Servilletas versus compresas… o la necesidad de incorporar la perspectiva de género al Trabajo Social.

(Tranquilidad, explicaré el porqué del título algo más abajo, sigue leyendo).

Hace algo más de cinco años nació este blog, justamente a raíz de comenzar como profesora del Departamento de Trabajo Social y Servicios Sociales de la Universidad de La Laguna, cubriendo la baja de una compañera. Mi experiencia docente duró 7 meses, pero en ese breve espacio de tiempo luché por incorporar el género y las políticas de igualdad en el proceso de construcción del nuevo Grado en Trabajo Social, además de introducir en mi asignatura de forma transversal y específica dichos contenidos. En todos estos años no había escrito ningún post específico sobre mi profesión, ni sobre Servicios Sociales,… Este blog estaba más centrado en activismo feminista y opinión política. Hoy haré una excepción, que espero que no sea la última, y voy a hablar de Trabajo Social, de Servicios Sociales, de crisis, de mujeres, de decisiones técnicas, de voluntades políticas,…

Llevo alrededor de 20 años de mi vida laboral trabajando con grupos de mujeres, también con grupos mixtos, pero fundamentalmente con mujeres, escuchando sus vivencias, alegrías y tristezas, violencias y procesos de empoderamiento,… Hasta este contexto de mal llamada crisis (de lxs pobres, y enriquecimiento indecente de lxs ricxs), los malestares expresados en los grupos con los que había trabajado no tenían demasiado que ver con la cobertura de las necesidades básicas de subsistencia, y aunque siempre había situaciones de precariedad económica importante, hasta ahora no se habían manifestado de forma tan lacerante. Llevo las últimas semanas trabajando talleres de empoderamiento con mujeres que se pasan la primera media hora del taller manifestando su ansiedad por saber cuándo cobrarán la PCI (Prestación Canaria de Inserción) y cómo se organizan para ir a recoger las bolsas de alimentos que determinadas ONG reparten “graciablemente” como en los mejores tiempos del Auxilio Social, y así me voy enterando de cosas que creía que jamás tendría que escuchar como profesional del Trabajo Social.

Yo pensaba que vivía en un país que había alcanzado un sistema público de Servicios Sociales universal, público, que consideraba los derechos de ciudadanía un pilar básico de nuestro desarrollo democrático. Pensaba, ingenua de mí, que las personas tenían derecho a vivir con dignidad sin tener que mendigar un plato de comida o sin ser obligadas a realizar determinadas “contraprestaciones” por acceder a ese derecho, pero me equivoqué. En estos momentos, cuando está en cuestión el Sistema de Servicios Sociales, si se aprueba finalmente la Ley de Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local, cuyo colmo de la “racionalidad” es destruir la descentralización de los Servicios Sociales, eliminar competencias municipales, suprimir derechos de ciudadanía y dar un tiro de gracia al ya maltrecho sistema de Servicios Sociales, todavía hay en mi profesión gente que se empeña en gestionar las migajas que el sistema tiene a bien repartir entre sus pobres, como si fueran suyas propias y les fuera la vida en ello.

Una que no ha trabajado en la vida en Servicios Sociales (sí, ya me pueden poner a caldo por este post), pero que lleva 23 años de trabajadora social por la vida, se asombra cuando le cuentan que para recibir una mierda de prestación de alrededor de 500 € tienes poco menos que tener un Máster en cumplimiento de obligaciones con la Administración: no vale con que estés apuntada al paro y buscando activamente empleo, no vale que tengas a tus hijos e hijas escolarizados/as correctamente y te preocupes por su educación y por su seguimiento sanitario,… además, se te “obliga” a formarte, a obtener el Graduado, a ir a talleres de todo tipo (te interese o no su contenido,…) y ¡pobre de ti como no lo hagas! Además curiosamente, cuando las usuarias de los Servicios Sociales y las demandantes de prestaciones son mujeres parece que recae sobre ellas mayor peso de obligaciones que sobre el resto de miembros de su familia, que también se benefician de la prestación pero no contraen las mismas obligaciones que ellas. Conozco demasiados casos de mujeres desbordadas mientras sus parejas pasan los lunes (y los martes, los miércoles, los jueves,…) al sol.

Es muy triste escuchar que una mujer le diga a su Alcalde: “contrate más trabajadoras sociales, pero que sean buenas”. La percepción que tienen muchas mujeres de sus trabajadoras/es sociales de referencia, en ocasiones, es un tanto negativa, transmiten la idea de ser unas personas que les tramitan unas ayudas pero que desconocen lo que está viviendo realmente esa familia, que no sabe cómo podrá acudir a una entrevista de trabajo porque no tiene bono de transporte, que no sabe cómo va a mantener la medicación que requiere su hijo en la nevera porque le van a cortar la luz, que no puede cubrir la alimentación de una hija celíaca porque los productos específicos son muy caros y no todas las ONG contemplan la diversidad de dietas alimentarias,…

Sí, lo sé, me consta que los Servicios Sociales están desbordados, que hay magníficas/os profesionales en estos servicios que no dan abasto con las demandas, que cada vez se trabaja en unas condiciones de mayor precariedad, que la gente se “quema”,… pero también me consta que hay un malestar de muchas usuarias por el trato recibido por parte de personas que trabajan para la Administración Pública (y no sólo compañeras/os de profesión). El otro día me comentaba una mujer que no entendía cómo otra mujer (trabajadora social) no entendía su situación, y es que cuando no llevamos puestas las “gafas de color violeta” a veces nos puede resultar difícil entender historias vitales de nuestras congéneres.

Y hablando de la perspectiva de género, resulta paradójico (y lamentable) que la dispensación de víveres de primera necesidad para las familias sin recursos incluya servilletas entre esos productos pero no incluya compresas o tampones. Yo estoy segura que en las familias más pobres dispondrán aunque sea de un mísero trapo para limpiarse las manos, pero ¿alguien se ha planteado que las mujeres menstrúan y que en una familia de tres mujeres (ej. madre y dos hijas adolescentes) se pueden dejar un dineral, que no tienen, en compresas? Hace poco mujeres con las que trabajo se quejaban de esa situación y yo me quedaba ojiplática porque no entendía cómo era posible que algo tan obvio no se contemplara desde determinados Servicios Sociales (no pretendo generalizar, igual hay Ayuntamientos que sí lo contemplan). Este ejemplo, quizás un poco “tonto” pensarán algunas personas, viene a demostrar que nos llenamos la boca hablando de “la perspectiva de género” (últimamente es lo “políticamente correcto”) y a la hora de su concreción práctica seguimos trabajando desde modelos androcéntricos.

Podría citar muchos más ejemplos, pero ese artículo se haría interminable. Quisiera concluir con una reflexión: ya que hemos vuelto a la época del asistencialismo, del reparto de alimentos, de crear “despensas” promovidas por la Administración Pública, al menos háganlo de la mejor manera posible, joer, es tan fácil como entender que las “familias” tienen género, están compuestas por niñas, niños, chicas, chicos, mujeres, hombres, con necesidades diversas y específicas por razón de género. Ya que gran parte de la población de nuestro país se ha visto abocada a mendigar derechos, los poderes públicos deberían ofrecerlos en las mejores condiciones de dignidad, justicia e igualdad posibles.

Y ya que desde el Trabajo Social parece que no tenemos suficiente poder para poner patas arriba este sistema injusto, empoderemos al menos a la ciudadanía para que de una vez por todas esta simulación de democracia les estalle en la cara a quienes nos desgobiernan y saquean, y los derechos no sean algo utópico que una vez vivimos, sino sean la realidad de un país que se nombra a sí mismo como “estado social y democrático de derecho.”

De brujas y hechiceras a curanderas y santiguadoras: el poder coartado de las mujeres canarias

Navegando por la red he descubierto que un reportaje mío que escribí hace más de 15 años, en mi época de «intrépida periodista», ha sido plagiado y andan algunos tíos por ahí arrogándose el derecho de su autoría con toda la desfachatez y poca vergüenza del mundo. Sólo una web, el Portal Afrikanista, ha tenido el detalle de respetar mi nombre. Publico de nuevo ese artículo en mi blog, no sólo para dejar bien claro quién fue su autora, o sea, yo, sino porque a raíz de un intercambio de mensajes en Facebook, decido recuperar a mis queridas «brujas» de antaño. Así pues, aquí va (literal, tal y como se publicó entonces, sin modificaciones que hoy, sin duda, haría, pero he decidido respetar el original):

 

La construcción androcéntrica de la Historia por parte del sistema patriarcal en el que vivimos ha supuesto un sesgo fundamental en la visión que se ha transmitido de las mujeres a lo largo del tiempo. Las gestas y hazañas que han ido construyendo el devenir de los pueblos han sido transmitidas por hombres que han realzado las virtudes de sus coetáneos olvidando a la otra mitad de la humanidad. La presencia de la mujer en la Historia se vio limitada hasta hace bien poco a hechos tan reprobables como el que relatamos aquí. Ahora que está tan en boga el resurgir de lo femenino, nos adentramos en la historia de las brujas y hechiceras canarias, para descubrir otra visión, sorprendente, que difiere en grado sumo a la contada por los estudiosos de la época.

