Que volvamos a tener un país gobernado por la derecha y la ultraderecha en buena parte de territorios que fueron tradicionales feudos de la izquierda tiene múltiples interpretaciones y resultaría simplista reducirlas sólo a una o dos razones, voy a intentar hacer un sencillo análisis de lo ocurrido, con la esperanza de que no se vuelva a repetir:
- La construcción de un relato mediático dominante (y prácticamente único): hay una frase atribuida a Goebbels, el ministro de propaganda nazi, que dice “repite una mentira mil veces y se convertirá en verdad”. Algunos medios de comunicación, de los más vistos, se han dedicado los últimos años, agudizado desde la pandemia, a construir un discurso demoledor sobre lo malvada que es la izquierda, personalizando además todos los males en el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Es curioso que no se hable de políticas progresistas, no, se habla de “sanchismo” como lo peor que le ha pasado a este país con un discurso falso y absolutamente destructivo, sin propuestas políticas; sólo se han dedicado a evidenciar un futuro catastrófico al que supuestamente nos está conduciendo esta izquierda “socialcomunistabolivarianafiloetarra”: un futuro sin casas, porque nos las han okupado un sinfín de desarrapados, una España rota por los malvados independentistas y un gobierno al mando de una banda terrorista ya extinta, pero a la que resucitan cuando conviene sembrar el terror. Lo paradójico de todo esto es que cuela. Y cuela porque no nos hemos dedicado a formar espíritus críticos y cultura democrática, porque pese a más de 40 años de democracia, seguimos ancladas a lastres que no terminamos de soltar.
- La corrupción que no pasa factura: se dice que el poder corrompe, y la evidencia de la falta de ética en el gobierno de lo público la llevamos sufriendo mucho tiempo; el problema es que, mientras la derecha sobrevive en el fango como pez en el agua, a la izquierda no se le perdona el más mínimo error. Y que conste que no justifico las corruptelas, líbrenme las diosas, pero deberíamos hacernos mirar la doble vara de medir y cómo es posible que arrasen con mayorías absolutas quienes desmantelan los servicios básicos, se vinculan a redes de narcotráfico o malversan fondos públicos con una facilidad pasmosa. Y en esto también tiene que ver el impacto mediático y lo suave que tratamos a determinados corruptos y la dureza que ejercen contra las opciones progresistas.
- La división y el ombliguismo de la izquierda: creo que sobre la fragmentación de la izquierda todo se ha dicho, un ejemplo cercano puede verse en Canarias en Unidas Podemos y Drago Verdes, por separado no alcanzaron el 5% necesario para representación y sumados los votos de ambas formaciones hubieran superado a Vox… Para hacérselo mirar. Las formaciones políticas que denominan a la izquierda del PSOE llevan un tiempo reproduciendo un modo de ejercer el poder alejado de los intereses reales de la ciudadanía. Cuando se tienen responsabilidades de gobierno, no se puede gobernar para tus aliades, ni se puede hacer a golpe de efecto en Twitter o con políticas pancarteras, que una cosa es ser activista y otra ministra o ministro. Se gobierna para todas y todos, y eso implica negociar, ceder para llegar a acuerdos que, aunque no lleguen al máximo deseado, no perjudiquen sensiblemente a la población. En eso consiste la responsabilidad de Estado, ejercer el poder con firmeza pero sin absolutismos, con determinación pero velando por el interés general y no por el de mis amiguitos/as/es.
- La traición a la agenda política feminista: en estas elecciones autonómicas y locales, uno de los aspectos que ha hecho perder miles de votos a la izquierda es la falta de implicación en resolver los problemas reales de las mujeres. La política del brilli-brilli pasa factura, no tanta como nos gustaría a las feministas, pero sí ha habido una ausencia significativa de votos violetas. El gobierno más progresista de la historia ha usado fondos del Pacto de Estado contra la Violencia de Género en actuaciones que dan respuesta a la agenda transactivista y no a la violencia contra las mujeres; y que conste que creo que luchar contra la LGBTIfobia y otras medidas que apoyen los derechos de este colectivo siguen siendo absolutamente necesarias, pero no podemos vestir a un santo desvistiendo a otro. Las violencias machistas se han normalizado y banalizado de tal forma que el goteo constante de asesinatos ya no impacta como antes (uno de los últimos, el de una mujer embarazada de gemelos delante de su hija de tres años, ha sido terrorífico, pero pese a haber sido considerada de riesgo extremo, lo bajaron a básico, y su asesinato quedó eclipsado por los resultados electorales… prioridades…) Considerar el género como identidad esencial e innata y no como una construcción social opresiva, la legitimación de los sistemas prostitucionales, la flexibilidad con los vientres de alquiler haciendo la vista gorda ante lo que en nuestro país es delito, la ausencia de enfoques pedagógicos coeducativos en las escasas políticas preventivas de las desigualdades sexistas,… son vacíos que las políticas de izquierdas no se pueden permitir.
- Las masculinidades hegemónicas desubicadas (y reubicadas en el fascismo): y finalmente, pero no por ello menos importante, tenemos que poner un foco de atención sobre los chavales jóvenes. Esos a los que está atrayendo Vox porque temen el avance de los derechos de sus iguales por no saber cómo afrontarlo, por no estar dispuestos a perder privilegios y porque han sido los grandes olvidados en las políticas públicas de igualdad. La prevención y la educación en igualdad se hace con chicas y chicos o tendremos a unos chicos reactivos que a la primera de cambio van a engrosar las listas de quienes, cual secta, les hacen sentir como en casa y legitiman su machismo, su racismo,… Los discursos de odio se hacen fuertes y tienen un impacto real en las personas, el miedo al diferente, el temor de que te van a quitar “lo tuyo”, porque no se han construido vínculos comunitarios sobre el respeto a la diversidad y sobre la igualdad,…
Nos enfrentamos a un panorama bastante desolador. No creo que un mes y medio sea suficiente para recomponer todo esto. Sin embargo, sí tengo claro que, aunque no tengamos una opción política que nos satisfaga, hay que votar. Los riesgos que corremos son grandes y aunque no nos gusten todas las políticas de esta legislatura, algunas cosas se han hecho bien, y han beneficiado a las mujeres:
- Revalorización de las pensiones
- Subida del SMI
- Excepción ibérica con el tope a los precios del gas y la luz
- Protección social con los ERTES durante la pandemia
- Modificación de la ley del aborto, volviendo a reconocer el derecho de las chicas entre 16 y 18 años que recortó el PP.
- Incremento de 400 € en las becas de educación especial para contribuir a los gastos generados por alumnado con discapacidad.
- Ayudas al transporte y descuentos en carburantes,…
- Incremento de prestaciones de la Ley de Dependencia (en Canarias, con un gobierno progresista. Recordemos quiénes ejercen principalmente las funciones de cuidado)
Al actual gobierno le ha tocado lidiar con una pandemia, una guerra, un volcán,… y es cierto que ha hecho cosas muy mal, pero ¿se imaginan la gestión de todo esto en manos de quien decía que el Prestige sólo eran unos hilillos de plastilina?
El 23 de julio nuestro país elegirá entre dos modelos de gestión de lo público: uno que intenta sostener el maltrecho estado de bienestar y otro que intenta destruirlo, sembrando además odio y rechazo por mujeres, migrantes, personas no heterosexuales,… o que niega las violencias machistas. Por mucho que nos duela y que reconozcamos los graves errores, creo que nos jugamos mucho para ser puristas con el voto. No permitamos la vuelta de la derecha y la ultraderecha, con los derechos no se juega, que nuestro corazón y cerebro sigan siendo violetas y rojos.