El pasado viernes “de dolores” se iniciaba la que en el mundo católico se conoce como “Semana Santa” y en el mundo laico una estupenda oportunidad para descansar de los trabajos precarios (quienes tenemos la suerte de tenerlos). Esta semana es conocida por rememorar la “Pasión” de Jesús de Nazaret, pero también el término «pasión» alude a vivos afectos sentidos hacia alguien o algo o a la acción de padecer, entre otros significados recogidos en el DRAE.
Y pasión es lo que no le falta a Miriam Pérez Mendoza, en sus distintas acepciones. Desde el 12 de marzo esta mujer, pasional y apasionada, lleva acampada en la puerta de la denominada “Casa Sindical” en S/C de Tenerife y en huelga indefinida de hambre reclamando su readmisión en un sindicato, UGT, que paradójicamente la despidió a ella y a trece personas más fruto de un ERE injusto.
Tras 15 años de trabajo, un sindicato como UGT que debe defender los derechos de la clase trabajadora, después de escándalos económicos como el de FUNDESCAN al que estuvo vinculado, se deshace de algunas de sus mejores trabajadoras con la excusa de la crisis. Crisis que nunca parece afectar a quienes dirigen los sindicatos, los partidos, los gobiernos, los bancos o cualquier otro tipo de entidad. Siempre pagamos lxs mismxs, lxs de abajo, las trabajadoras y trabajadores honradas/os.
Ante la respuesta judicial que se eterniza, Miriam decide llevar su activismo a una situación extrema: la defensa de sus derechos jugándose su salud y su vida. Porque Miriam no es de medias tintas, Miriam es una mujer valiente. Miriam es una mujer coherente, honesta.
Conocí a Miriam hace relativamente poco, casualmente, en la presentación de una revista feminista, aunque a ella le repelía cierta clase de feminismo (no me extraña). Con Miriam descubrí el activismo en otras causas y ella descubrió en Contramarea que otro feminismo es posible. Nos aliamos casi de inmediato. Me gustó aquella mujer fuerte, defensora de los derechos de lxs más vulnerables, derechos de ciudadanía, animalista, pacifista, ecologista, y sí, feminista (aunque a ella aún le dé reparo nombrarse así y a las feministas con pedigrí les genere urticaria), luchadora de causas que no creemos perdidas, cuestionadora de todo lo que le parece injusto. Comprometida al máximo con lo que cree, voluntaria de múltiples causas, sindicalista (de las de verdad, no como aquellxs que la despidieron), de izquierdas, progresista,…
Hoy Miriam, tras ser activista de las causas de otros/as, está comprometida con una causa, la suya (aunque sin dejar las nuestras), hoy más que nunca quienes contamos con su apoyo para nuestras causas tenemos el deber ético de apoyar la suya. Por reciprocidad, por justicia.
En estos días se enfrenta a una semana crítica, una semana de pasión, de padecimientos que ya está comenzando a sentir como consecuencia de la huelga de hambre. Los próximos días serán clave en la resolución de su causa antes de que su salud se deteriore de forma irreversible. Porque ella, aunque su familia y sus amigas/os insistamos en lo contrario, está dispuesta a llevar su protesta a las últimas consecuencias. En Contramarea no nos podemos permitir el lujo de perder a compañeras tan comprometidas como Miriam, que en el año escaso que lleva con nosotras ha demostrado sobradamente su apoyo y compromiso con la igualdad.
Hoy leía en Facebook un comentario de alguien que no conozco, José Ramón Rodríguez Pérez, pero que comparto totalmente (y sin su permiso, espero que no se moleste):
Miriam es una inquieta activista social. Se enrabieta y lucha contra todo lo que ella considera injusto. Es solidaria más allá de lo que sería «políticamente correcto», no se queda en el gesto, ella lucha de verdad, se compromete, se moja, se empapa. Miriam lucha por un puesto de trabajo y en su lucha, con ella, tiene a su lado a mucha gente, a su familia, a sus amigas y amigos, a organizaciones y militantes que le han manifestado su apoyo.
Sorprende que Miriam siga ahí con grave riesgo para su salud sin que se procure una solución, la que las partes consideren satisfactoria. Miriam es una metáfora dolorosa de millones de personas que han perdido su puesto de trabajo. No voy a alentarla a que ponga en riesgo su salud, pero SÍ a luchar por lo que considere justo. Ella que siempre ha luchado por los demás, ahora le toca luchar por ella, por su familia. No se merece el silencio de la noche y el frío del suelo donde el esperanzador verde de su tienda grita su rebeldía.
Creo que se puede decir más alto pero no más claro.
Miriam, para mí eres un ejemplo de tesón, valentía, fortaleza, lucidez y constancia. De resistencia pacífica, de lucha ejemplar. Sabes que cuentas con mi apoyo y mi cariño y espero que la vida nos permita seguir creando alianzas entre el feminismo y otros activismos y que tu ejemplo nos sirva de inspiración para recordar que la única batalla que se pierde es la que no se lucha.
Sólo espero que la pasión de Miriam se convierta en pasión de afectos compartidos y no de padecimientos innecesarios por culpa de un sistema injusto. Ya hay bastantes personas «crucificadas» por el sistema, no podemos permitirnos el «lujo» de tener una víctima más.