Escribo este post en semana santa y me retrotrae a recuerdos de la infancia, donde había que estrenar ropa, recatada eso sí, para ir a las procesiones. Nada de transparencias ni ostentaciones. Con el paso del tiempo, esta semana vacacional dio paso a mayor ornamento en el vestuario y, por qué no, alguna transparencia para mitigar el calor que podía hacer entre las aglomeraciones de personas procesionando. Lo que más me gustaba de estos eventos era el olor a incienso… pero no nos desviemos.
Las transparencias no sólo son para el vestuario, cada vez más está “de moda” esta palabra para referirse a la gestión de lo público. Las administraciones deben ser transparentes en sus procedimientos, trámites, presupuestos,… que la ciudadanía sepa en qué y cómo se invierten nuestros impuestos. El Gobierno de España tiene un portal web de transparencia donde, tras una serie de complejos mecanismos, aptos para quienes tengan paciencia y tiempo, se puede solicitar información pública. La verdad es que no dispongo ni de lo uno ni de lo otro (paciencia y tiempo), pero me pregunto si en esos portales de transparencia se podrá acceder a información sobre las comisiones millonarias que se llevan algunos “listos” por negociar con el malestar. ¿Se podrá saber el nivel de corrupción actual en nuestro país? ¿Están las listas de investigados y condenados por este motivo? ¿Sus vinculaciones partidistas y empresariales? Me temo que estos últimos puntos siguen estando en manos de la labor periodística.
Gobiernos de distintas Comunidades Autónomas también tienen sus respectivos portales de transparencia. Canarias lo tiene, no me he ido más lejos por lo ya antedicho del tiempo y la paciencia. No deja de resultar curioso que en una época en la que se habla más de transparencia y sostenibilidad, la Administración sea cada vez más inaccesible (lo de sostenibilidad quedaría para otro post, pero baste decir que se obliga a personal público a mantener reuniones online desde sus centros de trabajo, para lo que tienen que hacer 100 kms. de desplazamiento, con el consiguiente gasto energético, en lugar de quedarse en casita tan ricamente, dado que una de las ventajas del teletrabajo, precisamente, es poder hacerlo desde cualquier lugar del mundo, pero bueno, no nos desviemos de la transparencia).
Sigamos con la inaccesibilidad, la brecha digital que se abre entre administración y ciudadanía administrada es significativa; el COVID-19 ha sido la excusa perfecta para restringir la presencialidad, lo más llamativo es que, cuando las medidas preventivas están a punto de finalizar, incluyendo la mascarilla en interiores (yo seguiré con ella, me parece precipitada la medida), muchos de esos interiores siguen siendo búnkeres a los que no se puede acceder.
Y sí, todo esto tiene que ver con el Trabajo Social, ya voy llegando. En nuestra profesión somos referentes para la ciudadanía, la puerta de entrada al ejercicio de derechos, somos garantes de derechos, y, ¿cómo podemos garantizarlos si las personas no pueden acceder a nosotras/os? Todo el personal público tiene un correo electrónico corporativo, también las hay con suerte como yo, y después de más de 20 años de servicio público, y gracias al coronavirus, tenemos un móvil corporativo, pero quienes no tengan móvil al menos correo sí tienen. Y ahí empieza la odisea de la transparencia en Trabajo Social. El acceso a compañeras y compañeros de profesión parece un secreto mejor guardado que el santo Grial; la coordinación entre profesionales se hace inviable porque perdemos más tiempo en averiguar cómo contactar con la persona correcta que en hablar con ella. Las páginas web de distintas administraciones (locales, insulares, autonómicas) sólo ponen teléfonos de centralitas colapsadas; que te pillen el teléfono en según qué administraciones es más milagroso que una aparición mariana. El periplo para llegar a la persona en cuestión a veces pasa por cinco más a las que tienes que pedir favores para que te faciliten una forma de contacto con aquella con la que necesitamos hablar.
Ya que hablamos tanto de transparencia, ¿no sería más sencillo colgar los listados de correos electrónicos corporativos de todo el personal público de las distintas administraciones (especialmente de aquel imprescindible para la calidad de vida de la gente como profesionales del Trabajo Social)? ¿Nos da miedo que suponga un desborde de trabajo? No lo creo, las personas siguen prefiriendo una atención humanizada, lo tecnológico nunca podrá sustituir a lo humano, pero sí puede resolver cuestiones urgentes o pequeños detalles que harían sentir mejor a quienes tienen alguna duda relacionada con su proceso vital y administrativo.
A toda familia que atiendo le entrego un papelito con mi nombre, mi correo electrónico, mi móvil corporativo y el teléfono fijo de la sede de mi equipo. Centenares de familias tienen ese papelito y no he sufrido un colapso; sí utilizo whatsapp para comunicaciones rápidas, aclarar dudas y enviar mensajes de apoyo que las personas agradecen. Creo que trabajar en lo público implica estar accesibles a la ciudadanía, trabajamos para las personas y no somos cyborgs, seguimos siendo humanas y humanos, pues demostrémoslo.
De acuerdo con usted: trabajar en lo público implica estar accesible a la ciudadanía y la dificultad para acceder a cualquier servicio público, especialmente después del inicio de la pandemia, roza el maltrato.
Un saludo cordial.
Muchas gracias! Totalmente de acuerdo, hay prácticas que rozan la violencia institucional pero como ciudadanas podemos demandar que eso cambie. Saludos cordiales!
Yo flipo amiga. Me estoy enterando de que las direcciones de correo para atender al público (y a compañer@s) no son públicos. Definitivamente estamos más que lejos de los mínimos. Que pena me da
Gracias por tu comentario querida! Pues sí, una odisea localizar a alguien, nos queda mucho que mejorar en transparencia! Un abrazo!