Me licencié en Ciencias de la Información en 1994, cuando todavía se contrastaban las fuentes y la prensa tenía cierto prestigio. Ejercí como freelance durante la década de los 90 pero nunca me dediqué en exclusiva a esta profesión porque ya ejercía como trabajadora social, mi auténtica pasión. Ver la deriva mediática de este país me resulta preocupante; sigo la prensa progresista: eldiario.es (del que soy socia), Público o prensa feminista como Píkara Magazine (también socia) o Tribuna Feminista en El Plural, pero no puedo evitar que me lleguen noticias de la prensa ultrafacha, machista y racista tipo Libertad Digital, OkDiario, Alerta Digital,… y eso hace que se me revuelva el estómago cada vez que leo algo (intento no hacerlo por salud mental).
Sin embargo, esta reflexión viene motivada porque personas conocidas de las redes sociales comparten noticias de este tipo de prensa validándolas como verdaderas. Esto no hace más que sembrar odio y violencia y construir peligrosos discursos contra la población migrante, contra las feministas, contra gente de izquierdas y contra cualquiera que se interponga en sus objetivos de instaurar un nuevo fascismo. Creo que hay reforzar el sentido crítico, conocer las líneas editoriales de las noticias que se comparten y evitar propagar bulos y mentiras que generan odio. No todo lo que publica un medio de comunicación es cierto, de hecho, se construyen noticias ex profeso para hundir a un rival político, es el tiempo de la posverdad, de la manipulación, de la distorsión de la realidad para favorecer determinados intereses, que normalmente no coinciden con los intereses mayoritarios de la ciudadanía.
Y mientras nos entretienen con tesis y másters, las mujeres siguen siendo asesinadas, la pobreza infantil y la precariedad económica es una constante para millones de familias de este país (que no ven la salida a la crisis), la sanidad y la educación continúan siendo una asignatura pendiente en calidad, la factura de la luz se dispara, los desahucios no se han paralizado,… pero nos venden que lo importante es otra cosa. Y sí, la honestidad política es fundamental, porque si tuviéramos políticos y políticas honestos/as tal vez se centrarían en gestionar eficazmente un país en lugar de tirarse porquería a la cara constantemente. La oposición política no se hace derribando a un rival, se hace analizando la gestión eficaz de lo público, que para eso están. Y si la ciudadanía no estuviera tan atontada con cortinas de humo, tal vez desarrollaría más sentido crítico para filtrar lo que publica a través de las redes sociales, para no creer todo lo que se comparte y para exigir que los derechos constitucionales se cumplan en lugar de preocuparse por si 25 amigxs nos ven o nos dejan de ver en Facebook…
En la época de las fake news, urge una educación digital que enseñe a gestionar el conocimiento y las redes de forma responsable y con sentido común. Un nuevo reto para el sistema educativo.