«El escribano de la causa observó que tenía en la espalda una señal de bruja, a lo que ordenó el gobernador: pues que es bruxa, denle tormento, pues tiene señal de bruxa. Se negó, muy valientemente, a declarar. Pero, sometida a un brutal tormento – el potro, la toca y la polea, con pesos colgando de sus pies-, acabó confesando los hechos propios de la acusación que se le hacía: pacto con el demonio, que se le aparecía en forma de camello garañón y al que besaba el pie; volar por los aires, echando alhorra sobre los campos; chupar niños, abriéndole el demonio las puertas; untarse con un ungüento blanco que hacían con tútano de perro y sebo y tútano de camella y cabra, y con otro verde que el diablo les daba.» Lucía de Cabrera (Lanzarote, 1577), autora de la confesión que cita Francisco Fajardo Spínola, estudioso del tema, se retractó de la declaración que obtuvieron los inquisidores a través del tormento alegando que lo dijo con miedo y fruto de la tortura. Murió poco después como resultado de ésta.

La caza de brujas en Canarias no fue tan masiva como en la vieja Europa, pero sí digna de estudio por las variantes que introduce. El caso de esta mujer es paradigmático; recoge en la confesión la mayor parte de las atrocidades de las que se acusaba a las brujas, pero aderezadas con elementos culturales propios: el diablo convertido en camello, por ejemplo o el tuétano y sebo de camella y cabra, animales propios de la isla.

Las noticias sobre la brujería y hechicería en las Islas Afortunadas fueron analizadas por muchos estudiosos partiendo de sus propias creencias y prejuicios. Pese a que el Archivo Histórico Nacional y el Archivo del Museo Canario recogen numerosos procesos contra mujeres acusadas de superstición (amplio epígrafe donde tenían cabida la brujería y la hechicería), la interpretación dada al fenómeno lo aleja en ocasiones de la raíz canaria para situar todas las culpas en las moriscas, esclavas africanas, berberiscas y/o peninsulares que poblaron las islas después de la conquista. «(…) fueron estos moriscos de Berbería los que infestaron, moral y espiritualmente, los hogares de cristianos viejos, verdaderos adalides de la fe católica. (…) Las moriscas fueron las que más relajaron y envenenaron el ambiente social y religioso con sus prácticas, conjuros, ligamentos, maneras de vivir, etc.» (Sebastián Jiménez Sánchez, 1955). Y si bien es cierto que la influencia de estos colectivos fue notable, no podemos olvidar la historia y la tradición mágica que tenía lugar en Canarias antes de la llegada de los conquistadores con su cruz y su espada.

Las crónicas de los historiadores nos han transmitido una visión de las mujeres aborígenes bastante peculiar. Desde los oráculos de Tamonante y Tibiabín en Fuerteventura hasta la combatividad de las mujeres palmeras, nos encontramos con una gran variedad de relatos que ponen de manifiesto el significativo papel que desempeñaron las mujeres en la conquista. La presencia de éstas en los ritos mágico-religiosos también es destacable, y así nos encontramos en Gran Canaria con la existencia de las «maguadas» o «harimaguadas», lo que nos habla de una tradición en la que el culto a la fertilidad y los ritos de purificación están presentes en la vida cotidiana.

En definitiva, en Canarias nos encontramos ante un caso, no de matriarcado, pues no existía esa desigualdad entre hombres y mujeres propia de la cultura patriarcal, sino de matrilineazgo y matrifocalidad. La herencia se transmite de la madre a los hijos, el derecho de propiedad es de titularidad femenina, se adora la diosa madre de la fecundidad y de la tierra (ejemplos arqueológicos como el ídolo de Tara así parecen confirmarlo), se exalta la maternidad y la mujer goza de las máximas libertades en el terreno sexual. Nada obliga a la mujer a guardar fidelidad conyugal ni existen los mismos conceptos de virginidad, castidad, repudio y legitimidad de los hijos que podían tener los conquistadores.

Después de la conquista y tras el exterminio de gran parte de la población aborigen, la mezcla de razas fue evidente, pero aún así pervivieron muchas costumbres y tradiciones, por las cuales fueron satanizadas muchas mujeres y acusadas de brujas. Tengamos en cuenta que la conquista de Canarias finalizó en los inicios de la caza de brujas en Europa. Y aquí no nos íbamos a quedar atrás.

La misoginia Europea

La ola de terror misógino que asoló fundamentalmente Europa, aunque también afectó a América (recuérdese si no a las «brujas de Salem»), durante los siglos XVI, XVII y XVIII no tiene una fácil explicación, pero demuestra hasta qué punto los hombres ejercían el poder sobre las mujeres, qué grado de sadismo sexual y violencia llegaron a emplear en sus torturas y hasta qué punto el miedo y el odio se convirtió en el principal acicate de la mayor matanza de mujeres de la historia, por una causa diferente a la guerra. Si a eso le añadimos los cambios económicos, políticos y religiosos (la Reforma y la Contrarreforma) que sufría Europa ya tenemos preparado el contexto.

Los aquelarres, los pactos con el diablo, los niños a los que les chupaban la sangre, las cópulas con el demonio,… fueron la excusa perfecta para el ensañamiento de los jueces, inquisidores, torturadores, carceleros,… sobre mujeres «viejas, pobres, analfabetas, viudas y curanderas». Ese quizás fue el mayor delito, ser mujer con esas características. Se calcula que cien mil mujeres pudieron haber sido ejecutadas, y si bien entre un 10% y un 20%, según las poblaciones, de acusados fueron varones, más del 80% fueron de sexo femenino. Pero al margen de las ejecuciones nos quedan otros cientos de miles de mujeres (se calcula que más del doble de las ejecutadas) desterradas, multadas, humilladas y estigmatizadas con el sambenito de bruja.

El control sobre sus cuerpos, especialmente sobre la sexualidad, la marginación del mundo productivo y la desvalorización de sus conocimientos médicos fueron estrategias empleadas para sumir a las mujeres en la más absoluta indefensión y soledad frente a terribles acusaciones. Sin embargo, hoy hemos de agradecer a aquellas mujeres los conocimientos que nos legaron y la simiente que sembraron en otras mujeres en la búsqueda de nuestro poder: el uso de plantas como la belladona, el cornezuelo, la dedalera,… con fines terapéuticos, la capacidad de curar y curarnos a nosotras mismas, la posibilidad de elegir nuestras vivencias sexuales, la libertad de asociarnos y la posibilidad de acceder al mundo laboral. El ansia de libertad e independencia hace tres siglos lo pagaron muy caro…

Hechicería y brujería: el exterminio del poder femenino.-

Judíos, portugueses, moriscos, esclavos africanos, castellanos, andaluces,… toda una mezcla de gentes y costumbres fue a poblar las islas una vez finalizada la conquista. Si a eso le añadimos la posterior influencia de países de América como Venezuela, Cuba o Brasil, fruto de la emigración de canarios allá nos encontramos con una tradición curanderil sincrética en la que perviven elementos aborígenes (quizá los más escasos) con elementos europeos (cristianos), africanos y latinos. Todo un cocktel explosivo para unas islas mágicas y estratégicas.
Entre 1499 y 1714 fueron denunciadas por hechicería 1.136 mujeres frente a 109 hombres. El término bruja no aparece hasta 1529, y aunque no parece establecerse una delimitación clara entre las brujas y las hechiceras, parece que hay rasgos de las brujas (volar, chupar las sangre de los recién nacidos,…) que las hechiceras no los practican. Aunque ambas prácticas son consideradas maléficas, por los inquisidores, la hechicería puede tener un carácter benéfico y curativo, aunque lo más normal es que se utilice para atraer o conservar el amor de una persona, para adivinaciones o curaciones. La brujería, quizás derivado de la histeria colectiva y misógina que recorría Europa, se la consideraba instrumento del demonio. Satanás campaba a sus anchas por la Tierra y las brujas eran sus servidoras. Claro que, nada más lejos de la realidad.

La mayor parte de las mujeres procesadas por hechicería o brujería fueron de baja condición social, de mediana edad y de grupos étnicos marginados, siendo arrancadas muchas de sus confesiones a través del tormento, con lo cual se puede afirmar que son los jueces inquisidores los creadores de la confesión. Si bien se llegó a generar un miedo colectivo ante las presuntas brujas o hechiceras no se produjeron explosiones de histeria ni persecuciones masivas como en la vieja Europa, aunque la Inquisición jugó un importante papel moderador en este sentido.

