El cuerpo de las mujeres siempre ha sido un campo de batalla: cuerpo ultrajado, cuerpo violado, cuerpo normativizado, cuerpo expropiado, cuerpo maltratado, cuerpo asesinado,… Pero en los últimos años muchas mujeres han utilizado su cuerpo como arma de guerra. Conocidas son las protestas de Femen en las que muestran su cuerpo semidesnudo como forma de rechazar el control patriarcal o las performance de Erika Trejo, por ejemplo, desnuda contra la violencia de género, entre otras muchas.
Desde el 12 de marzo, Miriam Pérez Mendoza libra una batalla con su cuerpo, declara una huelga de hambre como forma de protestar ante un despido injusto. La protesta de Miriam ha tenido un fuerte apoyo por quienes la conocemos y por parte de diversos colectivos y entidades, una tibia repercusión mediática y un escasísimo, y en algunos casos nulo, apoyo de asociaciones de mujeres, por ejemplo (pese a que Miriam es integrante de una asociación feminista, aquello de “si nos tocan a una, nos tocan a todas” parece que cuando se milita en según qué organizaciones es más o menos válido).
La batalla de Miriam por su dignidad puede parecer una causa individual, pero Miriam representa más que una lucha personal por su derecho a un puesto de trabajo digno, representa la situación de millones de personas que en estos momentos en nuestro país ven vulnerado su derecho constitucional a un empleo, se ven abocadas a sobrevivir en condiciones de precariedad extremas y a las que el sistema ofrece cada vez menos respuestas. ¿Qué ocurriría si 6 millones de personas se pusieran en huelga de hambre? ¿Qué ocurriría si todas salieran a la calle en masa a protestar contra la corrupción, la estafa que llaman crisis o la tomadura de pelo en la que se está convirtiendo nuestra democracia?
En la lucha histórica de las mujeres siempre que una protestaba individualmente era tachada de “loca” y era estigmatizada y denigrada, cuando se protestaba colectivamente se conseguía transformar el mundo. En una sociedad dominada por el miedo a la pérdida de derechos, el activismo y la lucha colectiva se está volviendo una rareza en extinción.
Miriam ha sido siempre una activista colectiva, y esta batalla en la que está inmersa en estos momentos no la está librando sola, pero a veces, en las batallas, hay que cambiar de estrategia.
Este post lo escribo desde la rabia, la frustración y la decepción. Durante los 23 días que Miriam lleva en huelga de hambre y acampada en la puerta de la “Casa Sindical” ha recibido el apoyo de su familia, amigas/os, vecinas/os del barrio, representantes sindicales, asociativos,… pero también la burla y la indiferencia de quienes fueron su “empresa” durante 15 años, un sindicato que se presupone de izquierdas. Y sinceramente, ni Miriam se merece ese trato deshumanizador ni UGT se merece que la vida de una persona peligre por la cerrazón y la indiferencia de sus dirigentes.
Creo que la vida de Miriam es demasiado valiosa para que se deteriore en la puerta de UGT, creo que quienes conocemos y queremos a Miriam nos merecemos seguir disfrutando de su vitalidad para seguir librando muchas más batallas, con el cuerpo, con la mente y con las emociones.
Miriam nos ha dado en estos días una lección de valentía y coraje que ni en toda su vida podrán ni siquiera alcanzar a oler las personas que le han dado la espalda, que se han negado al diálogo y que no han movido un dedo por intentar resolver esta situación de forma dialogada.
Como feminista defiendo el aborto, la eutanasia, la libre decisión de las mujeres sobre sus cuerpos,… pero me jode terriblemente la decisión que ha tomado Miriam sobre el suyo, porque en este asqueroso sistema capitalista no se es tan libre para tomar ese tipo de decisiones.
Sé que Miriam pretende llevar su protesta hasta las últimas consecuencias, sé que habrá gente que le importe tres pimientos porque piensa que es su decisión y que allá ella (en ese nivel de deshumanización estamos), pero a mí sí me importa, a muchas personas nos importas Miriam, así que en mi nombre, y me atrevo a decir que en el de tus compañeras de asociación (aunque no las he consultado a todas), déjalo. Nos les des el gusto de verte en una situación extrema. Si crees que tu sacrificio les moverá las conciencias, es imposible: no tienen. Tu lucha sí nos ha removido a muchas, y ojalá sirviera para mover aún más cuestiones, pero todavía queda mucho camino por andar y ya nos hemos dejado demasiadas víctimas en el camino.
No creo que cambiar de estrategia sea perder la batalla, no creo que sea renunciar a tus ideales, a tus convicciones, a tu coherencia,… pero de verdad, demasiadas personas te queremos como para perderte y demasiadas te odian y les darías un gustazo que no se merecen.
Miriam, supongo que no tendrás fuerzas para leer esto, pero me niego a respetar una decisión que ponga en peligro tu vida por mucho que se me acuse de “fascista intolerante” o lo que se me quiera llamar. Yo en este momento respeto muchísimo a Miriam Pérez Mendoza, pero no tu última decisión adoptada y te pido públicamente que permitas que te cuiden y que se garantice tu salud. Y me consta que no soy la única que piensa así. Espero que me hagan caso, al menos, que sea la última decisión con sentido que tomo como “presi” en funciones 😉
Te queremos!!! Y te queremos viva.