Siempre ha habido personas a lo largo de los siglos enfrentadas a la ciencia y a los avances que han permitido mejoras en la calidad de vida de las personas. El medievo fue una época paradigmática en ese sentido, y todo lo que no se veía como obra de Dios era obra del diablo. La sabiduría de las “brujas” fue quemada en la hoguera, y la inquisición ahogaba cualquier espíritu transgresor con la excusa de que provenía del mal.
La razón ilustrada vino a iluminar la oscuridad medieval y la modernidad nos trajo avances médicos que salvaron la vida a millones de personas, las vacunas entre otras cosas. Sin embargo, llegaron la posmodernidad, las redes sociales y un retroceso en el pensamiento crítico. Ahora cualquier persona con un smartphone y conectividad publica despropósitos sin sentido, presentándolos como verdades incuestionables.
Existen diferentes temas sobre los que negar o manipular su evidencia, pero me voy a centrar en los más recientes de nuestro país: violencias machistas, lgbtifobia, pandemia covídica y volcanes. Alguien podrá pensar que menuda mezcla, pero no, hay un elemento común en todo ello: habitualmente son discursos provenientes de la ultraderecha que dan pábulo a teorías conspiranoicas que pretenden desestabilizar países y gobiernos. Su estrategia: repetir una mentira mil veces hasta que se convierta en verdad (lo que hacía Goebbels, ministro de propaganda nazi, por cierto). Evidentemente, no toda la gente que se cree estos disparates es nazi, pero los promotores de bulos y mentiras negacionistas sí se vinculan a grupos e ideologías ultraconservadoras. Lo paradójico de esto es que instan a la gente a investigar, a despertar, a transgredir determinadas normas,… con la excusa de la libertad, sin embargo, se atan a únicas fuentes de información, renuncian a contrastar con fuentes oficiales y científicas porque solo creen “su verdad”, ¿es eso libertad o estrechez de miras? ¿Libertad o antología del disparate? Veamos ejemplos:
- Violencias machistas: los negacionistas por excelencia pertenecen a partidos o grupos de ultraderecha. Al igual que niegan la existencia de una violencia específica contra las mujeres por el hecho de serlo, por parte de hombres patriarcales, machistas y misóginos, niegan el derecho al aborto, se cabrean si se legisla contra el acoso en las clínicas donde se practican IVEs (Interrupciones Voluntarias del Embarazo) o rezan avemarías en plenos municipales. Negar una realidad absolutamente contrastada, estudiada, legislada,… sólo responde a un posicionamiento ideológico, aunque nada lógico. Es la misma gente que dice que nos invaden lxs inmigrantes… volveré sobre ello cuando hable de volcanes.
- LGBTIfobia: el pasado 16 de septiembre, toda una presidenta autonómica, Isabel Díaz Ayuso, afirmaba que “la homofobia está en la cabeza de la izquierda” (ya nos tiene acostumbradas a sus ayusadas, pero no dejan de resultar lamentables igualmente). Dos días después de esas palabras, centenares de neonazis tomaron el madrileño barrio de Chueca, enclave LGBTI por excelencia, al grito de “fuera maricas de nuestros barrios” o “fuera sidosos de Madrid”. Negar la existencia del odio a todo lo que se aleje del modelo heteronormativo o atribuirlo a conspiraciones izquierdosas (Abascal dixit) forma parte del entramado fascista que no respeta ni reconoce las diversidades. Sólo un dato, en los primeros siete meses del 2021 se habían producido un total de 748 delitos de odio, lo que suponía un incremento del 9,3% respecto a 2019.
- Covid-19: al negacionismo de realidades sociales obvias, se sumó el máximo nivel de paroxismo con la pandemia por coronavirus. Ahí ya surgieron conspiranoias a cual más disparatada, siempre con una fuente común, personas y grupos con intereses políticos ultraconservadores. Desde negar la existencia del propio virus a sembrar dudas y temor sobre la utilidad de las vacunas. El pensamiento anticiencia campó a sus anchas por redes sociales, incluso de la mano de personajes con titulación universitaria (de esa gente que pasó por la universidad, pero la universidad no pasó por ellas).
- Volcán de La Palma: y cuando ya creíamos que no podíamos leer o escuchar más disparates, erupciona el volcán de Cumbre Vieja, en mi isla natal de La Palma, y de la misma mano de quienes decían que la nieve era plástico, llegan las afirmaciones de que “está todo orquestado” o que “las personas vacunadas emiten ondas 5G, gracias a los microchip que llevamos dentro, que causan las vibraciones y los terremotos que hicieron estallar el volcán”… También en la parte volcánica, hemos tenido afirmaciones racistas del tipo “y por qué no los alojan en hoteles como a los inmigrantes” o mentes preclaras que nos regañan por “haber construido al lado de un volcán”… Sin comentarios.
De verdad, gentes de las redes sociales, es sencillo: antes de publicar un disparate o la primera diarrea mental que se os ocurre, informaros en fuentes fiables, contrasten, piensen críticamente y luego publiquen. No necesitamos mentiras a chorros, ya tenemos bastante con la lava.
Y mientras miles de personas se ocupan en negar lo obvio, la realidad social es imparable y nos acecha con crisis energéticas, desastres climáticos y calentamiento global, violencias, racismo, pobreza, pandemias,… Y es que hay cosas que no se pueden negar, y si alguien lo hace habrá que preguntarse qué intereses se esconden detrás del negacionismo de las evidencias. Y probablemente, esos intereses no van a beneficiar la vida cotidiana de quienes son cómplices de difundir mentiras, aunque no sean conscientes de ello.