Los tres documentos propios del Trabajo Social: Ficha Social, Historia Social e Informe Social son algunos de los que pueden conformar un expediente social. Los expedientes los vamos construyendo con múltiples documentos que les requerimos a las personas (DNI, libros de familia, justificantes de ingresos, de desempleo, tarjetas sanitarias, certificados de discapacidad,…) además del propio relato de vivencias, necesidades y deseos expresados en las entrevistas sociales. Antes acumulábamos centenares de archivos con las historias vitales de las personas con las que trabajábamos, ahora todo está digitalizado y con un par de clic de ratón se despliega tras la pantalla del ordenador la vida y milagros de la gente. Cada vez más burocratizada, cada vez más reducida a informes, tras informes y más informes para acceder a una miserable prestación con la que ni siquiera se puede sobrevivir dignamente… Y cuidado con quejarse, que las y los pobres bastante han de agradecer al dadivoso sistema que permite que no mueran de hambre (mode ironic on) … ¿o no?
En este 2023 cumpliré 33 años como trabajadora social y ya he repetido muchas veces en este blog que he observado cómo, en los últimos años, la atención social se complejiza cada vez más sin dar respuestas eficaces a la ciudadanía; lo triste es que a veces olvidamos que detrás de los expedientes, detrás de un número de registro y múltiples documentos, está el sufrimiento humano, que no solo está activo de 8:00 a 15:00, sino que no descansa y que cuando apagamos nuestro ordenador laboral, la vida de las personas sigue malvivida.
- Detrás de un expediente está Ana, esa mujer superviviente de violencia machista para la que las fiestas navideñas han sido un infierno porque su hija ha tenido que pasarlas con el maltratador por orden de una justicia injusta y ella no ha podido iniciar el apoyo psicológico porque la lista de espera es inmensa.
- Detrás de un expediente está Elena, esa adolescente que soporta silenciosamente el acoso escolar y cuando llega a su casa no encuentra a su familia porque su madre se mata a trabajar para sacarlos adelante mientras que su padre malgasta el poco dinero que tienen en alcohol.
- Detrás de un expediente está Jorge, ese niño que lleva más de dos meses sin pisar un colegio por dificultades burocráticas, pero en este caso no actúan los Servicios Sociales porque la negligente no es su familia sino la propia administración.
- Detrás de un expediente está Cristina, esa niña altamente dependiente que ha pasado las navidades sola en la habitación de un hospital porque la administración no tiene recursos para atender a menores con graves discapacidades cuando su familia atraviesa un momento crítico y no puede cuidarla.
- Detrás de un expediente está Juan, ese anciano que vive en su pueblo, solo, mientras su familia sigue en la gran ciudad y no han tenido tiempo para compartir con él unos días porque ya se sabe… la vorágine de la vida diaria nos hace olvidar lo verdaderamente importante.
- Detrás de un expediente está Carmen, esa madre coraje que, prácticamente sin apoyos, cuida a su hija dependiente sola porque el padre huyó cuando supo que la enfermedad de su hija era degenerativa y se auguraba un mal pronóstico.
- Detrás de un expediente está Kadisha, esa mujer que después de recorrer miles de kilómetros y jugarse la vida en el mar, sobrevive cuidando a otros mientras sus propios hijos son cuidados en su país de origen y ella espera regularizar su situación antes de que la detengan por “no tener papeles”… (*)
Detrás de los expedientes están familias temiendo un desahucio, familias hartas de depender de los bancos de alimentos porque otras prestaciones económicas no llegan a tiempo, familias que soportan múltiples violencias, familias en los márgenes… que viven (o malviven) más allá de nuestro horario laboral. Y, si bien no podemos trabajar 24 horas, también es cierto que no debemos renunciar a la esencia del Trabajo Social: el compromiso con las personas (con rostro, sin número) y con la denuncia y erradicación de las injusticias sociales. Como decía esa famosa frase de autoría incierta: que el privilegio no nos nuble la empatía; tener un trabajo (a ser posible estable), un hogar con agua caliente, dinero para llenar la nevera,… nos privilegia frente a otra mucha gente, igual es bueno recordarlo cuando refunfuñamos porque “fulanita no me ha traído la documentación que le pedí”, “menganita ha renunciado a la vivienda que le hemos ofrecido, ¡qué se cree!” o “perenganito ha incumplido ya tres citas, pues no le atiendo más”…
Hace unos días hablaba con mi buena amiga, Clara Bredy, trabajadora social en esencia, sobre la importancia de tener una o un profesional del Trabajo Social como referente de cada caso y que liderara la coordinación del mismo; y ella me aportó la idea de la fragmentación de las personas que prima ahora en los sistemas de ¿bienestar? Fragmentamos a las personas porque parcelamos sus necesidades por parte de diferentes profesionales sin tener una visión global de lo que les sucede y de las respuestas que requieren. Urge recuperar unos Servicios Sociales de calidad que puedan intervenir más allá de gestionar, con una trabajadora o un trabajador social de referencia por persona que sea capaz de optimizar los recursos y haga que profesionales de los sistemas de sanidad, educación, vivienda,… o de ámbitos como adicciones, discapacidad, mayores,… se sintonicen en un único plan de intervención coherente.
Desde el Trabajo Social hemos de ser quienes llevemos la dirección de la orquesta y el resto de profesionales quienes ejecuten los mejores acordes sin desafinar. La sinfonía de la vida de muchas personas es lo que está en juego.
(*) Cualquier parecido con la realidad… es rigurosamente cierto.