Ahora que buena parte de la población trabajadora tiene vacaciones, es importante recordar algunos aspectos, obvios, pero de los que depende nuestra supervivencia. La masificación que ha experimentado el turismo en zonas tensionadas donde, literalmente, no cabe más gente porque el territorio es limitado, como en Canarias, está poniendo en riesgo la sostenibilidad ambiental y la calidad de vida de las personas residentes de forma estable.
El pasado 20 de abril cientos de miles de personas salimos a las calles de toda Canarias para gritar que #CanariasTieneUnLímite, que no es sostenible este modelo turístico y que tenemos que replantearlo. A nuestra manifestación se han sumado otros lugares de la geografía española (ej. Málaga, Baleares) donde tampoco pueden más. No es lógico que profesionales de la sanidad, la educación, la seguridad,… no tengan donde vivir. No es digno vivir en cuchitriles de 10 metros cuadrados o en autocaravanas porque el parque de vivienda esté ocupado permanentemente por turistas. El turismo también ha de tener un límite, y eso no es turismofobia, se puede vivir honestamente del turismo si existe una gestión adecuada, justo lo que no ocurre en nuestro territorio. He tenido el privilegio de disfrutar de parajes naturales maravillosos con límite de acceso, y si llegaba gente y quería entrar se tenía que volver porque no permitían el paso (de ahí la importancia de reservar previamente). Si el límite eran 100 personas, no pasaban 101 ni por equivocación, “igualito que aquí”, que pueden entrar miles de personas en parques naturales o nacionales (como el Teide) o reservas de la biosfera y llevarse “souvenirs” en forma de piedras volcánicas y no pasa nada. He conocido sitios donde llevarse un guijarro minúsculo está multado, pero aquí da igual. Lo de la tasa turística fue rechazada por el Parlamento de Canarias apenas 4 días después de las multitudinarias manifestaciones… Y así nos va.
Y quien esto escribe ha hecho turismo, no lo voy a negar, aunque reconozco que la mayor parte de viajes de mi vida han sido para formación, para ver amigas o familia, y, en mucha menor medida, por turismo exclusivamente. Vivir rodeada de agua por todas partes implica moverse si queremos aprovechar oportunidades formativas, consultas médicas o mantener relaciones sociales más allá de las cotidianas. Pero eso sí, siempre que he viajado he procurado ser absolutamente cuidadosa con el lugar al que voy, con sus gentes, su paisaje,… Fruto de esa conciencia, quiero compartir un decálogo de principios que intento aplicar en todos mis viajes:
- Evito alquilar viviendas vacacionales. Siempre procuro alojarme en hoteles / hostales / pensiones o en casas de amigas. Si todo el mundo desestimara las viviendas vacacionales, igual se plantearían alquilarlas a un precio decente para largas temporadas; también existe la opción de intercambio de casa entre personas que se conocen o contactan por redes para ello.
- Jamás alquilo un coche en el sitio al que voy (en 55 años sólo lo he hecho dos veces, una en la década de los 90 y otra en 2018 porque no había transporte público). Utilizo transportes colectivos, trenes a ser posibles. Es cierto que reduce “libertad” de ir a donde queramos, pero es mucho más sostenible y, en mi caso, me evita el estrés de conducir después de pasar un curso entero pegada al volante. En el caso de Canarias, no caben más coches, sencillamente. Ir a un sitio y perder medio viaje en colas no tiene mucho sentido, 50 coches podrían reducirse a una guagua (bus para quien me lea de fuera del archipiélago), por ejemplo.
- Consumo productos locales, no utilizo restaurantes de comida basura por rapidez o grandes franquicias porque son conocidas, intento enterarme de los sitios de comida casera del lugar y aprovecharlos.
- Planifico cada detalle del viaje, pero también me dejo sorprender. Hay pequeñas agencias de viajes que crean viajes a medida y así se contribuye a poner en valor negocios locales; si no queremos pagar una agencia por falta de presupuesto, siempre nos queda internet, ahí está todo.
- Leo previamente del lugar, su historia, su cultura,… ayuda a ampliar nuestra visión del mundo.
- Respeto escrupulosamente la naturaleza, no recojo piedrecitas, no construyo torres con éstas, no arranco flores, no pinto mi nombre en las piedras para dejar una huella imborrable,… en resumen, no destrozo el entorno. Respeto las señales, no salgo de los senderos establecidos, que por algo están. Si hay algo que me enerva es ver el deterioro de un patrimonio natural rico y que no se haga nada por evitarlo.
- Cuido los recursos naturales del lugar. No derrocho agua, evito que me cambien las toallas diariamente o practico cualquier otra acción que contribuya a un consumo responsable.
- Evito el consumismo de “souvenir”; el único consumo éticamente responsable es la cobertura de necesidades básicas; nadie necesita una camiseta o una taza que diga “Estuve en X y me acordé de ti”.
- Si voy a la naturaleza, no “guarreo”, es decir, no tiro desperdicios, ni siquiera biodegrables, porque igual alguien lanza un hueso de albaricoque, por ejemplo, crece un albaricoque donde antes no había y se convierte en una especie invasora. Esto, dicho humorísticamente, ha pasado, no sé si con albaricoques pero ocurre con flora y fauna que altera la propia del lugar. Así pues, hay algo llamado papeleras, que resultan sumamente útiles, y también bolsitas para acumular basura que luego podemos reciclar en lugares establecidos para tal fin.
- Utilizo el sentido común, pienso y actúo en función de unos valores respetuosos con el medio ambiente, con la cultura del buentrato. De nada sirve llenarnos la boca con la causa, si no ponemos en práctica lo que predicamos.
Probablemente, quienes siguen mi blog ya lleven a la práctica este decálogo o alguno muy similar. Se le pueden añadir más puntos, lo he querido dejar en diez porque si no, no sería un decálogo. La perfección no existe, soy consciente de que todas las personas tenemos incoherencias, pero nunca entenderé que personas que limpian en su casa vayan por el resto del mundo ensuciándolo. Nuestra casa también es el planeta que habitamos.
Disfruten del verano con conciencia feminista, de clase y medioambiental. Volvemos en septiembre, y nos despedimos con esta canción de Mägo de Oz, más que acorde a este post.