Recientemente, dos profesionales diferentes de Servicios Sociales municipales (una trabajadora social y una educadora) me han hecho el mismo comentario: “es que no se puede intervenir con”… esa familia / mujer / persona (el sujeto de la intervención añádase al gusto, aunque en mi caso eran dos mujeres, una joven, de menos de 30 años, y una mayor, de unos 80). Y yo me pregunto qué hay detrás de una aseveración como esa.
Cuando afirmamos que no se puede trabajar (apoyar, acompañar, escuchar, facilitar,… la vida de una persona), ¿qué se evidencia? ¿lo catastrófica que es la persona o nuestra falta de estrategias para la intervención social? Evidentemente, lo que no se puede es trabajar desde un despacho saturado de demanda con menos de media hora por caso y al borde del colapso burocrático. La intervención social requiere tiempo, requiere calle, requiere especialización, estrategias comunicativas, enfoques y modelos claros de intervención,… Y si algo falta en los Servicios Sociales desbordados que tenemos es el tiempo (creo que profesionalidad sobra, aunque siempre hemos que estar en un proceso de mejora continua). Pero no podemos confundir las carencias del sistema con las reticencias de una familia o de una persona ante nuestra intervención. Durante más de tres décadas como trabajadora social, he intervenido con una amplia diversidad de personas y siempre las dificultades para dar respuestas han estado de parte del sistema, no de la persona; creo que el caso más complejo es abordable si tenemos los recursos para ello, aunque luego no nos gusten las decisiones que toma la persona (que parece que ser pobre implica acatar, y no, hasta en la situación más vulnerable la gente tiene que sentir que dispone de un margen de libertad para decidir, aunque según nuestro criterio técnico esa decisión sea perjudicial).
Quizás va siendo hora de que nuestros malestares con el sistema (falta de tiempo, recursos, formación,…) los pongamos en las administraciones o entidades que nos contratan y no en las personas con las que trabajamos. Ejemplos como la huelga de las compañeras de Burgos deberían generalizarse en toda España, ¿hasta cuándo vamos a permitir la precarización de nuestro trabajo, la falta de medios y la sobrecarga laboral? El Trabajo Social no es gestor de miserias, es transformador de desigualdades y agente clave para garantizar derechos y promover la autonomía y la calidad de vida de las personas, y para ello necesitamos horas y horas de dedicación a una sola intervención social, imaginemos el tiempo que hemos de invertir ante cientos de demandas…
Con uno de los casos que comenté al inicio (la señora de 80 años), me costó un año de trabajo conseguir un pequeño avance (muy pequeño pero importante), por tanto, sí, se pueden lograr pequeños o grandes cambios si disponemos de tiempo y recursos para ello. En un momento en el que las grandes corporaciones acumulan riquezas indecentes y en las personas más vulnerables impactan las desigualdades, generando mayor pobreza y exclusión, puede ser oportuno articularnos nuevamente en las mareas naranjas e inundar las calles de denuncia social. No somos conscientes del poder que tenemos, trabajamos con miles de personas que, individualmente no generan cambio, pero colectivamente pueden comenzar una revolución. Porque o el Trabajo Social es transformador de las injusticias sociales estructurales o no es Trabajo Social.