Desde hace varios cursos, numerosas personas que nos dedicamos a la docencia constatamos un significativo “bajón” en el nivel educativo del alumnado, especialmente a partir de secundaria, bachillerato y, no digamos, en la universidad. Quien esto escribe lleva once cursos como profesora del Grado en Trabajo Social; cuando me incorporé en el curso 2014 – 2015, tuve varios años de apasionados debates con mi alumnado, grupos motivados y aportaciones muy enriquecedoras, incluso aprendía mucho con dichas aportaciones. En los últimos años, especialmente después de la pandemia (de hecho, es una excusa utilizada por el alumnado), las reflexiones se han simplificado, el vocabulario se ha reducido y empobrecido (de cuatro palabras, dos son “en plan”) y la principal motivación es aprobar, no aprender. Cada curso me sorprenden nuevas anécdotas, que me tomo con sentido del humor, porque si no, dejaría la docencia del nivel de frustración que produce.
Algunos ejemplos:
- Desde hace años, en cada sesión de clases, les llevo bibliografía especializada para motivar la construcción de una biblioteca básica de Trabajo Social; los primeros años el alumnado les sacaba fotos, se pasaba los libros, miraba el índice y el contenido, incluso algunas alumnas llegaban a las semanas siguientes con el libro, agradeciendo las referencias. En los últimos cursos, los libros no se mueven de mi mesa, nadie los toca, parecieran un cuerpo extraño contagioso.
- En mis primeros cursos, si le recomendaba algo al alumnado (no obligatorio, pero recomendable), solían leerlo (si era un texto) o verlo (si era un programa televisivo) y luego lo comentábamos en clase. Este curso les recomendé encarecidamente que vieran un programa de televisión que tenía relación directa con una parte del contenido del temario. Nadie lo vio. Su excusa: que no les dije que fuera obligatorio. Intenté hacer una reflexión sobre la importancia de aprender más allá de lo necesario para aprobar, pero creo que no tuve mucho éxito…
- En otros tiempos, antes de 2020, el alumnado participaba y esperaba su turno en los debates sin mayor dificultad, cuando les llegaba su turno opinaban y ampliaban incluso su reflexión, tras lo escuchado a sus compañeras/os. Recientemente, me dicen que no se acuerdan de lo que querían comentar si tienen que esperar dos o tres turnos, o que no recuerdan el contenido de un vídeo visto diez minutos antes. Nueva excusa: “somos la generación TikTok”. No retienen contenidos, en los momentos de explicar la teoría hay una desconexión neuronal brutal, cuando llega el examen memorizan, escupen y olvidan. Sólo responden a actividades “divertidas” y prácticas, que están muy bien, en cuatro horas de clase si no hay prácticas muere hasta la docente, lo sé, pero también es necesaria la reflexión teórica.
Podría seguir citando ejemplos y esta entrada se haría infinita, pero baste decir que hasta se ha visto afectada la organización espacial (mi aula es “movible” y trabajamos en semicírculo en gran grupo, en subgrupos, por parejas para roleplaying,…) y cuesta mucho más que se muevan y organicen el propio espacio.
Se supone que estas generaciones son las que van a construir los sistemas de bienestar futuros, aparte de pagarnos las pensiones de quienes estamos a unos años de la deseada, en mi caso, jubilación. Y que conste que hay alumnado brillante, evidentemente, pero frente a cursos anteriores, el porcentaje sigue bajando de manera preocupante.
Creo que urge una reflexión sobre la respuesta del sistema educativo en la construcción de sociedades sostenibles, igualitarias y bientratantes; existe alumnado muy comprometido con cambiar el mundo y con otro modelo de sociedad, pero también nos enfrentamos a unas generaciones muy desencantadas con lo que se avecina (crisis climática, de vivienda, de relaciones humanas,…), que sobreviven por la ley del mínimo esfuerzo y que viven más tiempo en el mundo online que en el offline.
El sistema educativo lleva décadas dando bandazos, con cambios legislativos constantes y con una problemática social cada vez más compleja en las aulas. Si no hay un Pacto de Estado por la Educación y no nos replanteamos el papel de las tecnologías en la misma (muchas estamos por reducir drásticamente el uso de pantallas), las y los docentes seremos sustituidos por la IA, porque parece que el enseñar a pensar ha pasado de moda y lo importante es incorporarse a un mercado neoliberal competitivo donde ganar el máximo dinero posible, y si es como influencer o youtuber, mejor que mejor… Bueno, el “pequeño” problema es faltarán profesionales de la medicina y cirugía, de la docencia, del derecho, de la arquitectura, del bienestar social,…
No sé qué sociedad tendremos dentro de una década o dos, pero lo que sí tengo claro es que en función de la educación, en sentido amplio (familias, redes sociales, productos culturales,…) y en sentido estricto (sistema educativo), así será el producto final. O cambiamos la educación que tenemos, o no tendremos la sociedad que soñamos.