En general, tras el delito de superstición se escondían aquellas prácticas relacionadas con la magia amatoria, la adivinación o la sanación, aunque en el siglo XVIII la hechicería se torna más siniestra y se la relaciona con toda suerte de maleficios. Los supuestos pactos con el diablo empiezan a proliferar, aunque también podemos encontrar referencias interesantes desde el siglo XVI. En la visita que realizamos al Museo Canario en Las Palmas de Gran Canaria, tuvimos la oportunidad de tener en nuestras manos cientos de legajos sobre procesos inquisitoriales y cuál no sería nuestra sorpresa al comprobar la existencia de un patrón prefijado en las acusaciones. Si comparamos procesos distintos vemos que se repiten las mismas: «menosprecio del sacramento del bautismo, pacto con el demonio en forma de camello o cabrón negro, chupar la sangre a bebés, mujer pertinaz que creía en los engaños del demonio, estropear las cosechas». Estas acusaciones, hechas al mismo tiempo contra Lucía de Herrera y Lucía de Cabrera (dos mujeres diferentes pese a la coincidencia en el nombre) motivaron la muerte de la segunda víctima de la tortura, el uno de enero de 1578, siendo enterrada por mandato del Inquisidor en el hospital donde falleció. Lo curioso de ambos casos es que en la acusación de chupar la sangre a un bebé no citan ningún dato de identificación del bebé ni de su madre, simplemente hablan de «una mujer parida de 6 días». «A la hora de media noche poco más o menos estando las puertas de dicha casa cerradas, una hacienda en el campo, la dicha Lucía de Cabrera juntándose con el demonio se fue para la casa (ilegible) el dicho demonio abrió las puertas del aposento donde la dicha mujer parida estaba (ilegible) y viendo ocularmente la dicha mujer que la dicha Lucía le chupara su criatura no pudiendo menearse a quitársela, le dijo muchas veces con ruegos que no le chupara su criatura y (ilegible) hasta tanto que (ilegible) dejósela ya chupado la dicha Lucía de Cabrera». El patrón prefijado de acusaciones motivó que muchas de las confesiones se ajustaran al mismo. Las mujeres presionadas por la tortura, el escándalo, el aislamiento social, la falta de apoyo de su entorno,…declaraban lo que el juez quería escuchar.

Un elemento importante en la cultura canaria son los bailes de brujas. Todavía perviven en nuestra geografía lugares con nombres alusivos a esos supuestos encuentros de mujeres que danzaban y cantaban por nuestros montes (El Bailadero en Tenerife, El Llano de las Brujas en La Palma,…). Las palmadas y las patadas en el suelo formaban parte de algunos rituales de magia amatoria y de conjuro de males:

«Con dos de veo

y con cinco de encanto,

la sangre te bebo,

el corazón te parto,

que hagas lo que te mando,

como mando la suela

de mi zapato»

(Y se dan tres patadas en el suelo)

Las oraciones, producto del sincretismo religioso, son sumamente utilizadas también para conjurar maleficios, males de ojo, y también, cómo no, para amarres de parejas. Las más comunes son a Santa Marta, a San Silvestre o a las ánimas del purgatorio.

 «Marta, Marta, la que los vientos levanta

la que los Diablos encanta

la que guiso los vinos a los finados, la que quitó los dientes a los ahorcados

La que desenterró los guessos a los enterrados

La que con Doña María de Padilla trato y conversso

La que los nueve hijos pario y todos nueve se le desminuyeron…

Asi como esto es verdad, me bayas al coraçon de Bartolomé Guerra y me le quites tres gotas de sangre donde quiera que estuviere melo traygas presto corriendo volando donde yo Margarita estoy assi me lo amarres y amanses y me le pongas el amor en su coraçon, paraque me quiera, y en su memoria me tenga que no me pueda olvidar de noche ni de dia donde quiera que estuviere, para que ninguna mujer donde quiera que estuviere no tenga sosiega ni pueda comer ni dormir sino fuere conmigo ni pueda tener otra mujer»

(Extraído literalmente de la Colección Bute, «The inquisition in The Canary Islands», del proceso a Catalina del Castillo, hechicera de La Gomera).

Y finalmente, las hierbas, plantas, minerales,… cualquier elemento que tuviese poder de sanación era utilizado por las supuestas brujas con fines terapéuticos. Quizás ha sido este conocimiento el que más ha pervivido en Canarias hasta la actualidad y el que se ha transmitido de generación en generación y ha sido aprovechado por nuestras modernas sanadoras, curanderas y santiguadoras.

La pervivencia de la tradición: curanderas y santiguadoras.-

Afortunadamente, las islas Canarias aún conservan vivas algunas tradiciones entre las que destaca la del curanderismo. En todas nuestras islas nos encontramos con mujeres con conocimientos en medicina popular, «yerberas» sabias que identifican las mejores plantas medicinales para ser aplicadas en las más diversas dolencias. La aplicación de hierbas y los rezados o santiguados son las técnicas más empleadas por las «brujitas» modernas, aunque la mayoría de estas mujeres desechan el término bruja porque lo consideran peyorativo. Ese es otro de los triunfos del sistema patriarcal: el dotar de significado negativo un término que encierra la sabiduría medicinal de las mujeres.

Dicen que la esencia más pura va en tarro pequeño y parece ser que en algunas personas también se cumple esa máxima. Carmencita es una mujer menuda y alegre que destila bondad por todos sus poros, y una de las mejores santiguadoras que perviven en la isla de La Palma. Con casi sesenta años, lleva 17 atendiendo sin apenas descanso, de la mañana a la noche, a los cientos de pacientes que pasan por su casa. Hombres, mujeres, niños, niñas, jóvenes o viejos, del lugar y de fuera, se acercan hasta las puertas siempre abiertas de esta mujer para ser tratados de diferentes dolencias. Fundamentalmente, problemas de estómago, «nervios, stress, hoy en día la gente vive muy rápido, no se conforma con lo que tiene, hay mucha ambición, por eso enferman muchos». Aquí en Canarias, eso se conoce como las madres descompuestas (para las mujeres) o el pomo virado (para los hombres). «Yo en realidad lo más que hago es dar masajitos en la barriga, aunque también curo erisipela, herpes o culebra,… hay muchos médicos que me mandan gente». Como vemos, la tradición popular convive con la medicina tradicional. Cuando le preguntamos a Carmencita si no había encontronazos entre ambas prácticas comenta que «la mayoría de medicinas se obtienen de plantas, además a veces es mucho mejor una buena tacita de ruda que una pastilla». Pero también, ella deposita gran parte de la responsabilidad del cambio y la mejoría en el paciente, especialmente en los casos de nervios; «un psicólogo o un psiquiatra te pueden ayudar, pero como no te ayudes tú no hay mucho que hacer, la mejor ayuda es una misma». Aunque Carmencita piensa que esa facultad de sanar nace con la persona, lo cierto es que ella aprendió de su tía Juanita, ya fallecida, gran parte de sus conocimientos, «yo me crié viendo lo que hacía mi tía y ahora yo hago lo mismo que ella». Juanita fue otra de las grandes curanderas o sanadoras de la isla. Hemos podido recoger numerosos testimonios al respecto, incluyendo el de quien esto escribe, que pasó por sus manos a la edad de dos añitos para ser curada de «susto», un mal muy común al parecer entre la población infantil canaria. Los síntomas se traducen en inapetencia, vómitos, mareos, temblores y tristeza.

Volviendo a Carmencita, una de sus peculiaridades es que no cobra a sus pacientes, ella opina que «si puedes hacer el bien no hagas el mal, si haces el bien te encuentras más satisfecha tú, yo me encuentro muy bien cuando doy a los demás, cuando procuro la sonrisa de un niño o de un enfermo, para mí ese el mejor regalo».

Carmencita es un perfecto ejemplo de las ya escasas curanderas tradicionales. Las mayores nos han ido dejando, pero algunas jóvenes intentan retomar esa sabiduría ancestral. En La Palma también tuvimos la oportunidad de entrevistar a una de esas mujeres jóvenes que a sus 33 años también practica viejos santiguados:

Para quitar el sol, es decir, la enfermedad debida a la exposición prolongada a los rayos solares, se pone un paño doblado sobre la cabeza del paciente y encima una vaso con agua mientras se hacen cruces en ella y se reza:

 «Sol, sol, vete al sol,

deja a (nombre del paciente) su resplandor.

Hombre santo nómine,

quita el sol y aire si hay.

Así como el mar no está si agua,

ni el monte sin leña,

ni el cielo sin ti,

rosa de Cristo,

coge tus rayos

y vete de aquí»

(Se tiene que rezar un Credo al terminar y repetir durante 3 días).

 Para quitar el mal de aire, nuestra joven sanadora se sienta delante de la persona afectada y con una escoba haciendo la señal de la cruz, va barriendo hacia fuera y rezando:

«Aire yo te barro de las carnes de esta criatura (nombrar las partes malas) y de todo el cuerpo que tiene esta criatura, con la escoba que barro la basura, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Salga el mal y entre el bien».

(Se tiene que rezar un Padrenuestro 3 veces durante 3 días).

La medicina oficial canaria aún sigue preguntándose cómo funcionan los santiguados, pero lo cierto es que funcionan. ¿Sugestión? ¿Magia? Lo que sí da resultado y es mucho más sano en ocasiones que la farmacopea alopática son las «yerbitas», es decir, la medicina popular basada en el uso de hierbas. Y mientras sigan perviviendo en nuestras islas esas entrañables mujeres seguirán recomendándonos una tacita de salvia para el mal de aire, unas rodajas de papas en las sienes para el dolor de cabeza, una infusión de ruda para el empacho, unas hierbas aromáticas (pazote, hierba buena y naranjo) para el susto,… eso sí, con pequeños trucos añadidos que no vamos a desvelar para que el misterio y la magia de las sanadoras siga perviviendo en el tiempo.

