostada durante horas a la “caza y captura” de Cotino me venían a la mente las horas que pasé haciendo guardia en la puerta de un juzgado para conseguir el auto de prisión de un “personaje” que fue noticia en Tenerife en la década de los 90, o de las entrevistas incómodas que también he hecho, o de las felicitaciones de un corresponsal de “El País” por mis preguntas, sí Jordi, sé de lo que hablo, las mujeres también podemos ser buenas periodistas además de ser noticia y merecer la misma cuota de pantalla que ellos. Tenemos muchas cosas que contar y podemos hacerlo desde una mirada diferente, una mirada violeta.

Espero que este viaje a Tenerife te haya servido, además de para disfrutar de las bellezas y la gastronomía de nuestra tierra, para incorporar la perspectiva de género a tus programas a partir de la próxima temporada. Ahí está el reto.

Nota: Una reflexión final, una vez cerrada mi “carta abierta”, sobre los momentos frikis. Yo reconozco que admiro muchas personas en esta vida y que en alguna que otra ocasión me he sacado fotos con “famosxs” (Última Experiencia, por poner un ejemplo reciente). Pero sólo he tenido dos momentos auténticamente frikis en mi vida, uno con Lila Downs, a la que adoro, con quien no tengo foto pero sí un CD firmado y la oportunidad de haber hablado con ella unos minutos, y otro con El Gran Wyoming con quien sí tengo varias fotos porque confieso que es mi ídolo, mi guía espiritual y mi amor platónico 😛 Bromas aparte, no acabo de entender ese afán de ciertas personas por inmortalizarse junto a un/a famosx. Yo hubiera cambiado mil fotos junto a Évole por 15 minutos de entrevista, cada una tiene sus prioridades, pero no deja de resultarme curiosa esa necesidad de la gente por tener un minuto de gloria junto a alguien que igual es menos valioso como persona que quien le reclama su atención. En el debate de ayer, un señor del público expuso algo muy significativo para introducir su pregunta, dijo: “yo sólo soy un ciudadano de a pie”, a lo que Juan Cruz rebatió desde el escenario: “nosotros también” y el señor contestó, “sí, pero mientras algunos pisan aceleradores de Mercedes Benz yo sólo piso aceras”, quienes pisamos aceras no deberíamos acorralar a un/a famosx para conseguir una foto (también son personas y se cansan de una invasión de su intimidad permanentemente), deberíamos trabajar para que todas las personas tuviésemos el mismo valor, la misma consideración social y una alta autoestima. Y sí, a mí me encanta sacarme fotos con gente (famosa o no), pero prefiero que esa gente sepa mi nombre, haya escuchado al menos algunas de mis ideas y si fuera posible, hayamos compartido un café (y más cosas). El resto sirve para fardar, que queda muy bien, pero nos estanca en ilusiones vacías. En esta sociedad líquida debería hacernos reflexionar al respecto.

Europa: Votar o no votar, ¿realmente esa es la cuestión?

El 25 de mayo la ciudadanía está llamada a las urnas para decidir quién va a regir los destinos de la Unión Europea los próximos años. Si ya hay desencanto y desafección política en nuestros entornos más cercanos, por Europa no les quiero ni contar! A “Europa” todavía la sentimos lejana, sin embargo, muchas de sus decisiones marcan las políticas de sus Estados miembros. Sus Directivas (entre otras disposiciones) son de obligado cumplimiento y de Europa hemos obtenido fondos millonarios que han permitido el desarrollo de programas de inserción sociolaboral o el desarrollo de infraestructuras que han beneficiado a muchos territorios españoles, por tanto, no nos tendríamos que sentir tan desvinculadxs de Europa. Sin embargo, últimamente no paro de escuchar a amigxs y colegas que el 25 de mayo no irán a votar porque, atención a las razones…

–          Prefiero irme a la playa o a tomar unas cañas

–          ¿Para qué si todos los partidos son iguales? Una panda de ladrones y estafadores

–          Nos van a gobernar los de siempre

–          El sistema requiere un cambio profundo, así estaremos siendo cómplices del sistema

–          Y bla, bla, bla en la línea de lo antedicho

Curiosamente, a quienes más he oído decir que no van a votar son chicos, hombres que en su momento se caracterizaron por ser de “izquierdas” o que en estos momentos se consideran tan, tan, tan de izquierdas que se han salido del mapa de lo “chachiprogres” que son. Hombres privilegiados que, en general, salvo excepciones dictatoriales, han disfrutado siempre del derecho al voto, cosa que no hemos disfrutado las mujeres y quizás por eso nosotras, o al menos yo, lo valoremos más.

