El pasado 20 de julio, una amiga de Facebook, a la que no conozco personalmente, pero de la que me declaro rendida admiradora, publicó esta reflexión en su muro. S de Sara decía esto:
Todos los días nos violáis, nos matáis, nos pegáis. Todos los días nos insultáis, nos acosáis por la calle, en los transportes públicos, en los bares. No conozco ni una sola mujer que realmente pueda volver a casa tranquila por la noche, o por calles poco concurridas. No conozco ni una sola mujer que no haya sufrido algún tipo de acoso o abuso a lo largo de su vida, además de que estos abusos cada vez comienzan antes, las niñas los sufren a diario. Se normaliza el machismo y el acoso desde que somos unos críos, ya en la escuela cuando «inocentemente» un niño se siente con derecho a levantar faldas o a tocarles el culo y os parece gracioso, cosas de niños.
Todos los días tenemos que escuchar que somos unas exageradas, que estamos más protegidas que el oso pardo, que utilizamos las leyes para proyectar nuestro odio hacia los hombres. Que somos unas mandonas, unas histéricas y unas amargadas cuando nos rebelamos contra esta opresión.
Incluso por parte de hombres supuestamente feministas tenemos que escuchar cómo debemos hacer las cosas, cómo enfocar la lucha (porque claro, ¿una mujer sabiendo luchar contra su propia opresión? venga ya!) , escuchar que el término feminismo es injusto, que debería de llamarse equidad o igualdad.
Tenemos que aguantar todo esto TODOS los días, pero eh! en el momento en que nos quejamos, en que nos rebelamos y protestamos, en el que nos empoderamos y decimos BASTA… En ese momento somos unas feminazis, malfolladas, putas y antihombres.
RESULTA QUE VIVIMOS EN UN PATRIARCADO Y ADEMÁS NOS TENEMOS QUE QUEJAR BAJITO, PARA NO MOLESTAR.
Añado posdata: todos aquellos que comenten el famoso «notallmen» o «es que no todos los hombres» fuera de mi facebook directamente. Que no todos tal ya lo sabemos nosotras, gracias.
El post de Sara me hizo pensar en todas las veces que tenemos que dar explicaciones, que tenemos que hacer “pedagogía feminista”, en todas las veces que tenemos que justificar que no somos perversas castradoras de hombres ni queremos dominar el mundo esclavizando a nuestros congéneres masculinos. Pero por muchas explicaciones que damos nunca es suficiente y los mitos prevalecen sobre las realidades. Y ya estoy harta. Si nos quejamos, mal; si reivindicamos, mal; si no nos defendemos, mal; si lo hacemos, mal; si no cerramos bien las piernas, mal; si disfrutamos de nuestra sexualidad, mal; si damos la teta en público, mal,… Cualquier cosa que hagamos, para el sistema patriarcal siempre estará mal. Y el patriarcado va creando una sensación de malestar e indefensión difícil de contrarrestar; al menos a mí se me acaban las estrategias para ello. Sé que la solución pasa por la sororidad, por las alianzas entre nosotras y con aquellos que no se sientan ofendidos con el feminismo (que siguen siendo muy pocos), sé que hay que seguir luchando por trasladar la idea de que el feminismo no es una batalla contra los hombres sino contra un sistema injusto; pero mientras los hombres no patriarcales no reconozcan que el sistema y la masculinidad tradicional les dota de privilegios a ellos (que tienen que cuestionarse y deconstruir) y a nosotras nos desposee de poder, mientras eso no ocurra, difícilmente se podrán producir cambios y avances hacia la igualdad. Y sí, dentro de ese sistema también hay mujeres patriarcales, pero volver a poner el foco sobre nosotras y lo malas que somos, vuelve a dejarles a ellos impunes en la sombra.