Para saber más:

ANNE LEWELLYN BARSTOW: La caza de brujas en Europa. 200 años de terror misógino. Editorial Tikal.

FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA (1991): Hechicería y brujería en Canarias en la Edad Moderna. Ediciones del Cabildo de Gran Canaria, Las Palmas.

La rebelión de Miriam

El cuerpo de las mujeres siempre ha sido un campo de batalla: cuerpo ultrajado, cuerpo violado, cuerpo normativizado, cuerpo expropiado, cuerpo maltratado, cuerpo asesinado,… Pero en los últimos años muchas mujeres han utilizado su cuerpo como arma de guerra. Conocidas son las protestas de Femen en las que muestran su cuerpo semidesnudo como forma de rechazar el control patriarcal o las performance de Erika Trejo, por ejemplo, desnuda contra la violencia de género, entre otras muchas.

Desde el 12 de marzo, Miriam Pérez Mendoza libra una batalla con su cuerpo, declara una huelga de hambre como forma de protestar ante un despido injusto. La protesta de Miriam ha tenido un fuerte apoyo por quienes la conocemos y por parte de diversos colectivos y entidades, una tibia repercusión mediática y un escasísimo, y en algunos casos nulo, apoyo de asociaciones de mujeres, por ejemplo (pese a que Miriam es integrante de una asociación feminista, aquello de “si nos tocan a una, nos tocan a todas” parece que cuando se milita en según qué organizaciones es más o menos válido).

La batalla de Miriam por su dignidad puede parecer una causa individual, pero Miriam representa más que una lucha personal por su derecho a un puesto de trabajo digno, representa la situación de millones de personas que en estos momentos en nuestro país ven vulnerado su derecho constitucional a un empleo, se ven abocadas a sobrevivir en condiciones de precariedad extremas y a las que el sistema ofrece cada vez menos respuestas. ¿Qué ocurriría si 6 millones de personas se pusieran en huelga de hambre? ¿Qué ocurriría si todas salieran a la calle en masa a protestar contra la corrupción, la estafa que llaman crisis o la tomadura de pelo en la que se está convirtiendo nuestra democracia?

En la lucha histórica de las mujeres siempre que una protestaba individualmente era tachada de “loca” y era estigmatizada y denigrada, cuando se protestaba colectivamente se conseguía transformar el mundo. En una sociedad dominada por el miedo a la pérdida de derechos, el activismo y la lucha colectiva se está volviendo una rareza en extinción.

Miriam ha sido siempre una activista colectiva, y esta batalla en la que está inmersa en estos momentos no la está librando sola, pero a veces, en las batallas, hay que cambiar de estrategia.

Este post lo escribo desde la rabia, la frustración y la decepción. Durante los 23 días que Miriam lleva en huelga de hambre y acampada en la puerta de la “Casa Sindical” ha recibido el apoyo de su familia, amigas/os, vecinas/os del barrio, representantes sindicales, asociativos,… pero también la burla y la indiferencia de quienes fueron su “empresa” durante 15 años, un sindicato que se presupone de izquierdas. Y sinceramente, ni Miriam se merece ese trato deshumanizador ni UGT se merece que la vida de una persona peligre por la cerrazón y la indiferencia de sus dirigentes.

Creo que la vida de Miriam es demasiado valiosa para que se deteriore en la puerta de UGT, creo que quienes conocemos y queremos a Miriam nos merecemos seguir disfrutando de su vitalidad para seguir librando muchas más batallas, con el cuerpo, con la mente y con las emociones.

Miriam nos ha dado en estos días una lección de valentía y coraje que ni en toda su vida podrán ni siquiera alcanzar a oler las personas que le han dado la espalda, que se han negado al diálogo y que no han movido un dedo por intentar resolver esta situación de forma dialogada.

Como feminista defiendo el aborto, la eutanasia, la libre decisión de las mujeres sobre sus cuerpos,… pero me jode terriblemente la decisión que ha tomado Miriam sobre el suyo, porque en este asqueroso sistema capitalista no se es tan libre para tomar ese tipo de decisiones.

Sé que Miriam pretende llevar su protesta hasta las últimas consecuencias, sé que habrá gente que le importe tres pimientos porque piensa que es su decisión y que allá ella (en ese nivel de deshumanización estamos), pero a mí sí me importa, a muchas personas nos importas Miriam, así que en mi nombre, y me atrevo a decir que en el de tus compañeras de asociación (aunque no las he consultado a todas), déjalo. Nos les des el gusto de verte en una situación extrema. Si crees que tu sacrificio les moverá las conciencias, es imposible: no tienen. Tu lucha sí nos ha removido a muchas, y ojalá sirviera para mover aún más cuestiones, pero todavía queda mucho camino por andar y ya nos hemos dejado demasiadas víctimas en el camino.

No creo que cambiar de estrategia sea perder la batalla, no creo que sea renunciar a tus ideales, a tus convicciones, a tu coherencia,… pero de verdad, demasiadas personas te queremos como para perderte y demasiadas te odian y les darías un gustazo que no se merecen.

Miriam, supongo que no tendrás fuerzas para leer esto, pero me niego a respetar una decisión que ponga en peligro tu vida por mucho que se me acuse de “fascista intolerante” o lo que se me quiera llamar. Yo en este momento respeto muchísimo a Miriam Pérez Mendoza, pero no tu última decisión adoptada y te pido públicamente que permitas que te cuiden y que se garantice tu salud. Y me consta que no soy la única que piensa así. Espero que me hagan caso, al menos, que sea la última decisión con sentido que tomo como “presi” en funciones 😉

Te queremos!!! Y te queremos viva.

La pasión de Miriam Pérez Mendoza

El pasado viernes “de dolores” se iniciaba la que en el mundo católico se conoce como “Semana Santa” y en el mundo laico una estupenda oportunidad para descansar de los trabajos precarios (quienes tenemos la suerte de tenerlos). Esta semana es conocida por rememorar la “Pasión” de Jesús de Nazaret, pero también el término «pasión» alude a vivos afectos sentidos hacia alguien o algo o a la acción de padecer, entre otros significados recogidos en el DRAE.

Y pasión es lo que no le falta a Miriam Pérez Mendoza, en sus distintas acepciones. Desde el 12 de marzo esta mujer, pasional y apasionada, lleva acampada en la puerta de la denominada “Casa Sindical” en S/C de Tenerife y en huelga indefinida de hambre reclamando su readmisión en un sindicato, UGT, que paradójicamente la despidió a ella y a trece personas más fruto de un ERE injusto.

Tras 15 años de trabajo, un sindicato como UGT que debe defender los derechos de la clase trabajadora, después de escándalos económicos como el de FUNDESCAN al que estuvo vinculado, se deshace de algunas de sus mejores trabajadoras con la excusa de la crisis. Crisis que nunca parece afectar a quienes dirigen los sindicatos, los partidos, los gobiernos, los bancos o cualquier otro tipo de entidad. Siempre pagamos lxs mismxs, lxs de abajo, las trabajadoras y trabajadores honradas/os.

Ante la respuesta judicial que se eterniza, Miriam decide llevar su activismo a una situación extrema: la defensa de sus derechos jugándose su salud y su vida. Porque Miriam no es de medias tintas, Miriam es una mujer valiente. Miriam es una mujer coherente, honesta.

Conocí a Miriam hace relativamente poco, casualmente, en la presentación de una revista feminista, aunque a ella le repelía cierta clase de feminismo (no me extraña). Con Miriam descubrí el activismo en otras causas y ella descubrió en Contramarea que otro feminismo es posible. Nos aliamos casi de inmediato. Me gustó aquella mujer fuerte, defensora de los derechos de lxs más vulnerables, derechos de ciudadanía, animalista, pacifista, ecologista, y sí, feminista (aunque a ella aún le dé reparo nombrarse así y a las feministas con pedigrí les genere urticaria), luchadora de causas que no creemos perdidas, cuestionadora de todo lo que le parece injusto. Comprometida al máximo con lo que cree, voluntaria de múltiples causas, sindicalista (de las de verdad, no como aquellxs que la despidieron), de izquierdas, progresista,…

Hoy Miriam, tras ser activista de las causas de otros/as, está comprometida con una causa, la suya (aunque sin dejar las nuestras), hoy más que nunca quienes contamos con su apoyo para nuestras causas tenemos el deber ético de apoyar la suya. Por reciprocidad, por justicia.

En estos días se enfrenta a una semana crítica, una semana de pasión, de padecimientos que ya está comenzando a sentir como consecuencia de la huelga de hambre. Los próximos días serán clave en la resolución de su causa antes de que su salud se deteriore de forma irreversible. Porque ella, aunque su familia y sus amigas/os insistamos en lo contrario, está dispuesta a llevar su protesta a las últimas consecuencias. En Contramarea no nos podemos permitir el lujo de perder a compañeras tan comprometidas como Miriam, que en el año escaso que lleva con nosotras ha demostrado sobradamente su apoyo y compromiso con la igualdad.