Creo que efectivamente nuestro sistema necesita un cambio profundo, una transformación radical que haga que las democracias sean realmente participativas y no sólo representativas, que el poder esté en manos de la ciudadanía y no del capital, que la riqueza se redistribuya, que los servicios públicos funcionen bien, que no se recorten nuestros derechos y se privaticen bienes esenciales para la supervivencia,… Sí, el sistema necesita un vuelco, y probablemente participar en unas elecciones no sea la mejor manera de cambiar el sistema, pero es una de ellas. Hay quien dice “si no vota nadie lxs políticxs tendrían un mensaje claro, no nos representan”, pero ¡por favor! ¡eso no va a suceder! siempre votará alguien, sobre todo la derecha, cuya disciplina de voto es férrea y muy poco “movible”. La actual izquierda en cambio es un ente disperso, fragmentado e incoherente en muchos casos que no está logrando atraer el voto desencantado y que se ocupa más en enzarzarse en luchas internas que en ofrecer una imagen de unidad y alternativa real a los gobiernos conservadores. Así las cosas, tenemos que el voto ausente de la izquierda = beneficio para la derecha. En estos momentos el abanico electoral es tan amplio que hay formaciones políticas que pueden representar los intereses de casi cualquier persona. No votar me parece una opción cobarde y peligrosa, porque las cosas no se cambian “tertuliando” en programas de radio o televisión o en la barra de un bar, las cosas se cambian desde el activismo, la participación social pero también desde la legitimidad democrática que dan las urnas. ¿Qué pasaría si toda esa gente desencantada que dice que no va a votar, prácticamente la mitad del electorado, votara a formaciones de izquierdas? Para exigir que nuestrxs representantes cumplan nuestras demandas, previamente deberíamos elegirlos ¿no? Me hace gracia que gente que no ha votado en la vida se llena la boca reclamando en los bares pero las urnas parece que les generan urticaria.

Creo en la coherencia y en la democracia, y para construir un nuevo modelo de sociedad, para echar a esos/as auténticxs antisistema (que diría Wyoming) que son quienes realmente se están cargando nuestros sistema de bienestar, para eso, hay que votar. Luego no nos podremos quejar de que nos vuelva a gobernar la derecha, tendremos lo que habremos creado, un monstruo!

Como mujer y como feminista no puedo desperdiciar mi voto porque no me guste el sistema, entre las opciones que se presentan estoy segura de encontrar a alguna que me represente más que otras, y tengo claro que el empeño de Clara Campoamor tiene que servir para algo, no para que hoy, más de 80 años después, desperdiciemos la lucha de las sufragistas que nos precedieron tiradas en la playa. Quizás quienes han disfrutado de históricos privilegios no lo puedan entender, pero al menos las mujeres deberíamos estar en otra onda.

Este 25 de mayo nos jugamos mucho, nos jugamos la orientación de las políticas comunitarias en materia económica y social, y no olvidemos el impacto que las actuales han tenido en nuestro país, si queremos transformarlas, las urnas nos dan una oportunidad para ello. Eso no es obstáculo para que sigamos trabajando desde otros frentes por subvertir el orden hegemónico capitalista y patriarcal, pero mientras no se produzca una revolución en el sistema, el que tenemos, y que no queremos, lo podemos ir cambiando también con nuestro voto.

Entre el hastío y la estupefacción

Llevo casi dos meses sin inspiración para escribir y tampoco es que en este instante ande especialmente inspirada pero me voy a obligar a cumplir mi compromiso de un post al mes. En este tiempo que he estado ausente de mi blog han pasado muchas cosas, por ejemplo:

– Canonizan a un tipo que ocultaba la pederastia en la iglesia católica (papa para más señas, y no pienso dar más pistas! Ah! y no usar mayúsculas es consciente, no que no sepa escribir).