Hace unos días argumentaba, por enésima vez, mi forma de pensar ante un hombre y le escribía esto:
Entiendo la igualdad desde el respeto a la diversidad, a la diferencia, sin que esa diferencia tenga que suponer jerarquía y desigualdad. Lo contrario a igualdad es desigualdad, lo contrario a diferente es idéntico. Entiendo la igualdad como un principio ético que está en lo más alto de mi escala de valores, entiendo que todas las personas, por el mero hecho de serlo, independientemente del sexo, orientación sexual, edad, etnia, cultura,… merecen ser tratadas con la misma dignidad, merecen tener las mismas oportunidades y los mismos derechos. (…) Yo no estoy contra los hombres, no voy cual Kill Bill en plan “revancha”, estoy contra el patriarcado, y no es lo mismo. Estoy contra las desigualdades, la violencia, la opresión, la discriminación,… Estoy contra un sistema que ha construido relaciones desiguales de poder entre mujeres y hombres, estoy contra un sistema que asesina mujeres (cada día son asesinadas en el mundo cientos de mujeres por esa única razón: ser mujeres), que ha construido asesinos y víctimas,… estar en contra del sistema patriarcal como modo de organización social no significa estar contra de los hombres ni que los hombres que no comparten este sistema se tengan que sentir aludidos. (…) Nuestra lucha no es por recuperar privilegios, nuestra lucha es por abolir los privilegios, nuestra lucha no es contra los hombres, es contra el sistema patriarcal, insisto. Nuestra lucha es por la redistribución equitativa del poder, de la riqueza, de los espacios, de los tiempos, de los afectos, de los cuidados,…
Esta básica argumentación sobre mi ideología espero que sea la última. Se me acabaron las ganas de dar más explicaciones a nadie; se acabaron las “disculpas” por ser como soy. Al próximo o la próxima que me diga que soy una radical, que el feminismo es lo contrario al machismo, que no hay que ser feminista sino femenina, que soy una feminazi castradora,… aparte de enviarle a freír espárragos le sugeriré la lectura de este post. Paso de más desgastes. Creo que la energía dedicada en argumentar nuestra ideología hay que redirigirla a seguir cambiando el mundo desde la práctica cotidiana. Es cansino leer los comentarios misóginos a cualquier artículo escrito por una feminista (véase el odio que destilan algunos contra Barbijaputa, por ejemplo, que ha sido amenazada de muerte básicamente por tener sentido crítico y cuestionar el patriarcado) o por cualquier periodista que hable de cuestiones de género (sin que se identifique como feminista). Es lamentable que en pleno siglo XXI prolifere gente con un ¿pensamiento? tan misógino y limitado, fruto probablemente de desconocimiento y miedo a la pérdida de poder.
En 1971 yo tenía dos añitos, y se publicaba por primera la famosa canción que popularizó Mari Trini, “Yo no soy esa” (y que me fascina versionada por Rosa). 45 años después, todavía las mujeres tenemos que seguir justificando que ya no somos esas, que ya la sumisión pasó a la historia. A muchas, no ser “esa” les cuesta muy caro, lo pagan con su vida. Creo que ya es hora de ser las mujeres que queramos ser, independientemente de cómo nos quieran ellos o el sistema que seamos. Y esto, por tanto, es una declaración de principios: yo no soy una mujer que se ajuste a las normas heteropatriarcales, no soy abnegada y complaciente y no voy a justificarme más por ello. Yo sí soy esa feminista radical e “izquierdosa” que quiere subvertir el orden simbólico establecido y eso no está reñido con la ternura, los cuidados y los afectos; se puede ser feminista y querer a la gente (es más, se debe), aunque haya gente que piense que nuestro objetivo vital es convertir en eunuca a toda la población masculina. Hoy también argumentaba a alguien que las feministas somos un pack completo y no nos podemos disociar, tenemos ideología pero también sentimientos: humor, ternura, afectos, sabiduría,… vamos, que no es que nos apetezca que nos quieran matar así como asiduamente, aunque a todo se acostumbra una. Yo tengo la suerte de que sólo he sido “troleada” y amenazada una vez, a raíz de la cual moderé los comentarios de mi blog que en sus inicios estaban en abierto; si tuviera que aguantar lo que otras compañeras… no sé si no me hubiera convertido en Kill Bill.
Termino este post después de ver “7 diosas” (por cierto, absolutamente recomendable), convencida de que el feminismo mejora el mundo y que la complicidad entre las mujeres y las alianzas con aquellos que creen en la igualdad es la mejor estrategia contra la barbarie del machismo, la misoginia y la violencia (a la última escena de la peli me remito y no quiero hacer spoiler, corred a los cines).
Y como despedida prevacacional, finalizo con un poema de Dulce María Loynaz que me vino a la mente al escribir sobre ideología, emociones y disociaciones varias:
Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombra…
Si me quieres, quiéreme negra
y blanca. Y gris, y verde, y rubia,
y morena…
Quiéreme día,
quiéreme noche…
¡Y madrugada en la ventana abierta!
Si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda… o no me quieras!
* Este texto está dedicado a aquellos hombres que han compartido o comparten retazos de mi vida y entienden que el feminismo no es algo nocivo para su salud sino todo lo contrario. Las mujeres de mi vida se merecen todas las dedicatorias del mundo, pero sé que ellas siempre estarán ahí y no necesitan justificaciones, explicaciones o disculpas. Gracias por la complicidad y por el camino recorrido. Todo el blog es vuestro!
Exepcional explicacion del deseo de todas las mujeres, incluso las que estan en nuestra contra, por miedo, por ello son misogenas, por miedo a cambiar a ser nosotras mismas.
Te apoyo en todo y te doy la razon.
Sigue asi.
Un saludo.
Cata.
Tan lúcida, incisiva y acertada como siempre. Toda una satisfacción leerte, reconocerte como voz de las tantisimas mujeres que vivimos un día sí y otro también, justificando nuestra existencia. ..pues resulta un aliciente encontrarse con tus letras. ..beso