Hoy leía en Facebook un comentario de alguien que no conozco, José Ramón Rodríguez Pérez, pero que comparto totalmente (y sin su permiso, espero que no se moleste):

Miriam es una inquieta activista social. Se enrabieta y lucha contra todo lo que ella considera injusto. Es solidaria más allá de lo que sería «políticamente correcto», no se queda en el gesto, ella lucha de verdad, se compromete, se moja, se empapa. Miriam lucha por un puesto de trabajo y en su lucha, con ella, tiene a su lado a mucha gente, a su familia, a sus amigas y amigos, a organizaciones y militantes que le han manifestado su apoyo.

Sorprende que Miriam siga ahí con grave riesgo para su salud sin que se procure una solución, la que las partes consideren satisfactoria. Miriam es una metáfora dolorosa de millones de personas que han perdido su puesto de trabajo. No voy a alentarla a que ponga en riesgo su salud, pero SÍ a luchar por lo que considere justo. Ella que siempre ha luchado por los demás, ahora le toca luchar por ella, por su familia. No se merece el silencio de la noche y el frío del suelo donde el esperanzador verde de su tienda grita su rebeldía.

Creo que se puede decir más alto pero no más claro.

Miriam, para mí eres un ejemplo de tesón, valentía, fortaleza, lucidez y constancia. De resistencia pacífica, de lucha ejemplar. Sabes que cuentas con mi apoyo y mi cariño y espero que la vida nos permita seguir creando alianzas entre el feminismo y otros activismos y que tu ejemplo nos sirva de inspiración para recordar que la única batalla que se pierde es la que no se lucha.

Sólo espero que la pasión de Miriam se convierta en pasión de afectos compartidos y no de padecimientos innecesarios por culpa de un sistema injusto. Ya hay bastantes personas «crucificadas» por el sistema, no podemos permitirnos el «lujo» de tener una víctima más.

En el cielo de las feministas

La vida a veces es muy injusta, siempre nos dejan las mejores. Hoy 2 de marzo, recibimos la peor noticia que nos han podido dar: una compañera de causa se ha ido, después de haber luchado en múltiples batallas, y haber librado la peor con la mayor valentía y coraje que he conocido. No le ha podido ganar la batalla a la muerte, pero nos ha dejado un ejemplo de dignidad, resistencia y amor por la vida que siempre nos acompañará.

La verdad es que hace mucho que dejé de creer en cielos, infiernos o limbos, pero sí estoy segura que a partir de hoy, habrá un lugar especial donde descansará el alma de Mapy y desde donde nos acompañará a las que nos quedamos para seguir librando otras batallas.

Con Mapy compartí espacios desde hace muchos años. Presidenta de la Asociación de Mujeres Jóvenes de Canarias “ADEI”, compartimos la crítica constructiva a las políticas de igualdad del Gobierno de Canarias mientras fue miembra de la Comisión para la Igualdad del entonces denominado Instituto Canario de la Mujer. Integrante del Consejo Municipal de la Mujer del Ayuntamiento de S/C de Tenerife durante varias legislaturas, creamos alianzas para defender la atención a las mujeres del citado municipio.

Desde 2011, compartíamos espacio, manifestaciones y pancarta, complicidades y feminismo afectivo en Contramarea. Hoy es un día triste, demasiado triste para todas las que tuvimos la oportunidad de disfrutar de un pequeño trocito de la vida de Mapy, pero también somos conscientes de que nos ha dejado mucho: su vitalidad, su valentía, su sonrisa, su ironía, su sentido del humor, su lealtad, su compromiso, su amistad,…

De Mapy sólo se me ocurren cosas buenas, y es muy jodido que se nos vayan las buenas y se queden quienes están haciendo de este mundo un lugar inhabitable. Mapy hacía justo lo contrario, irradiaba luz y belleza a quienes la rodeaban y trabajó mucho por la igualdad y por los derechos de las personas desde su profesión, como Trabajadora Social que era.

Las despedidas siempre son difíciles y duras, y más en esta ocasión que nos llega demasiado pronto. Probablemente se me hayan quedado muchísimas cosas en el tintero, seguro, pero ahora es tiempo de llorar las pérdidas y compartir el duelo.

Mapy, siempre estarás en nuestra memoria y nuestros corazones. Descansa en paz.

La educación de las niñas

El pasado día 11 se conmemoró por primera vez el «Día Internacional de la Niña«, a propuesta de Naciones Unidas, para recordar que el empoderamiento de las niñas y la garantía de sus derechos resultan fundamentales para alcanzar los Objetivos del Milenio. El eje de la conmemoración se centró en la toma de conciencia sobre el matrimonio infantil y la necesidad de su erradicación. Bajo el lema «Mi vida, mi derecho», Naciones Unidas recordaba que cada año unos 10 millones de niñas en el mundo son obligadas a casarse y que con el fin de estas uniones forzosas se evitarían los riesgos de violencia, embarazos precoces, infecciones por VIH, así como la mortalidad y discapacidad materna.

Y mientras por primera vez se hacía visible a nivel mundial la falta de derechos de las niñas, una de ellas, Malala Yousufzai era tiroteada en Pakistán por defender, precisamente, el derecho de las niñas a la educación. Resulta verdaderamente terrible cuando se aúnan fanatismo religioso y misoginia, algo a lo que nuestro país parece encaminarse con la presión de la jerarquía eclesiástica para que se anulen derechos de las mujeres ya conquistados como el derecho a decidir libremente sobre nuestro cuerpo y la maternidad. Pero volviendo a Malala, mientras escribo estas líneas pelea por su vida con respiración asistida y se ha convertido en el símbolo de la lucha de las niñas por sus derechos, por algo que hoy entendemos tan básico como es el derecho a la educación, pero que hasta hace un par de siglos no se consideraba importante para las mujeres, es más, se consideraba peligroso e inapropiado.

En Europa no se empieza a garantizar la educación de las niñas hasta el siglo XIX, y en nuestro país hasta comienzos del XX las mujeres no pudieron acceder a la universidad. Eso que actualmente suena «prehistórico» para muchas niñas en el mundo sigue siendo una utopía. Al patriarcado no le gusta que las niñas sean listas, que las mujeres tengan conocimientos que puedan contribuir a desequilibrar las bases del sistema, de ahí que todos los gobiernos dictatoriales hayan preferido mantenernos en la ignorancia o educarnos (o maleducarnos) en las «labores propias de nuestro sexo», recordemos si no la vieja «Enciclopedia Álvarez» y el esforzado trabajo de la Sección Femenina por convertir a las niñas y adolescentes de la dictadura franquista en abnegadas esposas y madres al servicio del marido y de la patria.

Cuando leo noticias como la de Malala pienso en la valentía de tantas niñas que defienden sus derechos en las peores condiciones posibles y en la comodidad de las niñas, y especialmente los niños, de nuestro contexto que teniendo las oportunidades educativas a su alcance no las aprovechan (y digo especialmente los niños porque el abandono y el fracaso escolar incide más en ellos).

Urge que nuestro sistema educativo haga una profunda reflexión sobre el sexismo que pervive en él, pese a la actual educación mixta, y apueste por verdaderas escuelas coeducativas, algo que en los tiempos que corren (de conciertos con centros segregados y de eliminación de valores igualitarios del currículum educativo) se me antoja casi tan utópico como la defensa del derecho a su educación de Malala.

Desde este modesto blog mi apoyo a todas las Malalas del mundo. Mientras exista una sola niña a la que se le impida el derecho a la educación, a la que se obligue a casar contra su voluntad, a la que se maltrate o explote,… no podremos decir que vivimos en un mundo civilizado. Y como decía en un post anterior, la clave: feminismo o barbarie.

Aviso a navegantes (sobre mi post anterior)

Hace cuatro años y medio decidí empezar la aventura de ser bloguera. Este era un sitio tranquilo, pequeño, para amigas/os y compañeras/os que luego se fueron extendiendo un poco más pero siempre de forma muy pausada. Recibo una media de 250 visitas al mes, cosa que a mí me alucina, pero que en el mundo de Internet es bastante poco. Hasta ayer.

En 24 horas, el post publicado ayer recibió alrededor de 500 visitas. He escrito post mucho más duros pero mira tú por dónde este ha detonado una “caza de brujas”, sí, porque muchas de las visitas han ido acompañadas de sus correspondientes comentarios. Nunca había tenido que moderar los comentarios en mi blog. En estos cuatro años sólo había tenido que borrar tres o cuatro, denunciados, por cierto, ante la Guardia Civil por su contenido violento. Hasta hoy.