– Se muere un tío cuyo máximo logro en la vida es darle patadas a un balón y entrenar a otros que dan patadas a balones. Mi Facebook el día del evento luctuoso aparecía lleno de fotos suyas y hasta mis mejores amigos lloraban su pérdida. Yo, que soy una analfabeta funcional en esto de dar patadas a balones, tuve que recurrir a la Wikipedia para saber quién era el Sr. Vilanova y sus “grandes” hazañas. Aunque a mí ya nada me sorprende, no deja de resultar sorprendente que en este país se llore más a quienes dan patadas a los balones y a las mujeres que son asesinadas cada semana por violencia machista no las llore sino su entorno más cercano.

– Pero qué vamos a esperar de un país que permite que un sanador y tarotista que lidera un partido de extrema derecha en Euskadi, pretenda liberar a todos los maltratadores de las cárceles por considerar que han sido injustamente acusados por esas malvadas mujeres amparadas en la Ley contra la violencia de género. (De esto me he enterado hoy y ando especialmente indignada).

– También en este tiempo de ausencia, ha habido interesantes acontecimientos judiciales, entre otros, el polémico juicio mediático a Elpidio Silva, paradójicamente otro juez juzgado (¿recuerdan a Garzón?) por atreverse a sentar en el banquillo y enviar a la cárcel al machirulo cazador de Blesa que ha destrozado la vida a cientos de personas, con su producto estrella de “las preferentes”, hecho que viene a confirmar que en un país en el que no nos podemos fiar ni de nuestra sombra, menos debemos hacerlo de los bancos (o de la justicia, que en España está especialmente ciega últimamente).

– Parece que vivimos en un sitio donde la desmemoria, la ausencia de ética y la falta de escrúpulos campa a sus anchas, y así nos va, con corruptos en cargos políticos que no dimiten ni por equivocación y que, en ocasiones, aumentan su popularidad y sus votos una vez que son imputados, e incluso, condenados por delitos tan reiterados en nuestro suelo patrio como cohecho, prevaricación o malversación de fondos públicos, entre otros.

– Y en este contexto nos aproximamos a las elecciones europeas con una intención de voto que volvería a dar la victoria al PP, el partido que se ha encargado de desmontar el Estado de Bienestar, que nos quiere retrotraer al siglo pasado, pero muy pasado, con la anulación de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, pero no pasa nada, el voto de la derecha y la ultraderecha es inamovible… y el de la izquierda anda igual de desperdigado que siempre.

Este pasado 25 de abril se conmemoraron 40 años de la Revolución de los Claveles en nuestro vecino Portugal, a ver cuándo salimos aquí a cantar eso de: O povo é quem mais ordena o aquello de: Em cada rosto igualdade. Desgraciadamente, mucho me temo que en nuestro país no vamos a ver la igualdad ni el poder del pueblo en mucho tiempo, salvo que… alguno de los canonizados hoy obre un milagro!

(Lo siento, ando especialmente pesimista, ya lo decía el título, hastiada y estupefacta, espero que el próximo post sea más optimista, aunque no esperen muchos motivos para ello)

Operación Évole preludiando un 8 de marzo combativo

Tras dos meses sin escribir ni una sola línea en el blog (he estado escribiendo muchas líneas de otros temas, pero no aquí), retomo este espacio saturada de acontecimientos que han tenido lugar en este tiempo de silencio bloguero. Y lo hago apresuradamente porque mi vida sigue un ritmo frenético que, según mis amigas, acabará por pasarme factura (a lo que yo me resisto de forma denodada). En estos meses hemos seguido batallando contra la contrarreforma de Fachardón subiéndonos al «Tren de la Libertad» («Tranvía» en Tenerife), registrando nuestros cuerpos como símbolo de resistencia ante las injerencias de otros en nuestros úteros y en nuestra capacidad de decidir y nos han excomulgado ipso facto por colaborar con el aborto. Mientras, Rajoy dice que España se va recuperando de la crisis de forma apoteósica, olvidando la pobreza infantil, los recortes de los derechos de ciudadanía y los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. También hemos asistido ojipláticas a la eliminación de la «justicia universal» de forma exprés, comprobando que nuestro gobierno sigue primando sus intereses económicos frente a los Derechos Humanos.

