Disfruto del privilegio de vivir en una comunidad con piscina, sí, en esta mierda de mundo en crisis soy una privilegiada, y no por la piscina, sino por tener trabajo, techo y esas cosas que te hacen la vida un poco más fácil.
Cada verano intento bajar a la piscina cuando no hay casi nadie (misantropía veraniega) pero los fines de semana se hace difícil, así que tengo que convivir por un corto espacio de tiempo con un microcosmos que, no sé por qué extraña razón, creo que es un reflejo del mundo exterior. Yo vivo en una burbuja feminista, mis amistades de Facebook (casi 1500) van casi todas en mi onda, estamos contra la violencia, el patriarcado, el capitalismo neoliberal, a favor de la diversidad, de los derechos de las mujeres,… nos cuestionamos el sistema, apoyamos la libertad, la igualdad, la justicia,… en fin, el paraíso. Fuera de la virtualidad, mis redes sociales de apoyo van también en esa línea, conversamos, debatimos, disfrutamos de los pequeños placeres cotidianos como un atardecer o una cerveza con camarones; boicoteamos Mujeres y hombres y viceversa (MHYV) y somos fans de “El Intermedio” o “El Objetivo”, en definitiva, somos de esa gente comprometida con su realidad social y que quiere cambiar el mundo. Sin embargo, creo que somos minoría, una minúscula minoría.
En el microcosmos de mi piscina, los fines de semana se pueden dar cita unas 40 personas (entre semana y a determinadas horas somos dos o tres o ¡nadie!, la gloria, vamos) con el siguiente perfil:
- Machis tatuados hasta las cejas, normalmente en grupo de 4 o 5, que vociferan a cual más alto mientras “sus” mujeres, que curiosamente siempre llegan más tarde a la piscina, se agrupan para tomar sol y desentenderse del mundanal ruido (y nunca mejor dicho). Desconozco la razón por la que las parejas acuden separadas. Hipótesis:
- Ellas se quedan recogiendo la casa y preparando la comida mientras ellos disfrutan de su ocio libremente. Desconocen la palabra corresponsabilidad.
- A ellas no les gusta el agua y a ellos sí.
- A ellas no les gusta el sol y a ellos sí.
(Marque una sola opción)
- Peques entre 9 y 12/13 (soy muy mala para calcular edades): Hoy, por ejemplo, 4 chicos y 2 chicas jugaban a no sé qué juego en el que tenían que darse besos (y supongo que más cosas, pero no pillaba toda la movida); en medio del fragor del juego, y no sé muy bien por qué razón, empiezan a gritar: “Javi maricón, Javi maricón, Javi maricón,…” (y así sucesivamente durante un rato). Padres / madres ausentes, nadie les cuestionó nada (cierto, yo tampoco). El juego siguió como si tal cosa. Ese grupo, algo más numeroso en componentes masculinos, habitualmente monopoliza la piscina, vocifera, se lanza, salpica,… sin tener en cuenta a nadie, ni a personas mayores ni a peques y sin que sus progenitores les lancen la más mínima advertencia (en la línea de que el disfrute no está reñido con el respeto). De hecho, la presencia de las chicas hoy era bastante excepcional, supongo que por el tema de los besos y tal, y porque eso de hacer “mariconadas” a los futuros machis de mi comunidad no les va.
- Peques entre 3 y 6 años: Dos niños y dos niñas, rechazan a otra peque, de unos dos añillos, porque le dicen que es pequeña. La nena solitaria y pequeña va en busca de consuelo en su padre (machi no tatuado pero pegado a la pantalla de un Smartphone), el padre le dice que, efectivamente, es pequeña. La nena se indigna y dice: ¡no, soy grande!, pero se aburre soberanamente y no logra captar la atención de su padre (igual era un bróker, un ministro o algo así porque no sé qué puede haber más importante que disfrutar de tu hija en la piscina, bueno, no, realmente no creo que fuera nada más allá de un padre divorciado que le toca su hija el finde y en lugar de aprovechar el tiempo con ella lo pierde con su móvil); la nena sigue aburrida, pilla una zapatilla de su padre y la lanza, el padre la regaña, se va hacia la piscina y pretende que su padre admire sus saltos, pero su empeño es vano. Conclusión: como alguien no motive y reconduzca igualitariamente a esa cría la veo dentro de 20 años como las “esposas” de los machis tatuados. Pesimismo piscinero.
- Gente rara que va a la piscina a practicar una especie de aquagym y a leer libros con el careto del Gran Wyoming en portada, o sea, yo. Única de la especie.
Si extrapolamos los porcentajes de mi microcosmos ahí fuera, la cosa es preocupante. Triunfan por goleada los machis tatuados, vociferantes y futboleros (de eso sí tengo constancia, lo de MHYV es una hipótesis bastante probable), seguidos por las desempoderadas mujeres que construyen su propio microcosmos, atentas de vez en cuando a lxs más peques. Para ser justa, algunos hombres también atienden peques (sobre todo cuando no están las madres presentes).
Creo que no es tan diferente la vida de mi piscina y la del mundo exterior, creo que la burbuja feminista en la que vivo no se corresponde con una realidad cotidiana que se empeña en mantener desigualdades y homofobia (todo ello vivido hoy en 45 minutos de piscina), pero pese a este post pesimista, creo en los avances y en el cambio, aunque entiendo que es una tarea ardua y costosa en la que no hay que bajar la guardia. A lo mejor los que vociferaban hoy en la piscina “Javi maricón” dentro de diez años descubren que el respeto a la diversidad es mejor que el insulto fácil, a lo mejor quienes se reunieron en Madrid ayer 4 de julio a “defender” su machismo, LGBTIfobia y fascismo se acaban subiendo a una carroza dentro de 6 o 7 orgullos (bueno, esto lo dudo muchísimo).
En fin, de momento, me voy a olvidar de ese microcosmos piscinero y voy a celebrar lo que hay que celebrar: los 10 años de matrimonio igualitario, los aires de cambio en la política tras el 24M o el triunfo del NO en Grecia contra las políticas asesinas de la Troika. Eso es una bocanada de esperanza y dignidad frente al asfixiante patriarcado neoliberal.