Supongo que a nadie le gusta que vayan a su casa a insultar, pues, y esto es una perogrullada, este blog es mi casa virtual. Y me pueden llamar fascista, intolerante y todo lo que les apetezca pero no voy a permitir comentarios descalificadores e insultantes en este blog. El insulto y la descalificación no entran dentro de lo que yo considero un debate de interés. Y este blog está pensado para que yo, su autora, escriba sus reflexiones y opiniones sobre diversos temas, sin mayores pretensiones. Entiendo que haya gente que esté en absoluto desacuerdo, pero nadie está obligado a leerlo y/o a opinar descalificando. Hay opiniones discrepantes sobre lo que yo he escrito en unos post que se mantienen, simplemente porque la discrepancia es sana y el insulto ofensivo y violento. Y yo no consiento que ejerzan violencia sobre mí ni sobre ninguna mujer. Hay suficientes foros en Internet para llamarnos “feminazis”, “hembristas”, “enemiga de los portadores del nabo” (esta es flipante), pero este NO es ese foro. No en mi espacio, no en mi casa.

Así pues, a quienes me apremiaban una respuesta aquí la tienen. Si siguieran mi blog verían que suelo escribir una vez al mes porque no me sobra el tiempo precisamente. Me asombra que haya gente a quien le sobre y se pueda dedicar una mañana entera a postear el mismo comentario una y otra vez en numerosas entradas de mi blog. ¡Lo que es no tener nada que hacer! Una, como está entre esa población privilegiada y recortada que aun conserva su empleo, no se puede dedicar las mañanas a responder comentarios ofensivos.

Este es el único alegato que voy a escribir en relación a mi post “El poder del pater familias”. No voy a perder mi tiempo en justificar mis ideas, mis conocimientos o mis posicionamientos públicos con gente intolerante (y va especialmente por algunas personas, no todas las que han enviado comentarios han sido maleducadas, pero sinceramente, no tengo tiempo para responder de forma personalizada).

Siempre me ha asombrado la facilidad con la que algunas personas juzgan y opinan sobre determinados temas sin conocerlos. Yo no me imagino diciéndole a un cirujano: mejor corte por allí, que por aquí creo que no procede, o a un químico: huy! esa fórmula no me gusta, mejor le añades un poco de silicio y una pizca de titanio. Pero hay temas en los que todo el mundo pontifica sin tener repajolera idea. Y uno de ellos es la violencia contra las mujeres.

De verdad que lamento profundamente que la mayoría de personas que han comentado mi post parezcan no saber leer. En mi post hablaba, entre otras cosas, de las consecuencias de la violencia de género en los y las menores, pero en ningún momento he negado que existan mujeres que asesinan a sus hijos/as. Sería absurdo negar o falsear una realidad evidente, soy feminista, no imbécil. El problema es que yo estaba hablando de violencia de género, y el fenómeno de las mujeres que asesinan a sus hijos/as, como cualquier persona que asesine a otra, es execrable y merece toda mi condena, pero no es violencia de género. Así que voy a ofrecer una, espero que didáctica y breve, clase sobre la violencia contra las mujeres:

Hay múltiples formas de violencia (a las que NO voy a aludir, por si alguien no lo ha leído), pero yo soy experta en violencia de género, no en el resto de múltiples formas de violencia. La violencia de género es una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre mujeres y hombres, que han conducido a la dominación de la mujer por el hombre, la discriminación contra la mujer y a la interposición de obstáculos contra su pleno desarrollo. La violencia contra la mujer a lo largo de su ciclo vital dimana especialmente de pautas culturales, en particular de los efectos perjudiciales de algunas prácticas tradicionales o consuetudinarias y de todos los actos de extremismo relacionados con la raza, el sexo, el idioma o la religión que perpetúan la condición inferior que se le asigna a la mujer en la familia, el lugar de trabajo, la comunidad y la sociedad. (Naciones Unidas, Plataforma de Acción de Beijing, 1995)

Las mujeres sufrimos violencia por parte de los hombres por el simple hecho de ser mujeres. Esta violencia adopta múltiples manifestaciones, a saber:

–          Violencia contra las mujeres en el ámbito doméstico.

–          Agresiones sexuales.

–          Acoso sexual.

–          Tráfico de mujeres con fines de explotación sexual, laboral y matrimonios serviles.

–          Prostitución.

–          Mutilación genital femenina.

–          Violencia contra los derechos sexuales y reproductivos.

–          Hostigamiento en los espacios públicos.

–          Acoso moral.

–          Violencia de género derivada de conflictos armados.

–          Crímenes de honor.

–          Feminicidio.

–          Violencia de género a través del lenguaje sexista y los productos culturales.

–          Violencia de género a través de la publicidad, los medios de comunicación y las nuevas tecnologías.

–          Violencia económica.

–          Violencia institucional.

–          Violencia de género de carácter ritual, pseudo religioso o religioso.

–          Tolerancia social frente a la violencia de género.

Pues bien, dentro de la violencia de género en el ámbito doméstico, a la que también podemos denominar violencia de género, o violencia masculina, en las relaciones de pareja o expareja, se pueden producir los siguientes subtipos de violencia:

–          Violencia física

–          Violencia psicológica

–          Violencia sexual

–          Violencia económica

–          Violencia social

–          Violencia a través de los/as hijos/as, y aquí hemos llegado, por fin!!!, a la forma de violencia a la que aludía en los primeros párrafos de mi post y que entra de lleno en la violencia de género.

 

Y bien “queridos/as” lectores y lectoras, si habéis logrado llegar hasta aquí creo que puede ser fácilmente deducible que:

1)      No odio a los hombres, rechazo un modelo de masculinidad tradicional que ha perjudicado históricamente a las mujeres, pero también a los propios hombres; rechazo el ejercicio de la violencia en sus múltiples formas; rechazo prácticas y modelos no personas.

2)      No apoyo el exterminio de los hombres, aunque reconozco que algunos merecerían estar encerrados en prisión de por vida (no, no apoyo la pena de muerte, ni siquiera la cadena perpetua). (Pero me hace mucha gracia que todavía exista gente que piense que las feministas queremos asesinarlos a todos, esto de los mitos es un tema apasionante)

3)      Sí defiendo un mundo en el que mujeres y hombres podamos convivir en igualdad, respetándonos, en el que las relaciones afectivas se construyan desde la complicidad y el afecto y no desde la opresión y el dominio.

4)       Sí apoyo a cualquier mujer cuya libertad y derechos se vean lesionados por el poder patriarcal.

5)      Y sí, voy a seguir teniendo los comentarios moderados hasta que las aguas vuelvan a su cauce, cesen los insultos y descalificaciones y nos dejen en paz a las que intentamos hacer de este mundo un lugar de convivencia en igualdad.

El poder del «pater familias»

Quizá la noticia del verano que más nos ha revuelto las tripas (dejando al margen los desaguisados del desgobierno) ha sido la confirmación de que los huesos encontrados en la finca «Las Quemadillas» son humanos. Ya hay un cuarto informe que lo corrobora, con lo que las alarmas, efectivamente, se disparan al suponer que el frío y calculador «amantísimo» padre de los niños Ruth y José los pudo asesinar vilmente con el único objetivo de hacer el mayor daño posible a su expareja, Ruth Ortiz. A raíz de este descubrimiento, se publicaron numerosos comentarios en los medios y la gente se rasgaba las vestiduras preguntándose cómo puede existir un ser tan desalmado.

Pero lo cierto es que José Bretón no es el único especimen de estas características. Entre el año 2000 y el 2010, 64 menores perdieron la vida en España a consecuencia de la violencia de género (Fuente: Red Feminista). Porque sí, las niñas y los niños también son víctimas, y en demasiadas ocasiones, mortales. Pero en este, y en otros países, todavía prevalece la mentalidad patriarcal de que un padre es incapaz de hacerle daño a un hijo o una hija, y se olvidan del alto porcentaje de abusos sexuales y esas «minucias» que ocurren en las mejores familias, se olvidan de la misoginia imperante y que el objetivo último es hacer daño a las mujeres, aunque se sacrifiquen a los/as menores en el camino.

El «pater familias» sigue siendo tan importante que el ámbito judicial considera, por ejemplo, que es mejor que un maltratador tenga la custodia de una menor antes que la tenga una mujer víctima de violencia que permanece en un centro de acogida. Se sigue pensando que es mejor ejemplo para un niño o una niña un padre (por muy violento que sea) antes que una madre con dificultades, porque claro, qué mejor para un/a menor que tener el videojuego de última generación que le puede facilitar su papá maltratador pero rico, que la seguridad y el afecto de su mamá pero pobre (a raíz normalmente de que el susodicho maltratador pasa olímpicamente de garantizar pensiones compensadoras). Lo cierto es que el «padre» siempre gana, lo que implica que gana el patriarcado, el machismo y la misoginia.

Y últimamente parece que los «pater familias» están excesivamente empoderados porque encuentran eco político y social para ello. La imposición de la custodia compartida sigue ganando adeptos/as, la denostación del feminismo sigue creciendo, el discurso deslegitimador y violento contra este movimiento que aboga por la igualdad rebosa por diferentes foros de Internet. La última demostración del poder del «pater familias» = patriarcado tiene nombre y apellidos: Alicia Murillo. En las últimas horas hemos asistido desde las redes sociales y páginas web de Internet al acoso y derribo de la feminista. Entre feminazi y puta oscilan las «lindezas» en las que se mueven los machos desaforados, heridos en su orgullo viril por una mujer que se ha atrevido a visibilizar y evidenciar el hostigamiento y acoso que sufrimos las mujeres diariamente en los espacios públicos.