Y en todo ese fragor, se produjo el aniversario del 23F y la polémica emisión en La Sexta del programa de Jordi Évole «Operación Palace», que incendió las redes sociales y generó las batallas dialécticas más polarizadas entre quienes pensamos que el mockumentary era una ingeniosa y entrenida hipótesis sobre lo que podía haber sucedido (con aspectos tan disparatados como el hambre de Fraga y la división de la izquierda a consecuencia de que Carrillo no se tumbara en su asiento) y quienes se sintieron estafados y decepcionados con Évole. Me llamó poderosamente la atención el revuelo que se armó a consecuencia de la emisión del falso documental, y sin entrar en cuestiones de ética periodística que sí pondrían algunos matices a la operación ideada por el conductor de «Salvados», lo cierto es que para mí su emisión vino a confirmar varias cosas:

1) Vivimos en una sociedad de gran analfabetismo mediático en la que la «presión de grupo» sigue siendo determinante a la hora de conformar estados de opinión. Personajes públicos del periodismo, la política, el arte,… creyeron a pies juntillas que Garci había dirigido el 23F y orientaron los «tuits» de numerosas personas al feroz rechazo hacia la «broma» de Évole. Afortunadamente, en esta «sociedad líquida» que diría Bauman, todo es efímero y la bronca duró poco. Habrá que ver a partir de ahora cómo van las audiencias de «Salvados» (aunque hay que recordar que «Operación Palace» no era «Salvados»).

2) Hemos vivido una transición penosa, con heridas aún no cerradas (y que los gobiernos conservadores se empeñan en dejar abiertas y en las cunetas), y pese a que han transcurrido 33 años del frustrado golpe de Estado de Tejero and company, parece que en este país hay temas que siguen siendo intocables… y ocultos (no olvidemos que los archivos del 23F siguen clasificados).

3) Y tercera cosa, hasta mi idolatrado Iñaki Gabilondo tiene un precio, y mi también idolatrada «Sexta», entra en el juego de las audiencias como la más asquerosa Tele5. Pero pese a esa cruel comprobación, casi prefiero que entren en el juego de Évole a que llamen «tía payasa» a Cecilia Malström, Comisaria de Asuntos de Interior europea, como hace el misógino de Jiménez Los Santos, por citar alguna de sus recientes «perlas» radiofónicas. Es paradójico que mientras se rasgan las vestiduras con Évole, impresentables del TDT-party sigan soltando machistadas a diario y no pase absolutamente nada.

Y así, mientras se hablaba hasta la saciedad de lo incorrecto o lo ingenioso que era Évole, no se hablaba de recortes, no se hablaba de las nuevas víctimas mortales de la violencia machista, no se hablaba del aborto, de los desahucios que se siguen produciendo, del exilio forzado de nuestras/os profesionales más brillantes,… y la gente no se indignaba y tomaba las calles para protestar contra un gobierno mucho más impresentable que Évole. La «Operación Palace» se convirtió en «Operación Anestesia», debatamos sobre asuntos intrascendentes que de lo importante ya se ocupa el gobierno de joderlo  (vaya! mi primer taco de este post, no hay manera, soy incapaz de escribir de forma elegante).

Y todavía lamentando las pérdidas de Dunia Ayaso, Silvia Tubert o Ana Mª Moix, el 8 de marzo se acerca especialmente combativo. Nuestra salud sexual y el derecho a decidir libremente sobre nuestro cuerpo y maternidad está en juego y dado que voy a estar perdida del mundo bloguero (y del mundo en general) esta semana carnavalera coincidente con el 8, aprovecho para desear a mis lectoras y lectores una reivindicativa jornada. Que se mantenga el espíritu de lucha, porque como dijo la diputada de Amaiur, Onintza Embeita, «en mi coño y en mi moño, mando yo» (creo que fue la primera vez que esa acepción de coño se escuchó en el Congreso, jajajajaja, algo está cambiando!)

Servilletas versus compresas… o la necesidad de incorporar la perspectiva de género al Trabajo Social.

(Tranquilidad, explicaré el porqué del título algo más abajo, sigue leyendo).

