Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, prevaricación, del latín praevaricatĭo, -ōnis, significa: Der. Delito consistente en dictar a sabiendas una resolución injusta una autoridad, un juez o un funcionario.
Hoy (1 de febrero de 2010) leo con asombro en El País una noticia increíble, tan increíble que cualquiera con un mínimo de sentido común pensaría que no es cierta, pero desgraciadamente sí lo es: el Tribunal Supremo ha rebajado en cinco años la condena a un maltratador (reincidente) que dejó tetrapléjica a su exmujer (bueno, él en realidad pensó que la había dejado muerta).
La Audiencia Provincial de Madrid había impuesto una pena mayor, pero los «sesudos» señores (todos hombres ¿casualidad?) del Tribunal Supremo han considerado que, ¡pobrecito agresor!, si en realidad no actuó con alevosía. Porque ir a casa de tu exmujer a las 4 de la madrugada, armado, forzar la puerta y abalanzarte encima de alguien que duerme para matarla no se puede considerar «alevoso». Este tipo de agravamiento penal se aplica cuando se considera que la víctima está indefensa, pero los listos del Supremo piensan que una persona dormida, con antecedentes de violencia de género, es una persona que se puede defender perfectamente.
Hay cosas que superan el sentido común, que por otra parte es el menos común de los sentidos, y esta es una de ellas. ¿Cuándo dejará la Justicial (¿?) de ser patriarcal? ¿Hasta cuándo las mujeres tendremos que seguir aguantando la violencia institucional?
La hija y el hijo de Mª Antonia seguro que agradecerían otro tipo de justicia. Y yo también.
Recomiendo también el artículo «Alevosía con gaseosa» para ampliar datos sobre esta terrible noticia… Mi enfado en estos momentos es mayúsculo, así que no voy a seguir escribiendo porque si lo hago acabaré condenada por el Supremo.