Ya se sabe que todas las mujeres somos putas cuando no cumplimos con los mandatos de género tradicionales, y ahora las que nos rebelamos en lugar de feministas somos feminazis (todo con tal de deslegitimarnos). Y es preocupante el calado de este discurso en la población en general porque tengo la extraña sensación de que en muchos contextos está pesando más el discurso antifeminista que el feminista. Y eso nos tiene que conducir a la reflexión sobre las estrategias que estamos utilizando para llegar a la población y especialmente a las mujeres, a las «normales», no a las académicas, ilustradas y burguesas abanderadas de un feminismo excluyente, sino a las víctimas de violencia, a aquellas cuyos derechos son vulnerados diariamente y que no acaban de ver la relación entre el feminismo y sus problemas cotidianos.

A quienes están materializando el feminismo en la cotidianeidad, como Alicia Murillo, les está costando caro (y esto sin irme a Lydia Cacho y su «abandono» forzado de México que sería objeto de otro post). Pero también está sirviendo para visibilizar que frente a la sinrazón patriarcal, la sororidad también se hace presente en lo virtual y en lo presencial.

Hoy más que nunca, frente a las humillaciones, vejaciones, acosos, privaciones,… violencias que sufrimos las mujeres por parte de una supremacía del macho dominante, es más que procedente recuperar el viejo eslogan de Rosa Luxemburgo, con un pequeño matiz: ¡Feminismo o barbarie!

La gran esperanza griega o la utopía de mujeres feministas al frente de Alemania y el FMI

Hoy media Europa está «de los pelos» ante el temor de que Syriza obtenga una mayoría significativa en las elecciones griegas. No entiendo por qué les preocupa tanto Syriza y no les preocupa Amanecer Dorado. Se supone que estos últimos no van a ganar, pero su solo incremento ya es para preocuparse. Tal vez les preocupa que Syriza sea en estos momentos de las pocas voces críticas frente al modelo neoliberal salvaje alemán. Tal vez les preocupa que se escuche que se puede salir de la crisis de otra manera y que alguien quiera poner freno a los desmanes de Alemania y sus socios capitalistas sin escrúpulos, que no dudan en propiciar que un país se hunda mientras sus bolsillos se llenan.

Se dice que las elecciones griegas pueden provocar una catástrofe sin precedente en los mercados, pero la ciudadanía de a pie seguiremos despertándonos todos los días sin notar demasiado los efectos de la «catástrofe». En Grecia seguirá la gente ahogada cada vez más, familias durmiendo en la calle, incremento de suicidios,… pero al FMI le da igual la gente. Ahora a España le piden nuevos ajustes, en las mismas personas de siempre, no en banqueros y políticos, no, en el funcionariado, como si el personal al servicio de la Administración Pública fuese de la peor ralea y tuviera la culpa de la crisis. Yo no soy funcionaria, ni siquiera laboral fija, y mi sueldo baja y baja y mi trabajo sube y sube. ¿Hasta cuándo podremos resistir? Me veo cual minera asturiana lanzando proyectiles a diestro y siniestro y apostada tras una barricada. (Por cierto, todo mi apoyo a la lucha minera).

Qué «jartura» de mundo, ¿y saben lo que más me fastidia? Que Angela Merkel y Christine Lagarde sean mujeres. Urge que las mujeres feministas lleguen al poder para hacer políticas de otra manera, políticas que piensen en la ciudadanía y no en los bancos. Está claro que ser mujer no es garantía de nada, Merkel y Lagarde lo están demostrando. Frente a esa idea que dice que para un hombre incompetente en el poder que esté una mujer incompetente, yo abogo por la erradicación de los y las incompetentes. No podemos aspirar a la incompetencia, a la mediocridad, al capitalismo salvaje y al neoliberalismo por mucho que su modelo lo represente una mujer. Yo ni quiero hombres fachas ni mujeres fachas, quiero mujeres y hombres comprometidas/os con la igualdad, con el bien común no con el suyo personal. Aunque, evidentemente, entre un hombre que se dice igualitario y una mujer feminista, siempre apostaría por las mujeres… llevamos demasiado tiempo faltas de poder y protagonismo como para que sigamos encumbrándoles a ellos.

Mis «amigas», las feministas con pedigrí

El texto que sigue a continuación fue escrito el 2 de abril, reconozco que en un momento de bastante cabreo. No pensaba publicarlo, pero qué diablos!, no voy a condicionar mi propia «creatividad». Desde la Asociación Contramarea que tengo la dicha y el honor de presidir, trasladamos nuestro malestar por lo que van a leer a continuación al Consejero de Igualdad del Cabildo Insular de Tenerife (eso sí, de forma más fina y más técnica). Hoy nos llegó la respuesta en el estilo ese, políticamente correcto, de: estudiaremos su solicitud pero igual no podemos hacer mucho al respecto, así que, como lo poco que nos queda es el «derecho al pataleo», en estos días de aniversario de indignaciones varias, yo voy a sumar una más. Que la disfruten!:

 

Hace años, muchos años, creía que ser feminista era lo mejor que le podía pasar a una en la vida; tomar conciencia de las desigualdades entre mujeres y hombres y luchar para erradicarlas se me antojaba el mejor quehacer del mundo, una labor que intentaba impregnara cualquier ámbito en el que desarrollaba mi trabajo. Una labor que hacía, y hago, porque me lo creo, porque lo siento y porque me sale de las entrañas, además de tener formación especializada, y mucha, para ello.

Sin embargo, el pasado 2 de abril descubrí en el Boletín Oficial de la Provincia de Santa Cruz de Tenerife que para que consideren a una persona “experta” en género e igualdad de oportunidades tiene que formar parte de una “lista”, que el Cabildo Insular ya se encargará de acreditar su “expertía” si cumple con sus requisitos, los suyos, claro. Yo siempre pensé que quien acreditaba la formación era la Universidad y luego, el reciclaje profesional se acreditaba con un currículum más o menos amplio, que podía ser engrosado por una multiplicidad de cursos, jornadas, congresos, seminarios,… impartidos por entidades públicas o privadas que tuvieran personal cualificado con algo interesante que decir en materias concretas.

También pensaba que las listas se hacían por varios motivos, entre otros: para acceder a un concurso-oposición (no es el caso), para etiquetar a personas indeseables (“listas negras”), o para etiquetar a gente “deseable”, para decir: esta es de mi cuerda y la que no esté en la lista, no, quienes no estén en la lista son las/os parias del sistema. El Cabildo de Tenerife parece haber optado por esta última opción, y cual lista de Schindler en la Alemania nazi, ha decidido crear su propia “lista”. El problema es que la de Schindler salvó vidas y esta no parece que vaya a salvar a nadie, bueno, sí, salvará a las/os que entren en la lista, el resto sucumbirá a la “inexpertía”.

Entiendo que el “loable” motivo que inspira la, llamémosla, “lista violeta”, es garantizar la calidad de las intervenciones en materia de igualdad. Y una, que para algunas cosas es un poco torpe (especialmente para entender como justos y ponderados los criterios del Cabildo), se pregunta, ¿garantizará la calidad de una intervención una persona que tenga 240 horas de formación en materia de género pero no tenga titulación universitaria ni sepa cómo intervenir con grupos ni se haya puesto delante de ninguno para dar siquiera una triste charla? Porque un pequeño detalle que no consta en las bases del Cabildo es la titulación universitaria requerida. Da igual que seas ingeniera, geógrafa, bióloga molecular o mecánica, si tienes formación en género; todo el mundo sabe que las historiadoras aprenden mucho de dinámica de grupos en su carrera, que las ingenieras industriales son expertísimas en estilos de comunicación, asertividad,… ¿Quién se dejaría practicar una intervención quirúrgica a corazón abierto por alguien que no sea profesional de la cirugía cardiovascular? Pues aquí parece que para trabajar en igualdad hay que ser de profesión “feminista”, da igual el resto de formación que tengas.