Hace algo más de cinco años nació este blog, justamente a raíz de comenzar como profesora del Departamento de Trabajo Social y Servicios Sociales de la Universidad de La Laguna, cubriendo la baja de una compañera. Mi experiencia docente duró 7 meses, pero en ese breve espacio de tiempo luché por incorporar el género y las políticas de igualdad en el proceso de construcción del nuevo Grado en Trabajo Social, además de introducir en mi asignatura de forma transversal y específica dichos contenidos. En todos estos años no había escrito ningún post específico sobre mi profesión, ni sobre Servicios Sociales,… Este blog estaba más centrado en activismo feminista y opinión política. Hoy haré una excepción, que espero que no sea la última, y voy a hablar de Trabajo Social, de Servicios Sociales, de crisis, de mujeres, de decisiones técnicas, de voluntades políticas,…

Llevo alrededor de 20 años de mi vida laboral trabajando con grupos de mujeres, también con grupos mixtos, pero fundamentalmente con mujeres, escuchando sus vivencias, alegrías y tristezas, violencias y procesos de empoderamiento,… Hasta este contexto de mal llamada crisis (de lxs pobres, y enriquecimiento indecente de lxs ricxs), los malestares expresados en los grupos con los que había trabajado no tenían demasiado que ver con la cobertura de las necesidades básicas de subsistencia, y aunque siempre había situaciones de precariedad económica importante, hasta ahora no se habían manifestado de forma tan lacerante. Llevo las últimas semanas trabajando talleres de empoderamiento con mujeres que se pasan la primera media hora del taller manifestando su ansiedad por saber cuándo cobrarán la PCI (Prestación Canaria de Inserción) y cómo se organizan para ir a recoger las bolsas de alimentos que determinadas ONG reparten “graciablemente” como en los mejores tiempos del Auxilio Social, y así me voy enterando de cosas que creía que jamás tendría que escuchar como profesional del Trabajo Social.

Yo pensaba que vivía en un país que había alcanzado un sistema público de Servicios Sociales universal, público, que consideraba los derechos de ciudadanía un pilar básico de nuestro desarrollo democrático. Pensaba, ingenua de mí, que las personas tenían derecho a vivir con dignidad sin tener que mendigar un plato de comida o sin ser obligadas a realizar determinadas “contraprestaciones” por acceder a ese derecho, pero me equivoqué. En estos momentos, cuando está en cuestión el Sistema de Servicios Sociales, si se aprueba finalmente la Ley de Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local, cuyo colmo de la “racionalidad” es destruir la descentralización de los Servicios Sociales, eliminar competencias municipales, suprimir derechos de ciudadanía y dar un tiro de gracia al ya maltrecho sistema de Servicios Sociales, todavía hay en mi profesión gente que se empeña en gestionar las migajas que el sistema tiene a bien repartir entre sus pobres, como si fueran suyas propias y les fuera la vida en ello.

Una que no ha trabajado en la vida en Servicios Sociales (sí, ya me pueden poner a caldo por este post), pero que lleva 23 años de trabajadora social por la vida, se asombra cuando le cuentan que para recibir una mierda de prestación de alrededor de 500 € tienes poco menos que tener un Máster en cumplimiento de obligaciones con la Administración: no vale con que estés apuntada al paro y buscando activamente empleo, no vale que tengas a tus hijos e hijas escolarizados/as correctamente y te preocupes por su educación y por su seguimiento sanitario,… además, se te “obliga” a formarte, a obtener el Graduado, a ir a talleres de todo tipo (te interese o no su contenido,…) y ¡pobre de ti como no lo hagas! Además curiosamente, cuando las usuarias de los Servicios Sociales y las demandantes de prestaciones son mujeres parece que recae sobre ellas mayor peso de obligaciones que sobre el resto de miembros de su familia, que también se benefician de la prestación pero no contraen las mismas obligaciones que ellas. Conozco demasiados casos de mujeres desbordadas mientras sus parejas pasan los lunes (y los martes, los miércoles, los jueves,…) al sol.