Otro punto gracioso en los criterios es el número de horas que se piden: 240, ni una más ni una menos, bueno, más sí, menos como que no cuela. Y es curioso que el Cabildo Insular que quiere ofrecer una base de datos de personas cualificadas no tenga en cuenta los criterios de la Federación Estatal de Asociaciones Profesionales de Agentes de Igualdad de Oportunidades (FEPAIO) que ha consensuado que las horas mínimas para acreditarse como Agente de Igualdad sean 275 horas. Ah! pero claro, qué despiste, el Cabildo no pretende crear una base de Agentes, pretende crear una “base de Expertas/os” (que como todo el mundo sabe es una nueva profesión con futuro). El problema es que el único Curso Superior en Género e Igualdad de Oportunidades de 240 horas lo impartió el Cabildo hace ¡¡¡8 años!!! Ah, se siente, si no lo hiciste te fastidias, siempre podrás pagar la “friolera” que cuesta un Máster Universitario, ah! que no tienes dinero para un Máster, pues te jodes y empiezas a contar horas en “cursos”, (sic) realizados por organismos oficiales (no valen Congresos, Jornadas, Encuentros, Seminarios,… ni vale que los hayan organizado las “parias” de una Asociación feminista – que ya se sabe que de “oficiales” tenemos poco), ah! que no llegas tampoco a las 240 horas, oh!, no puedes entrar en la “lista violeta”. Y ¡ojito! que la formación tiene que ser fundamentalmente presencial, que si es online, “ésta no podrá ser superior al 30% del cómputo total” (sic). Que te has matado haciendo formación online porque tienes que conciliar vida personal, familiar y laboral, ah! se siente, el Cabildo de Tenerife cree que la formación online no tiene “pedigrí” feminista suficiente. No sé qué opinará la UNED o la Fundación Isonomía (por poner un ejemplo) al respecto, pero les preguntaré. El Cabildo se carga de un plumazo la libertad de elección de las personas para decidir cómo formarse, con qué entidad formarse y cuándo formarse. Tampoco diferencian entre la formación a distancia, online, semipresencial,… esos pequeños matices se los saltan las bases… la única formación desestimable es la online.

Sin embargo, no deja de resultar curioso que las Administraciones Públicas estén apostando por la formación online para su personal (ej. la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias) y que otra Administración Pública le reste validez a este tipo de formación. ¿Será una manera de excluir a quienes opten por formarse de otra manera? Ains! qué mal pensada soy…  bueno, hay un refrán que dice, piensa mal y acertarás.

Bueno, tranquilidad, que si no tienes formación, no importa, si puedes acreditar dos años de experiencia laboral en temas de igualdad, tu acceso a la lista está garantizado (eso sí, si presentas prácticamente hasta el color de las bragas de quien te ha contratado – ampliar la información en las bases –). Si eres autónoma o tienes mil horas de voluntaria que no puedes acreditar, ah! se siente, tampoco estarás en “la lista” (¡qué paradoja!, el propio Cabildo promueve voluntariado en violencia de género, a ver cómo se lo acreditan a quienes lo hagan). Que no tienes formación, ni has trabajado en esto, no desesperes, que si impartes docencia, investigas o publicas en estos temas, lo tienes fácil (huy!, me olvidaba que eso es para una pequeña élite vinculada a los Institutos de Estudios de las Mujeres y/o Departamentos Universitarios varios). Y cuidado con impartir otras materias que no sean específicas sobre igualdad incorporando transversalmente la perspectiva de género, que igual ya no cuela. En resumen, que no sé por qué extraña razón, algunas pensamos que la “lista violeta” ya ha nacido con nombre y apellidos propios y que la Administración está practicando un feminismo de la exclusión muy peculiar.

Frente a estas bases, no deja de resultar paradójico que el propio Cabildo Insular utilice a personas sin formación universitaria y con bastantes menos horas de 240 en formación en igualdad para formar a su personal técnico en violencia de género. ¡Qué gracia!, ¿no? Resulta que sin haber pasado por la Universidad, sin 240 horas de formación en igualdad se imparte formación a técnicas que llevan años currando estos temas. A lo mejor es que el formador del que hablo es hombre y está más legitimado, y que las que tenemos formación pero somos mujeres, y disidentes del “pensamiento único”, somos unas mindundis excluidas.

Así pues, quien esté en la “lista violeta” será guay, será la leche, la hostia en verso, y quienes no estén, unas/os totufas/os del género a quienes el sacrosanto Cabildo no acreditará ninguna expertía. Independientemente del ataque frontal que suponen estas bases a la libertad y a la equidad, y de las medidas que se puedan adoptar desde determinadas organizaciones al respecto, esta que está aquí ya avisa que no va a formar parte de ninguna lista. ¡Y a ver quién tiene bemoles de cuestionar mis conocimientos (adjunto currículum por si alguien tiene ganas de contar horas, yo no tengo tiempo).

Será que la crisis cada vez deja menos hueco de mercado y algunas avispadas han pensado en dar un par de culazos pa’colocarse en mejor posición de salida, oiga, no vaya a ser que vayan a llamar a alguien para dar una charla a un grupo de mujeres, pongamos en Santiago del Teide, por ejemplo, y vaya a acudir una advenediza que tenga menos de 240 horas de formación en género. Conozco un número muy significativo de mujeres que jamás podrán acreditar nada de lo que se pide en las bases, y cuya experiencia vital y visión feminista de la vida le daría diez mil vueltas a cualquier cría recién salida de la Universidad con su Máster bajo el brazo, pero sin ninguna habilidad para enfrentarse a grupos de mujeres, de jóvenes o de niñas y niños. Conozco mujeres que en horas de lectura de textos feministas les darían otras diez mil vueltas a toda la comisión completa que vaya a acreditar a la “lista violeta”. Conozco mujeres, en definitiva, muy sabias que nunca van a formar parte de esa lista. Unas porque haremos insumisión a la lista, como una servidora, otras porque el “gueto” feminista se ha encargado de impedírselo.

Cuando se publicaron las bases coincidí con la presidenta de una Asociación de Mujeres (cuyo nombre no daré para que no la estigmaticen por dirigirme la palabra) y le comenté si sabía algo de la lista, me respondió que mejor se dedicaran a hacer otras cosas más útiles y a dejar de perder el tiempo, algo con lo que coincido plenamente. Y es que resulta que desde que el feminismo se ha institucionalizado se ha perdido el contacto con la realidad. La burocracia nos devora y hasta para asistir a una charla de dos horas tienes que presentar una instancia en el Cabildo (eso sí, no vale por vía telemática, que ya sabemos que lo online gusta poco en el área de igualdad del Cabildo), que para ir a un curso de formación en género tienes que acreditar previamente formación en género (¡sí! en serio, no vayamos a formar a gente sin formación previa, no les vaya a gustar esto del género y tengamos más competencia).

No es normal que las áreas de igualdad de los Ayuntamientos tengan personal técnico mano sobre mano “porque no tengo recursos”, no es normal que se llame al área de igualdad de un municipio preguntando si están funcionando grupos de mujeres, talleres o algo que puedan hacer las mujeres del municipio y te digan que no hay nada, entonces ¿qué diablos se está haciendo por la igualdad? No es normal que se haga feminismo de 8:00 a 15:00 horas, que no se esté trabajando en la calle, que no se dinamicen los grupos de mujeres, que no se fomente el trabajo comunitario por la igualdad, no, no es normal. Y además de no ser normal, no es ético, no es ético que se gasten millones en pagarle a “expertas” planes de igualdad que no se ejecutan porque el dinero que tenemos nos lo gastamos en diagnosticar y planificar y ya no nos queda para ejecutar. No es profesional que los recursos humanos se escuden en la falta de medios, cuando un recurso humano bien preparado puede hacer virguerías en igualdad, que para hacer grupos sólo hacen falta personas y espacios, y hay muchos centros vacíos y muchas plazas sin okupar. No, no es normal, ni ético, pero además es muy triste. Es muy triste que las/os profesionales hayan dejado de “hacer la calle” para encerrarse en los despachos y las Administraciones Públicas se gasten los dineros en subcontratar servicios que podría hacer el personal técnico propio. Pero ya no vemos a la gente, no escuchamos sus demandas, sus necesidades, sus anhelos, sólo vemos papeles y nos olvidamos que tras los muros de nuestros despachos está la realidad. Y la realidad no entiende de “formación en género”, la realidad demanda empleo, medidas para conciliar la vida personal, familiar y laboral (eso sí, ¡que no sean online!, por favor!!! – léase con sentido irónico –), espacios de encuentro donde no se juzgue cuán feminista eres; demanda escuelas infantiles, acceso a puestos de poder, recursos para atender a la dependencia, políticas sanitarias que incluyan las necesidades de las mujeres, recursos para superar la violencia de género,… demanda, en definitiva, respuestas acordes con lo que se vive más allá de las puertas de un despacho.

De mi militancia feminista he aprendido muchas cosas, pero la principal es que el conocimiento se construye entre todas, pero todas, todas, todas. Que nadie puede arrogarse el derecho de sacar un “feministómetro” para decir que alguien vale si tiene 240 horas de formación, pero no vale si tiene 190. Y que el “pedigrí” feminista se mide de otras muchas formas que contabilizando horas de cursos y que la formación y la experiencia se alcanzan dándole oportunidades a la gente, no restándoselas.

Dentro de unos cuantos meses se cumplirá mi segundo mandato al frente de una Asociación feminista, “Contramarea”, y pasaré el testigo a compañeras más jóvenes que probablemente no alcancen 240 horas de formación (en “cursos”), pero que sí puedo garantizar que son feministas, expertas en género e igualdad y que no necesitan ninguna lista que las acredite.

Así que si alguien quiere llamarnos para trabajar por la igualdad, aunque no estemos en la lista del Cabildo, puede contar con nosotras (incluso, para según qué cosas, hasta gratis, ya lo hemos hecho, a ver cuántas “expertas” pueden decir lo mismo). Por nuestra parte, nosotras también seguiremos contando con todas, aunque no formen parte de “la lista”.