Es muy triste escuchar que una mujer le diga a su Alcalde: “contrate más trabajadoras sociales, pero que sean buenas”. La percepción que tienen muchas mujeres de sus trabajadoras/es sociales de referencia, en ocasiones, es un tanto negativa, transmiten la idea de ser unas personas que les tramitan unas ayudas pero que desconocen lo que está viviendo realmente esa familia, que no sabe cómo podrá acudir a una entrevista de trabajo porque no tiene bono de transporte, que no sabe cómo va a mantener la medicación que requiere su hijo en la nevera porque le van a cortar la luz, que no puede cubrir la alimentación de una hija celíaca porque los productos específicos son muy caros y no todas las ONG contemplan la diversidad de dietas alimentarias,…

Sí, lo sé, me consta que los Servicios Sociales están desbordados, que hay magníficas/os profesionales en estos servicios que no dan abasto con las demandas, que cada vez se trabaja en unas condiciones de mayor precariedad, que la gente se “quema”,… pero también me consta que hay un malestar de muchas usuarias por el trato recibido por parte de personas que trabajan para la Administración Pública (y no sólo compañeras/os de profesión). El otro día me comentaba una mujer que no entendía cómo otra mujer (trabajadora social) no entendía su situación, y es que cuando no llevamos puestas las “gafas de color violeta” a veces nos puede resultar difícil entender historias vitales de nuestras congéneres.

Y hablando de la perspectiva de género, resulta paradójico (y lamentable) que la dispensación de víveres de primera necesidad para las familias sin recursos incluya servilletas entre esos productos pero no incluya compresas o tampones. Yo estoy segura que en las familias más pobres dispondrán aunque sea de un mísero trapo para limpiarse las manos, pero ¿alguien se ha planteado que las mujeres menstrúan y que en una familia de tres mujeres (ej. madre y dos hijas adolescentes) se pueden dejar un dineral, que no tienen, en compresas? Hace poco mujeres con las que trabajo se quejaban de esa situación y yo me quedaba ojiplática porque no entendía cómo era posible que algo tan obvio no se contemplara desde determinados Servicios Sociales (no pretendo generalizar, igual hay Ayuntamientos que sí lo contemplan). Este ejemplo, quizás un poco “tonto” pensarán algunas personas, viene a demostrar que nos llenamos la boca hablando de “la perspectiva de género” (últimamente es lo “políticamente correcto”) y a la hora de su concreción práctica seguimos trabajando desde modelos androcéntricos.

Podría citar muchos más ejemplos, pero ese artículo se haría interminable. Quisiera concluir con una reflexión: ya que hemos vuelto a la época del asistencialismo, del reparto de alimentos, de crear “despensas” promovidas por la Administración Pública, al menos háganlo de la mejor manera posible, joer, es tan fácil como entender que las “familias” tienen género, están compuestas por niñas, niños, chicas, chicos, mujeres, hombres, con necesidades diversas y específicas por razón de género. Ya que gran parte de la población de nuestro país se ha visto abocada a mendigar derechos, los poderes públicos deberían ofrecerlos en las mejores condiciones de dignidad, justicia e igualdad posibles.

Y ya que desde el Trabajo Social parece que no tenemos suficiente poder para poner patas arriba este sistema injusto, empoderemos al menos a la ciudadanía para que de una vez por todas esta simulación de democracia les estalle en la cara a quienes nos desgobiernan y saquean, y los derechos no sean algo utópico que una vez vivimos, sino sean la realidad de un país que se nombra a sí mismo como “estado social y democrático de derecho.”

De reencuentros y otras historias…

Este post es un mero trámite. Tengo dos laaaaaaaaaargos artículos iniciados e inconclusos que debería haber publicado este mes, pero no me da la vida para más, así que para cumplir con mi autocompromiso de un post mensual aquí va esto. Mañana me perderé unos días de mi civilización particular para reencontrarme con un viejo amigo, amistad por cierto, forjada de encuentros y desencuentros, a ver si esta vez la edad y la madurez logra que el nuevo reencuentro sea más duradero. Celebraremos «Halloween», es decir, la noche de difuntxs, contando historias de miedo, o emborrachándonos un poco, que casi será mejor, o ambas cosas a la vez, para soportar las historias de miedo. Aunque para historias de miedo, de terror auténtico, las que nos brinda nuestro des-gobierno a diario.

Así que estos días espero olvidarme de los desaguisados gubernamentales, volver recargada de energía mediterránea y comenzar noviembre, el mes de lucha por la erradicación de las violencias de género, con renovadas ganas de seguir apostando por hacer de este mundo un lugar más habitable.